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Albino Luciani, el Papa de «los 33 días» será beatificado el próximo 4 de septiembre

Cómo aplicó Juan Pablo I las enseñanzas del Concilio en la liturgia y en la vida pastoral

Juan Pablo I dirigió la barca de Pedro apenas 33 días; tiempo más que suficiente para mostrar a toda la Iglesia una amplitud de miras a la altura de su catolicidad.

El ansia de los hombres

En la homilía de la Misa de toma de posesión un 23 de septiembre de 1978 en la Basílica de san Juan de Letrán, consideraba la pastoral no como un quehacer funcionarial, sino como «algo nuevo que hacían los pastores para afrontar las necesidades, las ansias y las esperanzas de los hombres» concretos; de ahí que con la palabra «bautizar», se refiriera a «toda la liturgia de evangelización, sacramentos y vida santa» en tres momentos de un camino único: «la evangelización prepara al sacramento y el sacramento lleva a vivir cristianamente a quienes lo han recibido».

La observancia externa es fruto de convicciones profundas y proyección libre y gozosa de una vida vivida íntimamente con DiosJuan Pablo I

La liturgia

Roma debía dar el «buen ejemplo de una liturgia celebrada piadosamente y sin «creatividades» desentonadas», ya que «algunos abusos en materia litúrgica habían podido favorecer, por reacción, actitudes que han llevado a toma de posiciones insostenibles en sí mismas y en contraste con el Evangelio». Por eso, el breve Papa de del mes y los tres días hacía «un llamamiento, con afecto y con esperanza, al sentido de responsabilidad de cada uno frente a Dios y a la Iglesia para asegurar que cualquier irregularidad litúrgica será diligentemente evitada».

La observación

Además, concebía como un deber el episcopal el «enseñar a observar» como servicio la diaconía, el servicio de guía y el gobierno, «a cada uno de sus súbditos con la compasión» pero sin «temor en ejercer, contra los malos, el derecho de la autoridad».

Contra el formalismo

Sin embargo, alertaba en este gobierno de la disciplina «pequeña», que no se limitaba a la «observancia puramente externa y formal de normas jurídicas», sino «de la disciplina grande, la observancia externa es fruto de convicciones profundas y proyección libre y gozosa de una vida vivida íntimamente con Dios», como testimonió ante el clero de Roma el 7 de septiembre de 1978.

Se trata —como escribe el abad Chautard— «de la acción de un alma, que reacciona continuamente para dominar sus malas inclinaciones y para ir adquiriendo poco a poco la costumbre de juzgar y de comportarse en todas las circunstancias de la vida, según las máximas del Evangelio y los ejemplos de Jesús».

Humildad

La frase «poco a poco» dice Juan Pablo I, «indica disciplina, que requiere esfuerzo constante, prolongado, nada fácil. Incluso los ángeles que vio Jacob en sueños no volaban, sino que subían los escalones uno a uno. ¡Figurémonos nosotros, que somos pobres hombres sin alas!».

Recogimiento

La «gran disciplina» requiere según el próximo beato, un clima adecuado: «Ante todo, el recogimiento». Y cuenta una anécdota para ilustrar la posición del corazón de un cristiano:

"Una vez sucedió en la estación de Milán que vi a un maletero durmiendo pacíficamente junto a una columna y apoyada la cabeza en un saco de carbón...

Yo tengo que reservarme un poco de silencio para mi almaJuan Pablo I

Los trenes partían silbando y llegaban chirriando con las ruedas; los altavoces daban sin cesar avisos que aturdían; en medio del jaleo y del ruido la gente iba y venía , pero el hombre seguía durmiendo y parecía decir: Haced lo que os plazca, porque yo tengo necesidad de tranquilidad. Algo parecido deberíamos hacer los sacerdotes: a nuestro alrededor hay movimiento incesante y las personas, los periódicos, las radios, las televisiones no paran de hablar. Por eso, «con mesura y disciplina sacerdotal debemos decir que, fuera de ciertos límites, yo tengo que reservarme un poco de silencio para mi alma; por eso, me alejo de vosotros para unirme a mi Dios».