Así era verdaderamente «el exorcista del Papa» Gabriele Amorth
Ante el estreno de la película de Russel Crowe, revelamos el verdadero perfil del padre Gabriele Amorth, el sacerdote que hizo descubrir a los líderes de la Iglesia que la gran treta del diablo consiste en hacerles creer que no existe
El próximo 5 de abril se estrena la película El exorcista del Papa en la que el Premio Oscar Russell Crowe interpreta al sacerdote Gabriele Amorth, el legendario exorcista de la diócesis de Roma, fallecido en 2016.
Dado que por el momento no se han organizado pases de preestreno, es justo posponer todo juicio de valor: tenemos que conformarnos con la documentación de la producción, así como con el tráiler.
La película se basa en una interpretación libre de los escritos del padre Amorth, en particular de su libro Memorias de un exorcista: Mi lucha contra Satanás (2010, editado en España por Indicios). Dirigida por el australiano Julius Avery, sus productores presentan la cinta como una película «de terror sobrenatural». Y la verdad es que basta ver el tráiler para darles razón.
Dado que en varias ocasiones tuve la oportunidad de entrevistar al padre Amorth, puedo contar quién fue realmente este sacerdote y cuáles fueron las enseñanzas que nos dejó sobre el demonio. Cuando la película se proyecte en salas podremos decir si la ficción se parece en algo a la realidad.
No debía ser exorcista
Lo primero que hay que aclarar es que el Gabriele Amorth no era exorcista del Papa ni del Vaticano (como dice el título de la película), era más bien uno de los exorcistas de la diócesis de Roma.
Nacido en la ciudad italiana de Módena, en 1925, no había nada en su biografía que le preparara para ser exorcista. Antes de entrar al seminario, en la segunda guerra mundial fue un héroe partisano, como comandante del Tercer Batallón de la Segunda Brigada Italia, recibiendo al final del conflicto la Cruz de guerra al valor militar.
Al estallar la paz, estudió Derecho y a los 22 años fue nombrado vicedelegado nacional del presidente de los Movimientos Juveniles de la Democracia Cristiana, el mismísimo Giulio Andreotti, quien llegaría a ser en varias ocasiones ministro y primer ministro del ejecutivo italiano.
Al terminar los estudios, consagró su vida a Dios en la Sociedad de San Pablo, instituto religioso que se dedica a la evangelización con los medios de comunicación.
Lobo de mar en la comunicación
Tras ser ordenado sacerdote, en 1954, comenzó a escribir para publicaciones de su congregación, en particular para Familia Cristiana, que en ese momento se estaba convirtiendo y sería durante muchos años el semanario de mayor difusión en Italia.
Le apasionaba la figura de María y por ese motivo le nombraron director de la revista mensual Madre de Dios, de amplia difusión en su país.
Así cumplió los 56 años, desbordando entusiasmo a su alrededor y mucho humor. Entonces sucedió algo totalmente inesperado: el entonces arzobispo vicario de la diócesis de Roma, el cardenal Ugo Poletti, al ver que el exorcista de Roma, el padre Candido Amantini, llevaba 36 años en ejercicio, pidió al padre Amorth que le ayudara, confiriéndole la facultad de exorcista.
«El exorcista suele morir por problemas de corazón
«Eso me ha permitido llegar a viejo», me confesó en una entrevista que me concedió el 27 de abril de 1997, en su residencia, la casa sacerdotes comunicadores de la Sociedad de San Pablo en Roma.
«El exorcista suele morir por problemas de corazón», siguió diciéndome, pues «vivimos emociones muy fuertes constantemente. Como yo he empezado tarde a ser exorcista, he podido llegar a viejo», me dijo medio con la sonrisa socarrona que le acompañaba frecuentemente.
Miles de exorcismos
En los primeros años, aprendiendo de su maestro, el padre Amantini, Amorth se mantuvo discreto. Pero poco a poco su nombre fue esparciéndose, primero entre las personas que buscaban resolver un problema que, de una manera u otra, atribuían a algún tipo de posesión demoníaca.
Según él mismo me explicó, entre 1986 y 2007 atendía a unas nueve personas al día. «En muchos de los casos, las personas creen estar poseídas por el demonio, pero se trata más bien de problemas psíquicos, psiquiátricos o de salud», explicaba. «Mi objetivo consiste en discernir, orientar hacia profesionales los casos que requieren sus servicios, y hacer el exorcismo únicamente a aquellas personas que realmente lo necesitan».
Pronto ya no daba abasto para responder a todas las peticiones de personas que pedían su auxilio: le llagaban casos de toda Italia y de otros países, incluso de España.
La gran victoria del diablo
Comprendió así el motivo por el que el cardenal vicario de san Juan Pablo II llamó a ser exorcista a un viejo lobo de mar con 33 años de experiencia en medios de comunicación. Amorth podía afrontar lo que él consideraba la gran victoria del diablo: hacer creer a los cristianos, sobre todo a los sacerdotes y obispos, que el demonio no existe. Y, si no existe el demonio, tampoco tiene sentido mantener la figura del exorcista.
De este modo, en los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado, las diócesis se quedaron sin exorcistas y las personas que necesitaban su ayuda totalmente abandonadas. Era conmovedor ver cómo el padre Amorth sufría con estas personas que al no poder recurrir a un exorcista no encontraban solución a su drama existencial.
De este modo, junto a su labor de exorcista, comenzó otra no menos importante: sacudir la conciencia de los pastores para que no dejaran a tantas personas abandonadas. Comenzó a grabar programas de radio y televisión, a escribir artículos y libros, a dar entrevistas…
Después de haber ayudado a tantas personas afligidas por penas terribles, su mayor éxito fue precisamente convencer a muchos obispos de todo el mundo para que restablecieran la figura del exorcista en sus diócesis.
Un exorcista por catedral
«En cada catedral, debería haber un exorcista», me dijo en una ocasión el padre Amorth. «Esto ayudaría a tantas personas que sufren, pues si el exorcista es auténtico sabe escuchar, acoger, aunque no tenga ante sí un caso de posesión diabólica».
Por este motivo, consideraba que su gran éxito fue la creación de la Asociación Internacional de Exorcistas, en 1990, de la que fue presidente hasta a los 75 años, en el año 2000, permaneciendo después como presidente honorario hasta su fallecimiento.
Veremos si el padre Amorth de Russell Crowe se parece al exorcista de Roma.