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Imagen de una parroquia en Kenia

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Un sacerdote es agredido por una turba en Kenia tras intentar salvar a unas niñas de la mutilación genital

Amos Kimutai, conocido en la zona por su lucha contra la mutilación femenina, estaba preparándose para oficiar una boda cuando comenzó a escuchar lo que reconoció «ruidos de circuncisión por las canciones que entonaba la multitud»

El párroco de la pequeña comunidad de san Kizito, de la diócesis keniata de Eldoret, ha resultado gravemente herido tras ser atacado al intentar salvar a unas jóvenes de la mutilación genital, en los exteriores de los locales parroquiales. Según ha contado el mismo sacerdote, Amos Kimutai, conocido en la zona por su lucha contra la mutilación femenina, estaba preparándose para oficiar una boda cuando comenzó a escuchar lo que reconoció «ruidos de circuncisión por las canciones que entonaba la multitud».

Intentó llamar a la policía para denunciar lo que estaba ocurriendo, pero no respondieron. Entonces, decidió salir: «Empecé a oír los altercados fuera de nuestra valla desde las 6 de la mañana. Oír los gritos asustados de las jóvenes me provocó y salí a intentar rescatarlas. Allí fuera, al aire libre, había un grupo de seis hombres armados con palos y machetes. Los hombres rodearon a las ancianas que estaban practicando la circuncisión», cuenta a ACI África.

Cuando intentó alejar a los hombres del grupo, se abalanzaron sobre él. «Me golpearon mucho. Tengo moratones en la cabeza, el cuello y la espalda. También me hirieron las manos al intentar bloquear sus golpes», afirma. Finalmente, no pudo salvar a las niñas y tuvo que buscar la manera de escapar.

Los hechos tuvieron lugar el pasado 9 de diciembre. Tan solo dos días después, mientras Amos Kimutai se recuperaba en el hospital, un policía retirado que rescató a otro grupo de niñas de la circuncisión forzada en Embobut fue apedreado hasta la muerte y su cuerpo quemado en un colchón.

Según este sacerdote, que proviene de la subtribu Marakwet de la comunidad Kalenjin, la circuncisión se realiza cada 10 años, y la última se llevó a cabo en 2014. Kimutai explica que el pueblo observa las estrellas y dependiendo de su alineación, se interpreta como una señal para iniciar la mutilación. «Se circuncidan niños y niñas. Algunos suelen ser niños pequeños de menos de nueve años, mientras que otros son mujeres casadas», explica.

Debido que estas prácticas han sido ilegalizadas en Kenia, quienes las practican no toman precauciones sanitarias. El padre Amor describe el proceso como «muy antihigiénico». La circuncisión es apreciada en ciertas comunidades y quienes se niegan a hacérsela sufren estigmatización. «Nadie elige casarse con una mujer incircuncisa. Un hombre que se casa con una mujer no circuncidada es ridiculizado entre sus compañeros», cuenta el sacerdote.

Mientras que algunas mujeres mayores ceden a la presión social para someterse a la circuncisión, los niños son a menudo obligados a hacerlo. Algunas de las jóvenes que son salvadas de la mutilación genital son acogidas por la parroquia de san Kizito y derivadas a un centro a varios kilómetros de la parroquia para protegerlas de los matrimonios forzados.

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