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los Franciscanos de la Renovación, trabajan y viven en el Harlem y el Bronx con los pobres.

Los Franciscanos en Harlem y el Bronx: el Evangelio entre drogas y rap

Trabajan y viven en el Harlem y el Bronx con los pobres y en la lujosa calle Park Avenue, rezan delante de clínicas abortistas para intentar que las mujeres no ingresen

Son jóvenes de clase media y universitarios, estos son los Franciscanos de la Renovación, trabajan y viven en el Harlem y el Bronx con los pobres y en la lujosa calle Park Avenue, rezan delante de clínicas abortistas para intentar que las mujeres no ingresen. Un carisma que nace en 1987 con la inspiración de la reforma capuchina del siglo XVI.

Hace casi 40 años, 8 frailes franciscanos capuchinos deseosos vivir plenamente la vida evangélica y el ideal franciscano se unieron para iniciar la Comunidad de los Franciscanos de la Renovación, Franciscans Friars of the Renewal (C.F.R.), cuyo espíritu y apostolado tienen su origen en la reforma capuchina del siglo XVI.

Su historia empieza en 1987, san Juan Pablo II fue una enorme fuente de inspiración, así con el ímpetu por vivir el Evangelio, pronto esos 8 frailes se encontraban trabajando en un barrio del sur del Bronx en Nueva York, un barrio donde la droga abunda, los indigentes y una población con bajos recursos. Como todo inicio fue complicado y dejar su congregación fue un proceso difícil en el que no todos sus hermanos capuchinos comprendieron los motivos de su decisión.

En su viaje al centro del Evangelio en el mismo Bronx, recibieron ayuda del arzobispo de Nueva York, cardenal O´Connor y de la Madre Teresa de Calcuta. Una obra que comenzó con 8 frailes ahora, más de 120 hermanos, cuya vida de oración es muy intensa, de varias horas repartidas a lo largo del día pero que incluye adoración al Santísimo cada día y el santo rosario en comunidad, además consideran que la calidad de las vocaciones es más importante que la cantidad de éstas.

Quiénes son

Esta comunidad vive en cinco hogares diferentes en los sectores más pobres de Nueva York: dos en el Bronx, dos en Yonkers y uno en Harlem. Los hermanos se mantienen gracias a donaciones. En los retiros que ofrecen en varios puntos del país reciben una suma importante de dinero que les permite pagar los impuestos y gastos de alimentación.

En el Bronx tienen un complejo que ocupa una manzana. Allí se encuentra un hogar transitorio que alberga a 80 hombres de la calle por noche. También está la Iglesia (San Crispín), donde distribuyen bolsas de comida una vez por semana a 130 personas.

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En Harlem viven los novicios. Desde este monasterio (San José) organizan: la distribución de comida por las calles de Manhattan una vez a la semana, la catequesis a los menores en Dobbs Ferry y las manifestaciones pacíficas que realizan frente a clínicas abortistas para convencer a las mujeres a que den a luz a sus hijos.

Cada sábado por la mañana, de 7:30 a 12 se ponen frente a las clínicas abortistas, en Park Avenue y la Calle 30, en pleno barrio opulento de Manhattan, por lo menos 10 hermanos se instalan para rezar y tratar de convencer a las mujeres de no abortar.

Pobreza absoluta

Los hermanos que viven en el Bronx, como los que lo hacen en Yonkers o los noviciados de Harlem, todos tienen un estilo de vida similar. En dos palabras: apostolado y oración.

La música es un elemento clave para entenderlos. Varios de sus miembros han participado en grupos de rock y no tienen intención de abandonar su pasión por los instrumentos. Más aún, los superiores les fomentan estos talentos.

La mayoría de los días se lo pasan haciendo lo que ellos llaman –Capuchinizing– es adecuar los espacios que les ceden para que sean confortables para las personas que pasan allí el día. En medio de estas cosas se las arreglan para servir a los adictos a las drogas, el abogado sin hogar, y enseñar a los niños que encontraron su camino en su puerta.

Los Franciscanos de la Renovación es uno de los varios ejemplos de órdenes católicas que están creciendo sostenidamente y atrayendo especialmente vocaciones jóvenes. Es un fenómeno curioso en la Iglesia Católica de los Estados Unidos, donde el número de religiosos ha caído fuertemente en los últimos 30 años.

Otra de las características de esta comunidad es que requieren absoluta pobreza, tienen una vida organizada y estructurada y horarios fijos para la oración. Sorprendentemente atraen a personas de 20 y 30 años. Esto contrasta con la edad promedio de los sacerdotes diocesanos que hoy, en los EE.UU., es de 58 años, según el Centro para Investigación en el Apostolado, de la Universidad de Georgetown.

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