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Francisco Cerro Chaves

Francisco Cerro Chaves

Francisco Cerro, arzobispo de Toledo: «En España tenemos un secularismo acomplejado y galopante»

El cacereño arzobispo de Toledo, sede primada conversa en El Debate sobre su infancia y vocación, su vida como obispo y el panorama de la fe en España

Monseñor Francisco Cerro nació el 18 de octubre de 1957 en Malpartida de Cáceres. Fue ordenado sacerdote en Toledo, el 12 de julio de 1981. Cursó los estudios de Bachillerato y de Filosofía en el Seminario de Cáceres, completando los Estudios Teológicos en el Seminario de San Ildefonso, de Toledo, hoy es el arzobispo de la Sede Primada de España.

Fue ordenado sacerdote en Toledo, el 12 de julio de 1981. El Santo Padre le nombró obispo de Coria-Cáceres el 21 de junio de 2007. Recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de la diócesis, el 2 de septiembre de 2007. El 27 de diciembre de 2019 se hizo público su nombramiento por el Santo Padre Francisco como arzobispo de la sede Metropolitana de Toledo, Primada de España. Desde ese día ha sido arzobispo electo de esta archidiócesis y administrador apostólico de Coria-Cáceres. Tomó posesión como arzobispo de la archidiócesis de Toledo el 29 de febrero de 2020.

Familia y vocación

–¿Cómo fue su infancia, su familia, era muy religiosa?

–Estuvo tejida por la normalidad y sencillez de una vida en mi pueblo Malpartida de Cáceres. Mi padre era ferroviario y mi madre trabajaba en casa. Eran cristianos de toda la vida. De misa de domingo. En mi familia se dieron vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida religiosa.

–¿Cómo fue su llamada al sacerdocio?

–Mi llamada brota como raíz de una experiencia de ejercicios espirituales en la casa de espiritualidad de la Virgen de la Montaña de Cáceres. Me parece que se acerca, aquello que decía Carlos de Foucauld «cuando descubrí que existía Dios, me di cuenta que solo podía vivir para él». Tenía 14 años. Después de un tiempo de acompañamiento, a los 17 años ingresé en el seminario de Cáceres y terminé mis estudios en el seminario de Toledo.

Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo

Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo(c) Miguel Angel Olmos Iglesias. www.olmosfotografia.es

Cáceres y Toledo

–Esa generación de sacerdotes que dio Toledo, con Marcelo al mando, son unos «top 10». ¿Cómo se lo explica?

–Marcelo nos marcó a muchos sacerdotes, nos enseñó a una espiritualidad clásica y sólida, con los grandes maestros de la espiritualidad sacerdotal, el cura de Ars, san Juan de Ávila, san Juan de la Cruz, Teresa de Jesús. También nos enseñó a amar apasionadamente a la Iglesia y al Papa. Nos decía el Papa es Pedro, sencillamente Pedro.

Formó sacerdotes que se destacaban por su deseo de santidad. Recuerdo que Marcelo nos contaba lo que le ocurrió en una salida de una audiencia con el Papa Juan Pablo II que se encontró con la Madre Teresa de Calcuta, y le dijo la santa de los pobres: «le doy las gracias por la espiritualidad tan profunda de los sacerdotes de Toledo, pero también sobre todo, por su formación, tan fiel a la Iglesia y tan sólida».

–¿Qué recuerdos tiene de su paso por Cáceres?

–Mi paso por Cáceres y luego como obispo de Coria-Cáceres ha sido un tiempo de mucho gozo en mi vida, que compensaba con creces los sufrimientos. Siempre he dicho que los extremeños son las mejores personas del mundo. Recuerdo sobre todo que estuve casi dos años siendo obispo, atendiendo algunos días a la semana a pueblos de las Hurdes y de capellán en el Cotolengo. Los pobres siempre me han evangelizado. El clero de Coria-Cáceres era muy bueno y trabajador. También muy bien preparado. Fueron años llenos de deseo de evangelizar, de llevar a la gente la riqueza que tiene la Iglesia que se llama Jesús.

Obispo

–Ser obispo, ¿cambia la vida?

–La vida de un obispo, si queremos ser coherentes, cambia por completo, el paisaje y todo. Siempre pedí al Señor y a su Madre no perder ni la sencillez de mis raíces humildes, ni la profunda convicción de nunca instalarme en la queja, como el cáncer de la vida, sino en el agradecimiento por todo lo recibido. Como vida plena y feliz, como canta María en el Magnificat. Me ayudó como cristiano, sacerdote y obispo orar mucho para crecer por dentro y servir por fuera, especialmente a los sufrientes.

–Cómo ve la fe en España, mucho grupo de jóvenes, pocas vocaciones, muy polarizado… ¿Vivimos una fe infantil? ¿Poco sólida?

–En España veo la realidad de la Iglesia, con innumerables realidades positivas y los retos de dar respuestas urgentes. Tenemos un secularismo acomplejado, galopante, en una sociedad cansada. Falta de coherencia cristiana ante los retos, la necesidad de una laicado en la vida pública, capaz de hacer frente a un mundo que va perdiendo sus raíces cristianas y el norte de los valores cristianos. El haberse roto el cauce de la transmisión de la fe en la familia, el desprecio de la vida, desde su concepción hasta el final natural, el paro de los jóvenes, el no acoger e integrar a los que vienen de fuera, el no cuidar las clases de religión y el no apoyar a los colegios concertados, hace una sociedad poco coherente, con guerras abiertas, que no cuida la creación y con un mundo enfermo, donde no se cuidan a los más vulnerables.

–¿El estado de la Iglesia es la que no atrae vocaciones o es el mundo que les distrae con nuevos ideales, lujo, riqueza, fama?

–Está claro que las vocaciones no se dan donde prevalece lo ideológico, sino la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Donde se exige una vivencia del Evangelio y no se convierten ni los seminarios ni los noviciados en laboratorios para todo tipo de experiencias, poco evangélicas, donde no se cuida lo más importante y urgente, la unión con Cristo, una formación sólida, una fidelidad al magisterio de la Iglesia y una pasión por evangelizar, por servir a los pobres.

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