Cristianos perseguidos
«O te exilias o te matan»: la historia de tres sacerdotes nicaragüenses
La persecución a la Iglesia se ha intensificado y los sacerdotes que critican al régimen de Ortega se enfrentan a un posible arresto
Más de 50 sacerdotes nicaragüenses han pedido refugio en países vecinos y, en los últimos meses, al menos seis párrocos han sido obligados a abandonar su país o a no regresar. La persecución a la Iglesia se ha intensificado y los sacerdotes que hablan en contra del régimen de Ortega se enfrentan a la posibilidad de ser arrestados.
Esta es la situación de la Iglesia en Nicaragua. No se sabe mucho sobre el paradero de estos religiosos, excepto el de tres sacerdotes nicaragüenses exiliados, como Rafael Bermúdez, Erick Díaz y Edwin Román, que han hecho declaraciones a The Pillar.
Rafael Bermúdez
Bermúdez es sacerdote desde hace 26 años y durante la mayor parte de su ministerio ha servido en la Archidiócesis de Managua como párroco. Pero tuvo que exiliarse en 2018 tras ser atacado por paramilitares del gobierno de Daniel Ortega.
«Fui uno de los primeros en exiliarse. La prisión no era opción, te exiliaban o te mataban. En 2018, estallaron las protestas y el Gobierno comenzó a reprimir las marchas, en su mayoría dirigidas por estudiantes, disparando a la gente para matarla», declara Bermúdez.
El sacerdote afirma que «al principio el Gobierno respetaba a la Iglesia, así que fuimos a las prisiones para tratar de ayudar a algunos de los manifestantes». Pero esto se convirtió en terrorismo para el gobierno y empezaron a ser perseguidos.
Después de ser golpeado y amenazado por los paramilitares, su madre le dijo: «Tienes que irte, te quiero vivo, puedes hacer más vivo que muerto». Por eso, huyó del país y se asentó en San Francisco, donde continúa con su labor pastoral. Allí «encontré un amigo sacerdote que me acogió en su parroquia y pude comenzar a celebrar misa, conectarme con la diócesis y ayudar a los nicaragüenses que vienen a Estados Unidos o a Costa Rica a reiniciar sus vidas», declara Bermúdez.
Erick Díaz
Díaz es uno de los sacerdotes más jóvenes exiliados de Nicaragua. Con 33 años, ha sido rector del Seminario Menor San Óscar Romero de Matiguás y párroco en la Parroquia San José Obrero, en Tuma. Lleva en el exilio desde el 23 de agosto de 2022.
«Todo lo que hice fue tratar de ser el sacerdote que pensé que tenía que ser. Estuve cerca de la gente. Estuve cerca del pueblo dándole esperanza en situaciones difíciles, como profetas, que es lo que estamos llamados a ser». Pero, como reconoce, ser profeta en un país como Nicaragua es difícil «porque las palabras de profeta son incómodas».
Erick narra que «un buen Nicodemo me dijo que tenía que huir porque me iban a meter preso, y tenía una hora para tomar una decisión. Tuve que huir con la ropa que llevaba puesta y una pequeña mochila con efectos personales».
Ser sacerdote no es quedarse callado ante la injusticia y hacerse cómplice
Primero huyó a Costa Rica, aunque posteriormente ha terminado en Miami; ciudad en la que reconoce que se le han abierto las puertas. Allí «me he sentido bienvenido. Mis hermanos sacerdotes me han ayudado mucho con su fraternidad y oración». Por eso, afirma convencido que «la Iglesia es universal y es la misma dondequiera que vayamos», declara Díaz.
Edwin Román
Román es un sacerdote que fue amenazado por la primera dama –Rosario Murillo, mujer de Ortega– en 2018 mientras visitaba a unos familiares en Estados Unidos, de ahí que ante el peligro evidente que corría su vida, se le aconsejó que no regresara a Nicaragua.
«Vine a Miami por ocho días a visitar a mi familia y mientras estaba aquí, un miembro del parlamento, un periodista y Rosario Murillo me atacaron», relata Román, que ya sentía desde hace tiempo la vigilancia del Gobierno.
El sacerdote ha explicado que ser párroco no consiste en quedarse en la sacristía: «No es quedarse callado ante la injusticia y hacerse cómplice. Ser sacerdote es ser la voz de los que no tienen voz, es ser el pastor que da la vida por su rebaño. Ser sacerdote en Nicaragua es un crimen para la dictadura cuando defiendes a la gente y no le vendes la conciencia a la dictadura».
Edwin se encuentra ahora en la parroquia de Santa Águeda en Miami ayudando a otros nicaragüenses que se encuentran allí. Señala que es un hombre libre y que nunca se arrepentirá «de haber ayudado al pueblo de Nicaragua en su lucha por la libertad y la justicia».