Semana por la Oración de la Unidad de los Cristianos
¿Qué es el ecumenismo y por qué se celebra una semana por la unidad de los cristianos?
Paul Couturier fue quien instituyó y consolidó la celebración de esta semana ecuménica y quien la propagó y dio a conocer en la Iglesia católica, siendo un joven seminarista francés
Para conocer el sentido y la importancia de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra del 18 al 25 de enero de cada año, hay que adentrarse en los sentimientos del corazón de Cristo. Se trata de una cuestión de intimidad con Jesús que la noche antes de su Pasión pidió expresamente al Padre por la unidad de sus discípulos: «Padre, que todos sean uno, como Tú en mí y yo en Ti, para que el mundo crea que Tú me has enviado», (Jn 17,21).
Este deseo del Señor Jesús es de donde nace el ecumenismo y lo que nutre y alienta todo esfuerzo, todo trabajo, toda oración por la unidad de los cristianos. Porque cuando amamos a alguien sus deseos, sus intereses y su preocupación pasan a ser nuestros, nos interpelan a nosotros y los abrazamos como propios. Se trata de una cadena: Jesús ha hecho suyo el amor del Padre por sus hijos y por ellos, por nosotros, se encarna y se entrega; nosotros, por amor a Jesús, hacemos propio su amor por cada ser humano y, por eso, la constante preocupación de la Iglesia por la vida de los hombres, por su salvación, por su unidad.
Cada cristiano está llamado a ser un eslabón de esta cadena de amor y, a lo largo de la historia, la conformación con los sentimientos de Cristo ha hecho que sus palabras, sus gestos, sus actitudes concretas permanezcan vivas en sus discípulos. Y así como san Antonio, cuando escuchó en la lectura del Evangelio: «Ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres», sintió que esas palabras estaban dirigidas a él, otros hermanos cristianos han sentido las palabras de Jesús de la noche antes de su pasión pidiendo por la unidad de los discípulos como una llamada especial para ellos.
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El monasterio invisible
Uno de estos «apóstoles de la unidad» es Paul Couturier que, en realidad, fue quien instituyó y consolidó la celebración de esta semana ecuménica y quien la propagó y dio a conocer en la Iglesia católica. Siendo un joven seminarista francés, después de unos ejercicios espirituales, con apenas algo más de 20 años, sintió un impulso interior de ayudar a los exiliados rusos de la revolución que llegaban en masa a su ciudad, Lyon. Esto propició que pudiera familiarizarse con la Iglesia ortodoxa y sus costumbres. Poco a poco, este primer gesto de cercanía se extendió a hermanos de otras confesiones. La proximidad y la amistad hacían posible el conocimiento, la relación y la mutua comprensión hasta crear entre todos lo que él denominaba «el monasterio invisible», es decir, él concebía la comunión por la oración como un verdadero techo común, un amparo, un espacio de verdadero encuentro y convivencia entre todos los cristianos; porque Couturier estaba convencido de que los muros que nos separan no llegan a levantarse hasta el cielo.
Lo que en los años 30 del siglo pasado podía parecer la llamada personal de un sacerdote francés se propagó como un fuego y hoy la semana de oración por la unidad es la celebración ecuménica más importante del año. Cada año la prepara una Comisión Mixta oficial de cristianos que representan distintas confesiones, generalmente de un mismo país o comunidad y que, guiados por la Palabra de Dios, ofrecen un itinerario para ahondar en la espiritualidad de comunión reavivando la llamada a la conversión.
Este año los materiales nos llegan desde Burkina Faso, donde los cristianos viven como minoría perseguidos y amenazados por su fe. En medio de esta situación, el icono evangélico que han elegido para la semana es el del buen samaritano (Lc 10,25-37), convencidos de que solo el amor es la fuerza capaz de vencer toda disensión, toda violencia y todo miedo. Es conmovedor ver cómo hermanos que han visto asesinados a otros hermanos por la fe, cuyas iglesias han sido cerradas, que sufren el rechazo y la exclusión por su identidad de bautizados responden a la violencia y al odio con el amor, el perdón, la unidad y la esperanza.
Los cristianos de Burkina Faso son, sin duda, eslabones de la cadena del cristianismo que testimonian hoy entre nosotros la presencia viva del Resucitado que mientras muestra las heridas de la pasión, sus manos traspasadas y el costado abierto, anuncia a todos la paz.
- Hna. Carolina Blázquez Casado es directora de la Cátedra Extraordinaria de Teología de la Vida Consagrada de la Universidad Eclesiástica San Dámaso.