Las monjas también votan aunque solo hablen lo estrictamente necesario
Su atuendo destaca entre el resto de los votantes hasta el punto de acaparar la atención de todas las cámaras
Las imágenes de monjas entregando su sobre en los colegios electorales son las más recurrentes en las jornadas de sufragio. Su atuendo destaca entre el resto de los votantes hasta el punto de acaparar la atención de todas las cámaras.
Las monjas de clausura viven en sus monasterios y conventos lejos del mundo exterior y dedicados a la oración y al trabajo. Su vida se rige por unas normas estrictas que limitan su contacto con el exterior y su participación en la vida social y política. Sin embargo, esto no significa que renuncien a su condición de ciudadanas y a su derecho al voto.
Monjas y ciudadanas
Sor Arminda, (Concepcionista Descalza en Toledo) y sor Aurora (Agustina Descalza en Valencia) cuentan para El Debate, como es para una monja de clausura, una jornada electoral.
Según el artículo 23 de la Constitución Española, todos los ciudadanos tienen el derecho de participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal. Este derecho no excluye a las monjas de clausura, que pueden ejercerlo siempre que cumplan los requisitos legales para ser electoras y no estén inhabilitadas por sentencia judicial firme.
Ir a votar no es una opción sino una obligación ciudadana que las monjas de clausura entienden, aceptan y ejecutan.
«Nos llegan las cartas para informarnos, donde nos toca votar buscan por padrón donde les corresponde votar y nos acercamos al colegio de a dos o de a tres; según las actividades que tengamos que hacer en la casa. Se trata de cuidar un espacio nuestro y de Jesús; no solo intentamos no salir sino no dejar entrar, salvo que tengamos algún problema que no podamos resolver entre nosotras», cuenta para El Debate Sor Arminda, Concepcionista Descalza de Toledo.
Para poder votar, las monjas de clausura deben estar inscritas en el censo electoral correspondiente a su domicilio habitual, que suele ser el convento donde residen. Además, deben solicitar una dispensa de votos a su superiora o al obispo diocesano, que es quien autoriza su salida temporal de la clausura para acudir al colegio electoral más cercano.
Sor Aurora, monja agustina de Benigánim (Valencia) afirma: «Somos monjas pero también ciudadanas, tenemos permiso para salir al médico, a comprar… aunque estamos muy ajenas a la campaña, sí que votamos y las mayores por correo».
Con el hábito
La dispensa de votos es una medida excepcional que se concede solo por motivos graves y justificados, como una enfermedad grave, una visita familiar importante o un deber cívico como el voto. La dispensa debe ser solicitada con antelación y debe especificar el motivo, el lugar y el tiempo de la salida. La superiora o el obispo pueden denegar la dispensa si consideran que no hay causa suficiente o que puede perjudicar la vida comunitaria o la fidelidad a la clausura.
Las monjas de clausura que obtienen la dispensa de votos deben cumplir una serie de normas durante su salida. Deben ir vestidas con el hábito religioso, no pueden hablar con nadie salvo lo necesario, deben ir acompañadas por otra monja o por una persona de confianza y deben regresar al convento lo antes posible. Además, deben votar según su conciencia y su criterio, sin dejarse influir por nadie ni revelar su voto a nadie.
En el mundo
Las monjas de clausura que no obtienen la dispensa de votos o que prefieren no solicitarla pueden optar por el voto por correo, que es un sistema que les permite enviar su papeleta por correo ordinario al colegio electoral correspondiente. Para ello, deben solicitar el certificado de inscripción en el censo electoral a la Delegación Provincial de la Oficina del Censo Electoral, recibirlo en el convento, elegir la papeleta que desean, introducirla en el sobre junto con el certificado y enviarlo por correo antes del plazo establecido.
El voto de las monjas de clausura es un acto de responsabilidad y de libertad que demuestra su compromiso con la sociedad y con la democracia. Aunque su vida se desarrolle en el silencio y la oración, no son ajenas a los problemas y las necesidades del mundo. Por eso, cada vez que hay elecciones, muchas de ellas deciden salir de la clausura para ejercer su derecho al voto y contribuir al bien común.