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'La traición de Judas' de Giotto

La traición de Judas de Giotto

Semana Santa 2023

Miércoles Santo, el día de la traición de Judas por treinta monedas

El día de la traición que, finalmente, se cobró la vida de Judas y con treinta monedas de plata abandonadas por el suelo

El día que inicia la Pascua, el final de la Cuaresma. La jornada en que Judas Iscariote se reunió con los miembros del Sanedrín para terminar de decidir la condena a Jesús. Aunque aquello ya estaba decidido. El día de la traición que finalmente se cobró con su vida y con treinta monedas de plata que quedaron abandonadas por el suelo. La culpa y la vileza profetizadas; pobre Judas, que peso cargó con el cumplimiento de la profecía.

Las treinta monedas no fueron una cantidad casual: era el precio que se pagaba por un buen cordero pascual, y que hacía referencia en forma de alegoría al cordero que expiaba los pecados de los hombres.

Aquella mañana Jesús no fue al templo, sin embargo, profetizó su muerte en virtud de la presciencia, porque sabía lo que ocurriría. Sabía que llegaría. Mientras, los príncipes de los sacerdotes, es decir, los principales, los ancianos y el Sumo Sacerdote, Caifás, decidieron formalmente su muerte en asamblea. Tenían que hacerlo con rapidez, porque llegaban las fiestas de la Pascua y no deseaban formar revuelo: durante aquellas jornadas Jerusalén era un hervidero de gentes atareadas, alegres, bulliciosas y deseando la celebración anual. En este sentido, asombra la película de Mel Gibson, La pasión de Cristo, doblada en latín y arameo. Oír la dureza de ambas lenguas es acercarse a lo sucedido de una forma especial, en lo más cotidiano. No dejen de verla en estos días, la comida y la lengua tienen la virtud de acercar extraordinariamente a cualquier momento histórico.

Jesús conocía su tradición y dijo a los discípulos que lo prepararan todo para aquel día

'El prendimiento de Cristo' de Giotto

'El prendimiento de Cristo' de Giotto

La Pascua judía

Con la Pascua judía en ciernes, Pésaj, todo adquiría tintes festivos. Aquella era una fiesta antigua, en la que confluyeron la fiesta de los Ázimos y la de la Pascua, convirtiéndose con el tiempo en una única celebración. La noche de luna llena en que se celebraba la Pascua se pintaban los palos de las tiendas de los nómadas hebreos con sangre de un cordero (después las jambas de las puertas se adornaron con la mezuzá). También se comían tortas de pan sin fermentar y hierbas, y se terminó cenando aquel cordero sacrificado, bien asado. También eran los días de la cosecha, y para que todo lo nuevo ocupara un espacio doméstico había que desechar lo viejo. Las casas judías se limpiaban exhaustivamente los días anteriores para eliminar todo resto de fermentación. La harina nueva no debía contaminarse con la vieja, todo se revisaba con sumo cuidado. Había que evitar el Jametz, lo fermentado.

Todo era un puro revuelo en Jerusalén, preparando lo necesario para la celebración magna. De ser una fiesta familiar, incluso mágica en sus orígenes, se convirtió en una fiesta social, religiosa, de unión de las comunidades judías, para todo el pueblo de Yahvé. Era importante porque había desarrollado una liturgia, porque promovía la llegada de peregrinos a Jerusalén y porque todos los judíos la celebraban en el desarrollo de una cena especial y cargada de símbolos. Se reunían alegremente la familia y los amigos, que quizás solamente se veían en esa ocasión anual. Pésaj, que significa «salto», o incluso «protección», significa la protección de los judíos de las plaga egipcia de los primogénitos. La plaga saltó sobre ellos sin afectarles, Dios les protegió y continuó su vitalidad como pueblo.

Jesús conocía su tradición y dijo a los discípulos que lo prepararan todo para aquel día, que celebrarían como correspondía.

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