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Monseñor Eguren, uno de los expulsados, con dos miembros de SodalicioSodalicio

El arzobispo expulsado de Sodalicio por el Vaticano: «El Señor nos quiere junto a Él en la Cruz»

El prelado peruano lamenta que «nunca me fueron informadas de manera plena y precisa cuáles son las acusaciones en mi contra», que define como «actos gravísimos»

Monseñor José Antonio Eguren ha recibido la noticia de su expulsión hace unos días del movimiento Sodalicio «con amor, profundo dolor y obediencia». En una carta que hizo pública ayer miércoles, el arzobispo emérito de Piura (Perú) mostraba «a los hermanos que han sido expulsados conmigo, mi cercanía espiritual en estos momentos en que el Señor nos quiere junto a Él en la Cruz», en referencia a los otros nueve miembros del Sodalicio que se han visto obligados a abandonar la organización religiosa.

El Vaticano lanzó contra todos ellos la pasada semana una dura acusación de «abuso físico, incluso con sadismo y violencia; de conciencia, con métodos sectarios, y espiritual», aunque sin especificar qué acusaciones correspondían a cada uno de los ya ex miembros de Sodalicio. Según explica el propio prelado en su carta, «muchas personas en sus comunicaciones de estos días me han expresado su pena y mortificación por la forma como se ha comunicado nuestra expulsión, donde a un grupo de diez hermanos se nos atribuye a todos por igual, y sin ningún tipo de aclaración o precisión, actos gravísimos». «Haberlo hecho de esta manera, me advierten, constituye una injuria y un daño a la reputación y al buen nombre de todos los expulsados, así como a la justicia y a la verdad que siempre han guiado a Iglesia, más aún cuando uno de ellos es un obispo», subraya monseñor Eguren. «En mi caso, puedo asegurar que no he pasado por un debido proceso», asegura.

«Mi expulsión se da en un contexto muy particular, nada menos que en el año en que celebro 50 años de haber ingresado al Sodalitium Christianae Vitae, mi querida Comunidad, en la que aprendí a amar al Señor Jesús con el Corazón Inmaculado y Doloroso de la Madre, y a servir a la Iglesia como ella quiere ser servida», lamenta el prelado. «A lo largo de toda mi vida de sodálite sacerdote y de obispo, no he buscado otra cosa sino amar a la Iglesia y hacerla amar. Con ese mismo amor, con profundo dolor y obediencia, acojo esta decisión», confiesa.

Defiende su inocencia

Monseñor Eguren, sin embargo, defiende su inocencia, y apunta en su misiva que «guardo la esperanza de que cuando se conozcan en profundidad los hechos sobre mi caso, de los cuales considero que no se ha tenido conocimiento hasta ahora, se pueda reconsiderar la decisión adoptada» por la Santa Sede. Además, lamenta «que nunca me fueron informadas de manera plena y precisa cuáles son las acusaciones en mi contra». «Tengo la seguridad de que tarde o temprano la verdad se abrirá paso y con ella la auténtica justicia», enfatiza.

Pese a todas «las calumnias y mentiras en mi contra» a raíz del comunicado vaticano de condena, monseñor Eguren concluye su carta rogando «que no dejen de rezar por el Papa Francisco».