Entrevista con Santiago Martín, sacerdote y escritor
«La Virgen es hoy nuestra esperanza, porque es la que pisa a la serpiente»
El célebre sacerdote y periodista Santiago Martín, habla para El Debate sobre el papel de María en este momento histórico
Con más de 200.000 ejemplares vendidos en todo el mundo, El evangelio secreto de la Virgen María se ha convertido en el más importante bestseller de la literatura espiritual contemporánea escrito en español. Su autor, el célebre sacerdote y periodista Santiago Martín, habla para El Debate sobre el papel de María en este momento histórico.
–El Evangelio secreto de la Virgen María se ha convertido ya en un clásico de la literatura católica. Este año se cumplen 25 años de su publicación, y el libro se sigue leyendo, recomendando, regalando… ¿Cuál es el secreto de su éxito?
–Yo no he tenido nunca ninguna aparición, ni ninguna audición, ni nada parecido. Pero siempre tuve la impresión de que era un libro escrito a cuatro manos. Cuando lo escribí, yo trabajaba en el periódico Abc. Gracias a Dios siempre he sido una persona muy disciplinada, de modo que cada día, después de levantarme, celebrar la Santa Misa, y hacer oración, tenía la disciplina de dedicar una hora a escribir, antes de ir al periódico. Pero con este libro me ocurrió una situación muy especial, porque me costaba muchísimo escribirlo y, después de esa hora, yo me quedaba agotado físicamente. Así que antes de ponerme a escribir, sentía una gran dificultad, incluso diría que sentía casi una cierta repugnancia por lo cansado que me quedaba. Es algo que no me había pasado nunca antes, ni me ha pasado después con ningún otro libro. En cambio, una vez que me sentaba y ponía las manos en el teclado, ocurría algo sorprendente: esa repugnancia desaparecía y, no es que empezase a escribir, es que aporreaba el teclado de lo rápido que lo hacía. Y, con mucha frecuencia, mientras lo escribía, lloraba. Por eso digo que, sin apariciones, ni audiciones ni nada de eso, tengo la impresión de que es un libro escrito a cuatro manos entre la Virgen y yo. Simplemente, sentía que la Virgen hablaba a mi corazón. Y esa experiencia verdaderamente única es lo que hace que sea un libro especial.
–¿Ha recibido testimonios de los lectores para saber qué impacto tenía en ellos? ¿Le ha llegado algún testimonio de conversión?
–Sé que ha habido muchas personas que han redescubierto, o descubierto por primera vez, a la Virgen María; sé que muchas personas se han sentido tocadas en el corazón para amar más al Señor, y que ha causado muchas conversiones. Pero como digo es un libro escrito a cuatro manos, así que la parte de la conversión se debe a lo que haya puesto ella para tocar el corazón a través del libro.
–Más allá de la parte técnica, ¿cómo se escribe un libro así? ¿Tuvo algún tipo de preparación espiritual?
–El Evangelio secreto de la Virgen María no era el primer libro que había escrito. El hecho concreto que me llevó a hacerlo fue la publicación por Humberto Eco, primero de la novela y después de la película El nombre de la rosa. Es una historia que engancha desde la primera página y una muy buena película, pero donde la Iglesia católica queda muy mal y la deja a los pies de los caballos. Y pensé que si una novela puede hacer tanto daño, entonces podíamos hacerlo al revés. No con una trama medieval, sino yendo a la Virgen. Pero, junto a esto, lo que hay tras el libro es una experiencia de relación personal con la Virgen desde que tengo uso de razón. Para mí, desde niño, la Virgen lo es casi todo, porque todo sólo puede serlo Dios.
–¿Por qué hay tantas personas que, aun casi sin ir a la Iglesia y sin poner en práctica su fe, tienen una sin embargo una afinidad real con la Virgen?
–Porque la Virgen María tiene el don de tocar el corazón. Muy especialmente después del Concilio Vaticano II, hemos convertido la fe en una cuestión muy racional. Y es muy importante la razón, pero hemos olvidado la gente sencilla. Esa gente sencilla, que no tiene nada que ver con tener o no un alto nivel cultural, además de la razón, necesita que le toquen el corazón. Ese es el don que tiene la Virgen: tocar el corazón, hacerte sentir cercano a Dios. Porque ella es la madre, ha pasado por todo lo que un hombre o una mujer puede pasar, ha sufrido, ha tenido fe, ha tenido esperanza…. ¡Ha pasado por todo! Y ha demostrado cómo se puede amar a Dios en esas circunstancias. Eso es lo que te toca, lo que te impresiona y lo te acerca a Jesús.
–Ha escrito más de 30 libros, aunque los que mayor repercusión han tenido son las novelas. ¿Qué poder tiene la ficción para acercar los corazones a Dios?
–Aunque mis libros sobre doctrina los escribo siempre de un modo muy accesible para que los entienda cualquier persona, aunque no tenga cultura teológica, a través de una novela cualquier idea llega mejor. Si tienes muy clara cuál es la idea que quieres transmitir, las personas la reciben mejor, porque están leyendo una trama que capta su interés, que les entretiene… y que va cargada con un mensaje. Después de escribir La última aparición de la Virgen, me encontré con el cardenal Cañizares en la JMJ de Sídney, y me dijo: «Por tu culpa me he pasado dos noches sin dormir, porque no podía soltar el libro». Y aunque mi intención no era desvelar al cardenal Cañizares, creo que ese es el objetivo de una novela, y el motivo por el que es necesario recurrir a la ficción, y mejor si es ficción histórica, para transmitir un mensaje evangelizador.
–¿Y por qué, si es tan importante la ficción, en los últimos años la hemos descuidado tanto desde la Iglesia?
