Ser monja por una semana: la propuesta inédita que lanza una comunidad cisterciense
El Monasterio de Nuestra Señora de Vico propone experimentar durante siete días la vida monacal como una oportunidad única para encontrarse con Dios
¿Te has imaginado en alguna ocasión cómo es la vida cotidiana en un monasterio? Ahora cualquier mujer podrá responder a esta pregunta y vivir la experiencia.
La madre Isabel Rivero Navarro, abadesa del monasterio de Nuestra Señora de Vico (Arnedo, La Rioja), concede una entrevista a El Debate para presentar una propuesta inédita.
Al vivir en clausura, las monjas contemplativas no pueden salir, así que proponen entrar a quienes tengan interés en conocer y experimentar cómo es su vida diaria, un «regalo» por el que cada día estas monjas de clausura dan gracias a Dios.
La experiencia podrá hacerse en cualquier mes del año. Se aceptan incluso a mujeres no católicas. De hecho, cristianas de otras confesiones, podrán participar en esta experiencia, cuyo único requisito es tener entre 18 y 60 años.
«Esta experiencia que ofrecemos, no es vocacional, el fin es que las participantes puedan descubrir el tesoro de la vida monástica, ver lo que implica una vida de oración y de trabajo, en la sencillez, mantener a lo largo del día el clima de oración, gracias al silencio», explica la madre Isabel.
La madre Isabel hace especial hincapié en que vayan mujeres casadas, madres de familia, para que compartan en sus casas la riqueza de la vida monástica y los valores cristianos.
«Admitimos mujeres casadas, que vuelvan a sus familias con un espíritu renovado y de este modo ser un faro para su familia, si no hay familia no hay nada», confesó la superiora cisterciense.
La madre Isabel aclaró que esta experiencia requiere al menos de siete días, pues las personas, en general, necesitan como mínimo cuatro días para adaptarse al ritmo de los horarios del monasterio, donde las oraciones comienzan muy pronto por la mañana.
«Lo que queremos –cuenta la madre Isabel, cuya comunidad sigue la regla de San Benito–: que la gente pueda conocer el tesoro que es esta vida y pueda encontrarse con Dios. Que pueda pararse y encontrarse con Dios. A veces, no tenemos el tiempo de pararnos».
La madre abadesa aclaró: «No admitimos más que a dos personas a la vez, porque van a dormir en nuestro dormitorio, y van a estar compartiendo la vida con nosotras. Preferimos que sea una persona sola para poder hablar con ella, atenderla, y orientarla un poquito. Pero podemos acoger a un máximo de dos personas».
Bromeando, la abadesa aseguró que no le quitará a nadie el móvil al entrar al monasterio; pero sí pide, que eviten llevar el teléfono.
La madre Isabel aclaró que las religiosas no piden ninguna contribución económica a quien quiera hacer esta experiencia monástica: «No cuesta nada. Las participantes solo tienen que compartir el trabajo. Si alguien tiene posibilidad, y quiere, puede dejar un donativo. Pero solo tienen que compartir la vida del monasterio».
La madre Isabel, lleva años discerniendo sobre esta iniciativa, que retrasó a causa de la pandemia, es la manera con la que esta comunidad cisterciense, responde al llamamiento lanzado por el Papa Francisco de «salir a las periferias».