'Yom Tov' de Navidad y la alegría por el nacimiento del Mesías

En el Sefer Hamidot de la tradición rabínica está escrito: «Cuando de repente sientes que la alegría ha entrado en tu corazón, es porque ha nacido un tzadik (persona justa)». Cuando nace un tzadik, la alegría desciende al mundo. Dios está feliz, los ángeles celestiales están felices y todos, desde la raíz del alma de ese tzadik, prueban la gran alegría generada por su nacimiento. De repente, estás feliz porque tu alma siente que ha nacido una nueva luz en el mundo, un tzadik que acelerará la redención con su servicio único a Dios.

Gran celebración

El tzadik es el Justo de Israel, de fuertes resonancias bíblicas. El Justo es un ser humano excepcional que se caracteriza por su bondad, su fuerza y su rectitud. Y, aún más, en el Sefer HaSijos se narra que en la Corte Celestial hay una gran celebración cada vez que Dios dispone de las almas de los Justos y organiza su descenso/encarnación en el plano humano. Según la visión rabínica, el Edén Superior baja al Edén Inferior para sostener el plan de Dios con su Creación ya que los Justos son los Pilares del Orden Divino. Cualquiera puede ser un Justo, no es patrimonio exclusivo de los Hijos de Israel.

Por ello es interesante este matiz porque dentro de las funciones del Justo está la de ser el Precursor del Mesías. Es una tarea difícil pero siempre hecho con una alegría profunda. De esta manera se puede entender el salto que dio Juan el Bautista en el seno de Isabel en cuanto se produjo la Visitación de María en Ein Kerem: nuestro hombre del Jordán reconoció al Hijo de Dios, que en el judaísmo es la categoría par excellence del Mesías de Israel. Su alegría fue tanta que ya desde antes de nacer pudo reconocer su misión como tzadik.

En nuestro caso y con estas claves, esto significa ser felices nosotros mismos y solo así hacer felices a los demás. Apropiadamente, los rabinos manejan los significados de las palabras y sus letras y, por ello las letras de Mesías, «Mashíaj» ( ( משִשיחַיח ) se permutan para leer «él será feliz» ( ייחַשמַחמ) ח ) y también «hace [a otros] felices» ( .(ימַחששִמ) ח Sin embargo, a veces puede ser difícil sentirse feliz. Si ese es el caso, podemos comenzar por hacer felices a los demás, hasta que nosotros mismos nos contagiemos de su alegría.

La gran luz

Los sabios rabinos enseñan que alguien que inspira a otra persona a hacer una buena acción es más digno de elogio que la persona que la hace (Talmud, Bava Batra 9a). Del mismo modo, es más admirable quien hace felices a los demás que quien se hace feliz.

La alegría de la persona feliz rebota entonces hacia la persona que la hizo feliz, y se convierte en un conducto para una alegría aún mayor. A veces los Justos sufren (y mucho), tienen dudas o son escépticos. Bien lo sabemos con el padre del Bautista, Zacarías, quien quedó mudo durante un tiempo hasta el nacimiento de Juan, o con San José, quien fue asistido por un ángel constantemente para no sentir temor.

Hacer felices a los demás es un acto descrito como «luz directa» que ilumina ( אור שִ י שִ שר ), mientras que la alegría que se refleja en la persona que hizo felices a los demás se denomina «luz que regresa» o «luz reflejada» ( אור חו ר זר ). La luz reflejada penetra el origen de la alegría y por lo tanto tiene una ventaja sobre la luz directa. La alegría vuelve a la persona que la despertó, capacitándola para llevar alegría a los demás, formando un ciclo interminable de regocijo y de alegría. Una gran luz se vio en la cueva–pesebre de Belén: es la Luz Santa que no cesa, preexistía en el alma de Dios y es la Luz del primer día de la Creación, antes de que Dios hiciera el sol, la luna y las estrellas. Es la Luz Directa que ayuda a reparar el mundo desde la comprensión de lo que el Señor espera de nosotros.

Juan el Bautista era hijo del sacerdote Zacarías. Como tal, en él operan los aspectos del Justo de Israel porque su alma fue diseñada y designada por Dios para bajar al plano humano. Ahora bien: ¿ cómo se produce este diseño santo? De nuevo volvemos a la sabiduría rabínica y se nos explica que antes del descenso hay una preparación previa que consiste en acudir a una escuela celestial donde Moisés instruye a las almas de los Justos y los prepara para el Edén Inferior. De la mano de Moisés vino el sacerdocio, la figura del cohen, los Levitas y la descendencia de Aarón. También de la mano de Moisés vino la enseñanza de la Torá, la Ley. Cuando el alma del Justo se encuentra preparado, es entonces cuando se procede a la encarnación en unos padres igualmente preparados para recibir en su seno al Justo (porque el Justo debe tener un parto vaginal, al igual que el Mesías). Se les despide con una gran alegría, Moisés imparte las bendiciones y los ángeles cantan porque el canto celestial es igualmente un canto de redención y se asegura la paz en el camino del Justo en su nueva experiencia de preparación de la llegada del Mesías. Por eso los hebreos consideran que el día en el que nace un Justo de Israel es un Yom Tov, 'un día bueno' equivalente a un día festivo simultáneo en el plano Celestial.

El Mesías

El Mesías de Israel viene de la mano de los Justos y el Sacerdocio inevitablemente y reconocen en el mismo Mesías al Sumo Sacerdote. Con estas coordenadas se puede entender las figuras de los Justos de San José, como padre terrenal, y Juan el Bautista, el sacerdote hijo de Zacarías de la orden abias establecida por el representante del linaje mesiánico, el rey David. Hay un gran banquete celestial cuando estas premisas se cumplen porque la alegría es inmensa. Celebremos, pues, este Yom Tov de Nochebuena y Navidad, con alegría y amor.

• Cayetana H. Johnson es profesora de Lengua Aramea y Hebrea en la Universidad Eclesiástica San Dámaso