–Eso habría que preguntárselo a los que tienen la capacidad de escribir este tipo de libros, pero no lo hacen. Yo creo que es una cuestión personal: que haya personas que se lancen a escribir una buena obra narrativa, con ese fondo católico, para transmitir un mensaje evangelizador envuelto en una historia. En la literatura contemporánea sí ha habido grandes escritores así, aunque ahora no los haya. Ahí está El poder y la gloria, de Graham Green, por ejemplo; el libro de Julian Green sobre San Francisco, o no digamos Chesterton. Sí que ha habido gente que tenía un mensaje que dar, y que lo han envuelto en una historia para que, quedándote atrapado por la historia, recibieras ese mensaje. Eso es exactamente lo que hace Hollywood: te presentan un mensaje dentro de una historia, y a través de la simpatía con ese personaje, acabas asumiendo sus valores, que en muchas ocasiones no es que no sean valores cristianos, es que ni siquiera son valores humanos. Y entre los católicos claro que sería necesario hacerlo.
–Usted insiste mucho en la importancia de volver a María…
–Es que es importantísimo volver a María. En el Concilio Vaticano II hubo un debate fuerte cuando algunos padres conciliares quisieron que se hiciera un documento dedicado a la Virgen. Pero la mayoría, muy influida por los alemanes, decidieron incluirla dentro del Tratado sobre la Iglesia. Al margen de dónde quedó la Virgen María, la realidad es que en el pos-Concilio, desde esa hermenéutica de la ruptura, hubo muchísimos que dejaron de lado a María. Lo hicieron, por ejemplo, suprimiendo la piedad mariana, el rezo del rosario, e incluso yendo en contra de ella. Y al hacerlo, cada uno sabrá si consciente o inconscientemente, estaban haciendo el juego al demonio. Sobre esto tengo una anécdota muy, muy significativa.
–Pues usted dirá.
–Antes de estar construido este templo, que regimos los Franciscanos de María, lo único que teníamos era un módulo prefabricado muy pequeñito y muy modesto. Un día vinieron dos señoras, para decirme que su madre había fallecido, que tenían que vaciar la casa, y que tenían una imagen de la Virgen de Fátima. Era una imagen bastante grande, preciosa y antigua. Y resultó que aquella era la imagen que, al acabar la Guerra Civil, recorrió toda España en procesión, e incluso se habían producido sanaciones a su paso. Cuando terminó aquel recorrido, la colocaron en una parroquia en Madrid, e hicieron incluso una cofradía. La madre de aquellas dos señoras había sido la presidenta de la cofradía. Pero luego, después del Concilio, uno de los párrocos dijo que eso de la cofradía y de la imagen de la Virgen él no lo quería, y que si no se la llevaban, la guardaba en el desván.
–¿Y qué ocurrió?
–Al final, se la llevó a su casa la presidenta de la cofradía. Pero al morir, sus hijas nos la trajeron porque no sabían qué hacer con ella. Así que yo les dije: «Señora, esta es la parroquia María Virgen, Madre, así que ha llegado usted al sitio adecuado. Por favor, tráiganosla». Al día siguiente la trajo envuelta en una manta, en el asiento trasero del coche. Y aunque yo sabía que era para que no se dañase, me causó la impresión de que era como si trajeran a una persona clandestina. Era una imagen que había sido ocultada y que era introducida a escondidas… por miedo a los curas. Como era un prefabricado, tuvimos que colocarla encima de un archivador, que estaba dentro del propio templo. Celebramos la misa, rezamos unas oraciones marianas, y las señoras se fueron. Pero a la mañana siguiente, cuando llegó otro sacerdote, el padre Javier, y fue a abrir la iglesia… se encontró delante de la puerta una serpiente. Yo no sé cuántas serpientes habrá en Madrid, pero yo no he visto jamás una serpiente en Madrid. Sólo al día siguiente de haber recibido una imagen de la Virgen de Fátima. Al final, el padre Javier cogió una pala y la mató. Así que si ella es la que pisa la cabeza de la serpiente, como dice el libro del Génesis, María es hoy nuestra esperanza. Ella es la que salva a cada época de la Historia. Hoy hay un superávit de soberbia, así que tiene que haber un superávit de humildad. Y ella, que es la Madre de Dios, pero no es diosa, es nuestra salvación porque es la que nos da al Salvador.
–Hoy la Iglesia vive tiempos de particular agitación. ¿Qué papel puede jugar la Virgen en este momento histórico?
–Yo definiría la situación interna de la Iglesia como un momento de gran confusión. La confusión es la característica de esta época. Y la confusión genera inseguridad. Esa confusión se produce cuando hay personas que te ofrecen mensajes que aparentan ser verdaderos, por quien los ofrece, pero que en realidad son falsos. San Juan Pablo II decía que la primera caridad era la verdad. Y hoy, sin duda, la verdad es imprescindible, porque nos hace libres, y Cristo es el camino, la verdad y la vida. Pero la verdad puede ser dicha de una forma que haga daño. Y creo que la Virgen nos enseña a decir la verdad con caridad. Todo lo que se debe decir, tenemos que decirlo. Pero intentando no ofender. Cosa distinta es que el otro se sienta ofendido, porque, dentro y fuera de la Iglesia, hemos llegado a un punto en el cual unos tienen derecho a decir y a hacer lo que quieran, y otros no tenemos ni siquiera el derecho a disentir. Por eso hay que hacer este esfuerzo mariano de decir la verdad con caridad, para que la verdad no se convierta en algo contra alguien, ni menos en algo contra aquel que no está de acuerdo con ella. Yo tengo que proclamarte la verdad de Jesucristo, y lo voy a hacer, pero te la digo sin ánimo de ofender, humillarte, o hacerte daño. Eso es lo que buscan tantas personas que se acercan a María.