La justicia de Dios
«Creo que, si todas las criaturas hubieran recibido las mismas gracias que yo, Dios no sería temido de nadie, sino amado hasta la locura, y que, por amor, y no temblando, ningún alma consentiría jamás en ofenderle», asegura. La experiencia de la misericordia de Dios en su propia vida, tal y como santa Teresita confesaría en sus manuscritos a su priora y madre espiritual, llevaría con sencillez a aportar en el marco teológico valiosas reflexiones sobre la justicia. «¡Qué dulce alegría pensar que Dios es justo, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades, que conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza!».