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El Papa Francisco ante el Belén instalado en la Plaza de san Pedro, en VaticanoGTRES

Cuándo empezó la tradición de poner un Belén y un árbol en Navidad

La colocación del Belén en los hogares es una de las tradiciones más importantes y extendidas de las celebraciones navideñas

La colocación del Belén en los hogares es una de las tradiciones más importantes y extendidas de las celebraciones navideñas.

San Francisco de Asís fue su inventor. En 1223, el santo se detuvo en Greccio (Italia), en uno de los santuarios que fundó, para visitar a Giovanni Vellita. Al ver las cuevas que había allí recordó Belén, pueblo que había visitado cuando peregrinó a Tierra Santa para convertir al sultán. De este modo, Francisco y Giovanni Vellita construyeron el primer Nacimiento en una de esas cuevas; pusieron un pesebre, un buey y un asno de carne y hueso. Posteriormente, los seguidores de san Francisco y los lugareños se dieron cita el 25 de diciembre en torno a la escenificación del misterio de la encarnación del niño Dios llevando flores y antorchas, recreando por primera vez, junto a la Virgen, san José y el niño Jesús, la tradición que hoy en día está presente en multitud de multitud de hogares cristianos.

¿Y el árbol de Navidad?

El árbol de Navidad también tiene un origen cristiano, aunque es una tradición más común en países nórdicos y centroeuropeos.

El origen se remonta a san Bonifacio (siglo IV) que evangelizó el territorio que hoy es Alemania y en el que existía la costumbre de venerar y adornar los árboles. San Bonifacio, indignado, destruyó uno de estos árboles, y lo sustituyó por un pino de hoja perenne como la palabra de Jesucristo.

San Juan pablo II

Fue, precisamente, San Juan Pablo II quien introdujo la tradición de colocar un gran árbol de Navidad en la Plaza de San Pedro durante las navidades. A propósito de esta circunstancia, en la Audiencia del 19 de diciembre de 2004, el Papa polaco dijo:

«En invierno, el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere. El mensaje del árbol de Navidad es, por tanto, que la vida es siempre 'verde' si se hace don, no tanto de cosas materiales, sino de sí mismo: en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca» .