Desiderio desideravi
La carta del Papa Francisco contra las tentaciones preconciliares y sectarias sobre la Liturgia
Detrás de la misiva y del motu propio Traditionis custodes hay un camino pastoral de los últimos tres papas para cuidar la comunión de la Iglesia, rota desde el Concilio Vaticano II por sectores tradicionalistas
Después del encargo del Papa Francisco a la Congregación para la Doctrina de la Fe de iniciar una consulta a todos los obispos acerca de la aplicación del Motu proprio Summorum Pontificum en 2020, consulta que Benedicto XVI ya había previsto al principio de su pontificado tras la decisión de su antecesor san Juan Pablo II de tender la mano a los grupos tradicionalistas y sedevacantistas, el cuestionario lanzaba el hecho de que, desgraciadamente, la intención pastoral de los tres últimos papas «ha sido a menudo gravemente ignorada». Una «oportunidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para restaurar la unidad del cuerpo eclesial, respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, que ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división».
Este es el contexto en el que el Papa Francisco vuelve a escribir una carta con la intención de llamar la atención sobre ciertas posturas sobre la Liturgia que están rompiendo la comunión de la Iglesia. A continuación, señalamos los puntos más importantes de Desiderio desideravi.
La liturgia es encuentro
Desde el principio, el Papa Francisco señala que «la Iglesia ha sido consciente de que la Liturgia no se trataba de una representación», ya que, «aquello que era visible de Jesús, lo que se podía ver con los ojos y tocar con las manos, sus palabras y sus gestos, lo concreto del Verbo encarnado, ha pasado a la celebración de los sacramentos».
No nos sirve un vago recuerdo de la última Cena, necesitamos estar presentes, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le necesitamos a Él
En este sentido, interpretar la Resurrección de Jesús como «un concepto o una idea» y «si no se diera la posibilidad de un verdadero encuentro con Él», sería «declarar concluida la novedad del Verbo hecho carne. La Encarnación es el método que la Santísima Trinidad ha elegido para abrirnos el camino de la comunión. La fe cristiana, o es un encuentro vivo con Él, o no es», a propósito del modo elegido por Dios para entrar en la Historia.
La Liturgia, con la Eucaristía y los Sacramentos, garantizan «la posibilidad de encontrarnos con el Señor y de ser alcanzados por el poder de Su Pascua. No nos sirve un vago recuerdo de la última Cena, necesitamos estar presentes, comer su Cuerpo y beber su Sangre: le necesitamos a Él», añade Francisco.
Peligrosas tentaciones
La liturgia es un «antídoto» contra la «mundanidad espiritual» de reducir «la fe cristiana al subjetivismo» (gnosticismo), o bien en la anulación del valor de la gracia (pelagianismo).
Se trata, explica, de «dos formas distorsionadas del cristianismo» que tienen «consecuencias desastrosas para la vida de la Iglesia» y contra las que la liturgia funciona como «el antídoto más eficaz».
«Si el gnosticismo nos intoxica con el veneno del subjetivismo, la celebración litúrgica nos libera de la autorreferencialidad», pues «la acción celebrativa no pertenece al individuo, sino a Cristo-Iglesia, a la totalidad de los fieles. Si el neopelagianismo nos intoxica con la presunción de una salvación ganada con nuestras fuerzas, la celebración litúrgica nos purifica proclamando la gratuidad del don de la salvación».
Asombrarse ante el misterio
Para que el antídoto de la Liturgia sea eficaz, son necesarias dos condiciones:
La primera de ellas es «el redescubrimiento de la belleza de la Liturgia», que no es «la búsqueda de un esteticismo ritual, que se complace solo en el cuidado de la formalidad exterior de un rito o se satisface con una escrupulosa observancia de las rúbricas». Una afirmación que «no pretende avalar la actitud que confunde lo sencillo con una dejadez banal», pues «hay que cuidar todos los aspectos de la celebración».
Sin embargo, «la calidad y la norma de la acción celebrativa» no es suficiente para una plena participación en la Liturgia: «No bastan los esfuerzos para una mejor calidad de la celebración», sino que el «asombro ante el misterio pascual» es también «parte esencial de la acción litúrgica».
La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio y no aceptar la reforma litúrgica
Por eso, el Papa se ha referido a las «supuestas acusaciones contra la reforma litúrgica»: «Si la reforma hubiera eliminado ese «sentido del misterio», más que una acusación sería un mérito. La belleza, como la verdad, siempre genera asombro y, cuando se refiere al misterio de Dios, conduce a la adoración», ha argumentado.
Aceptar la Liturgia para aceptar el Concilio
Francisco recuerda que el hombre moderno «ha perdido la capacidad de confrontarse con la acción simbólica, característica esencial del acto litúrgico», ya que la posmodernidad es un momento en que «el hombre se siente aún más perdido, sin referencias de ningún tipo, desprovisto de valores, huérfano de todo en una fragmentación en la que parece imposible un horizonte de sentido». Por ello, «la Iglesia reunida en el Concilio ha querido confrontarse con la realidad de la Modernidad».
Por eso, es decisiva «la cuestión litúrgica» y advierte Francisco de que «sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual. La problemática es, ante todo, eclesiológica. No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio y no aceptar la reforma litúrgica».
Formación litúrgica
El documento incide en la necesidad de «encontrar cauces para una formación como estudio de la liturgia», así como de «difundir este conocimiento fuera del ámbito académico, de forma accesible, para que todo creyente», laicos, consagrados o ministros de los sacramentos.
No improvisar la celebración
En Desiderio Desideravi, Francisco señala que «el arte de celebrar no se puede improvisar» y que, «como cualquier arte, requiere una aplicación asidua».
«Uno no aprende el arte de celebrar porque asista a un curso de oratoria o de técnicas de comunicación persuasiva. Toda herramienta puede ser útil, pero siempre debe estar sujeta a la naturaleza de la Liturgia y a la acción del Espíritu. Es necesaria una dedicación diligente a la celebración, dejando que la propia celebración nos transmita su arte», reconoce.
Cada palabra de la celebración expresada con arte forma la personalidad cristiana del individuo y de la comunidad
Hecho unitario que no corresponde solo a los ministros: «Realizar todos juntos el mismo gesto, hablar todos a la vez, transmite a los individuos la fuerza de toda la asamblea, siendo conscientes de ser un solo cuerpo. No se trata de tener que seguir un protocolo litúrgico: se trata más bien de una `disciplina´ que nos forma; una acción que implica al cuerpo en su totalidad, es decir, ser unidad de alma y cuerpo».
La importancia del silencio
El Papa se refiere al silencio como «de absoluta importancia», ya que «toda la celebración eucarística está inmersa en el silencio que precede a su inicio y marca cada momento de su desarrollo ritual», siendo este «el símbolo de la presencia y la acción del Espíritu Santo que anima toda la acción celebrativa».
El silencio «mueve al arrepentimiento y al deseo de conversión; suscita la escucha de la Palabra y la oración; dispone a la adoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo; y sugiere a cada uno lo que el Espíritu quiere obrar en nuestra vida para conformarnos con el Pan partido».
Otros gestos como arrodillarse, también están llamados a hacerse «con arte, con plena conciencia de su significado simbólico y de la necesidad que tenemos de expresar, mediante este gesto, nuestro modo de estar en presencia del Señor; porque cada gesto y cada palabra de la celebración expresada con arte forma la personalidad cristiana del individuo y de la comunidad», concluye.