Además de san Joaquín y santa Ana, ¿quiénes fueron los otros abuelos de Jesús?
La identidad de los abuelos maternos de Jesús es más que conocida. San Joaquín y santa Ana están asentados en la tradición cristiana desde el siglo II d.C., e incluso son patronos de los abuelos. Pero, ¿qué se sabe de sus abuelos paternos?
Pocos temas han suscitado tanto interés a lo largo de los siglos como los años de la vida oculta de Jesús, en particular lo concerniente a su infancia y a sus relaciones familiares. La diferente forma de mencionar la genealogía de Jesucristo en los textos bíblicos no ha hecho sino incrementar la atención de teólogos, historiadores y fieles, que con desigual éxito han tratado de esclarecer aquellos detalles que permanecen ocultos de la vida familiar que el Hijo de Dios vivió antes de su ministerio público.
Uno de esos llamativos silencios es el que concierne a la identidad de los abuelos de Jesús. Pero, mientras que los nombres de los padres de la Virgen María, san Joaquín y santa Ana, son más que conocidos desde los primeros tiempos del cristianismo y han llegado hasta nosotros gracias a tradiciones basadas en textos apócrifos, la identidad de los padres de san José, y por tanto, de aquellos que figuraron como abuelos paternos de Jesús, es mucho menos clara.
Los abuelos maternos, sin lugar a dudas
Desde los primeros siglos del cristianismo, san Joaquín y santa Ana han sido venerados en la tradición cristiana como los padres de la Virgen María y, por ende, como los abuelos maternos de Jesús. Aunque no se les menciona en los Evangelios canónicos, su historia se encuentra en el Protoevangelio de Santiago, un texto apócrifo datado en torno al año 150 d.C.
Un texto que con casi plena seguridad conocieron personas casi contemporáneas a la familia de María, y que si bien incluye detalles bastante legendarios de la niñez de Jesús, es considerado de gran valor a la hora de referenciar los nombres de personas y los topónimos. Basta con pensar en cómo hoy en casi cualquier pueblo pequeño es posible conocer historias importantes protagonizadas por las familias del lugar, incluso remontándose a varias generaciones.
Un matrimonio piadoso
Así, según el Protoevangelio de Santiago (llamado también Evangelio de la Infancia), Joaquín y Ana eran una pareja piadosa que sufría la tristeza de no poder tener hijos. Joaquín se retiró al desierto para orar y ayunar, mientras Ana oraba en su hogar. Un ángel se apareció a ambos, prometiéndoles un hijo. Ana exclamó: «Vive el Señor, si doy a luz un niño o niña, lo dedicaré al Señor mi Dios y servirá en su templo todos los días de su vida». Así habría nacido María, consagrada desde el seno materno a ser, a su vez, la madre de Dios.
Aunque no figura en el texto bíblico, esta historia -con evidentes paralelismos respecto a otros nacimientos milagrosos, como el de Samuel o el de Juan el bautista- pronto se extendió entre los primeros cristianos, probablemente basada en el hecho de que el nombre de ambos fuese conocido por los apóstoles de labios de la propia María. Incluso en el siglo VI ya había basílicas en Constantinopla erigidas en honor de ambos.
Pero entonces, ¿por qué no se extendió la misma devoción hacia los abuelos paternos del Señor, padres nada menos que de san José?
El abuelo paterno: ¿Jacob o Helí?
Su ausencia en la tradición resulta tanto más llamativa cuanto que la identidad de uno de los abuelos paternos de Jesús, los padres de san José, sí que se menciona en los Evangelios de Mateo y Lucas, aunque con una notable discrepancia.
En la genealogía de Cristo que relata el primer capítulo del Evangelio de Mateo se dice: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo». Por otro lado, tras relatar el bautismo de Jesús en el Jordán, el capítulo 3 del Evangelio de san Lucas afirma: «Jesús, al comenzar [su vida pública], tenía unos treinta años, y se pensaba que era hijo de José, hijo de Helí».
Esta diferencia ha sido motivo de controversi a lo largo de los siglos, aunque la teoría más aceptada –expuesta también por Joseph Ratzinger en su obra sobre la infancia de Jesús– es que Mateo presenta la genealogía «legal» de Jesús a través de José, mientras que Lucas presenta la genealogía biológica, posiblemente a través de María. En todo caso, ambas genealogías coinciden con algo: Jesús es hijo de Dios y, gracias al linaje de José, es heredero del trono de David.
¿Cómo se llamaba la madre de san José?
Dado que su paternidad no era biológica, tampoco los padres de José eran abuelos de Jesús en sentido estricto. Sin embargo, sin ellos, el Mesías auténtico enviado por Dios tal vez no hubiese sido reconocido como heredero de David –aunque otros estudios apuntan a que también María descendía de linaje davídico–.
No obstante esta importancia radical para la vida de Jesús, la tradición cristiana nunca ha mostrado un especial interés por conocer a los padres de san José. Que, además, tal vez no hubiesen conocido a su nieto de ser cierta la visión tradicional de un san José más bien entrado en años, o que habrían tenido poco trato con él por haber vivido en Nazaret y no en Belén, de donde procedía la famiila de san José.
Por eso, a diferencia de los que ocurrió con los padres de la Virgen María, la identidad de la madre de san José es prácticamente desconocida: no hay referencias a ella en los textos bíblicos canónicos, y ni siquiera se la nombra en los apócrifos tempranos.
Raquel, Rafaela y otros nombres de leyenda
Selo algunas tradiciones cristianas muy posteriores, incluyendo algunas leyendas medievales, han intentado llenar este vacío, aunque con poca base histórica.
Así, en algunas de estas tradiciones se menciona el nombre de Raquel o el de Rafaela como la posible abuela paterna de Jesús, aunque estas referencias tienen tan poca evidencia documental que ni siquiera lograron penetrar en la devoción popular, y por tanto no han llegado hasta nuestros días.
Sea como fuere, una cosa es cierta: María y José tuvieron padres, y por tanto, Jesús tuvo abuelos maternos y paternos. Aunque para conocer la identidad de estos últimos... probablemente tengamos que esperar a verlos cara a cara en el cielo.