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Una mujer, en el santuario de FátimaGTRES

Tras la Reforma protestante

¿La fe cristiana es real o es solo una creencia subjetiva?

La revelación cristiana desde el principio fue pública y objetiva, es decir, universal para todos. No en vano, «la fe no es algo privado, una concepción individualista»

Las posiciones de la Iglesia Católica y de muchas de las comunidades surgidas tras la Reforma protestante del siglo XVI se diferencian fundamentalmente por motivos teológicos. Uno de ellos es su concepción de la fe.

Para el mundo católico, la fe es una posesión objetiva; para buena parte del universo protestante, la fe es ante todo una actitud subjetiva. El Papa contemporáneo que más se ha detenido en explicar esta dicotomía básica en la concepción de la fe dentro del cristianismo es Benedicto XVI. Para este Sumo Pontífice, la fe y la esperanza son dos virtudes teologales que comparten un núcleo común: la objetividad. Es decir: lo fundamental en la actitud de fe, que es el fundamento de la esperanza, es que se espera en aquello en lo que se cree porque ya ha habido pruebas objetivas de tal realidad que se espera en la propia historia humana. Más aún: tales pruebas objetivas no sólo las ha habido, sino que las sigue habiendo. Lo que se espera se posee ya por la fe, aunque sea de modo restringido y no pleno.

Santuario de Nuestra Señora de Fátima, en PortugalGTRES

Al hilo de lo anterior, al Papa emérito no sólo se debe la encíclica Spe Salvi (2007), sobre la esperanza, sino también la encíclica Lumen Fidei (2013), acerca de la fe, publicada por Francisco; en efecto, en este último caso, el Papa argentino reconoció con humor su deuda al respecto con el pensamiento de su predecesor en la Silla de Pedro y dijo que era una encíclica a «cuatro manos». Pues bien: es precisamente la encíclica Lumen Fidei la que mejor ilustra la concepción católica de la fe como actitud de «espera objetiva» frente a la «espera subjetiva» del ámbito protestante.

Papa emérito Benedicto XVIGTRES

Espera pura y creencia ciega

En efecto, la postura de los descendientes de la Reforma podría sintetizarse del siguiente modo: la fe es la espera pura de unos bienes futuros a los cuales no se tiene acceso en la actualidad, ni siquiera de modo limitado. En esta cosmovisión, lo fundamental es creer ciegamente; la fe sería una luz que llevaría a un más allá desconocido y con el cual el ser humano no tiene nada que ver de entrada. Para los católicos, en cambio, la fe es luz ella misma y no a modo de una simple linterna que ilumina un destino externo a sus contornos. La base de la esperanza en el caso protestante estaría en una donación subjetiva del hombre a Dios y, en el caso católico, en una donación objetiva de Dios al hombre.

Santuario de la Iglesia Unida en Cristo de Freiden©GTRES

En otras palabras: las comunidades surgidas de los reformadores del siglo XVI basan la esperanza de los bienes futuros en la calidad de su donación subjetiva a Dios por medio de una fe ciega; y, en contraste, las comunidades católicas fundamentan su esperanza teologal en la calidad de la donación objetiva de Dios al hombre por medio de una serie de elementos en los que lo divino y lo humano se sintetizan: «en germen […] ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan», afirma el Papa germano en su segunda encíclica. Así pues, si la apropiación subjetiva de tal donación objetiva se realiza, la fe sobrenatural está actuando.

Lo expresa muy bien Lumen Fidei: «la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza». Por un lado, la fe «procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús […] pero al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro». Tal afirmación puede ser complementada con otra que lleva a cabo el Papa Ratzinger en Spe Salvi: «el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras».

Transformación subjetivista

El problema de la subjetivización luterana de la fe se refleja en su total disolución en la Modernidad, donde la fe no es vista como luz para todos sino sólo para cada uno en particular. Ciertamente, «en la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto».

Lo que no se suele ver es que tal exclusión de la fe en el mundo contemporáneo nace de la pérdida de su carácter objetivo. Benedicto XVI y Francisco lo advierten en Lumen Fidei cuando indican que se ha pasado a considerar la fe como «una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón […] pero que no se puede proponer a los demás como luz objetiva y común para alumbrar el camino». Si la fe es simplemente un dato privado y sólo tiene trascendencia para cada individuo humano aislado, Dios no tiene nada que decirle al hombre, sino a cada uno por separado en exclusiva. Desde esta óptica, la fe y la revelación divina pierden relevancia puesto que quedan relegadas al ámbito meramente interior de cada persona.

La revelación cristiana

En última instancia, al hacer de la fe un fenómeno subjetivo, esta se acabará convirtiendo en un evento de la conciencia, incompatible con cualquier tipo de «revelación», dado que la revelación cristiana desde el principio fue pública y objetiva, es decir, universal para todos. No en vano, «la fe no es algo privado, una concepción individualista […] sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio». En cambio, con la Reforma, al entender la fe como fundamento de la esperanza en sentido subjetivo, lo que se hace no es únicamente devaluar la revelación, sino hacer incompatibles los propios conceptos de fe y revelación. Así, el subjetivismo de la fe acabará derivando fácilmente en la confusión de los contenidos del cristianismo con los de la propia mente humana.

Cristianos ortodoxos bosniosGTRES

Benedicto XVI ejemplifica esta transformación subjetivista de la fe que se acaba de describir mediante la reinterpretación luterana de la definición de fe contenida en la Carta a los Hebreos 11, 1: «La fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la prueba de lo que no se ve». Explica el Papa alemán que la palabra latina substantia traducía el vocablo original hypostasis, de marcado carácter objetivo. En este sentido, que la fe fuera sustancia indicaba que tenía autonomía frente a la subjetividad del hombre, quien podía aceptarla o no, pero el acento de la definición recaía en la objetividad de la fe otorgada por Dios al creyente, no en la subjetividad de la actitud del creyente en cuestión.

En cambio, Lutero «entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo», es decir, como actitud o disposición del sujeto humano que, perdido por completo en la historia, ve pasar a Dios de lejos en la Biblia y lo sigue de ese modo con la esperanza de que algún día tendrá el objeto de su fe, que es la vida eterna. Para Lutero, de la dureza de la subjetividad humana del creyente brotaría la calidad de la objetividad de la donación divina en el futuro metahistórico, completamente ajeno al destino natural del hombre.