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El evangelista San Lucas, de Francisco Sans Cabot

El evangelista San Lucas, de Francisco Sans CabotMuseo Nacional del Prado

Lucas, el médico que nunca conoció a Jesús y aun así escribió dos libros de la Biblia

No se conoce dónde nació ni cuándo, ni tampoco cómo murió: si fue martirizado o pereció de viejo. San Pablo lo presenta en sus cartas como médico, pero conocía también algunas artes como la pintura

Las incógnitas son muchas en la vida de Lucas, el 'médico amado'. Se cree que era autóctono de Antioquía (o por lo menos que guardaba una estrecha relación con la ciudad), que no era judío y que su lengua materna era probablemente el griego. Pero se sabe que fue gran amigo y compañero de Pablo de Tarso, que le acompañó en muchos de sus viajes de evangelización e incluso en algún periodo en la cárcel, como en Jerusalén y en Roma.

No se conoce dónde nació ni cuándo, ni tampoco cómo murió: si fue martirizado o pereció de viejo. San Pablo lo presenta en sus cartas como médico, pero conocía también algunas artes como la pintura. Era un hombre instruido, cuyo nombre se ha asociado con el término griego Leukos, que significa «blanco» o «luminoso».

Cómo se convirtió es otro de los misterios, pero, sea como fuere (más o menos fechado en el año 40 d.C.), terminó asumiendo la autoría de un evangelio y del libro de los Hechos de los Apóstoles. Su texto da la versión más íntima de la Virgen María, que quizá pudo conocer en los últimos años de su vida. Algunas fuentes datan la Asunción de la madre de Jesús en torno al 43 y otros en el 48 d.C. Habría sido en este tiempo cuando se conociesen y María le contó cómo había sido la infancia de Jesús.

Lucas el Evangelista por El Greco

Lucas el Evangelista por El Greco

Él mismo reconoce en el prólogo de su Evangelio que tuvo que investigar mucho para «escribir la historia de los hechos que Dios ha llevado a cabo entre nosotros». Todo su relato de la Buena Nueva se lo dedica a Teófilo, cuyo nombre mismo significa «amigo de Dios», pero del que no se conoce ningún dato histórico. San Ambrosio lo explicaba diciendo que el Evangelio de Lucas «está escrito para Teófilo, es decir, para aquel a quien Dios ama. Si amas a Dios, entonces está escrito para ti».

En su Evangelio, Lucas relata los acontecimientos más íntimos de la vida de la Virgen, como la Anunciación, la Visitación o la Natividad, en los que va incluyendo también los sentimientos de María. La tradición cuenta que él mismo quiso ser enterrado junto a una imagen de la madre de Dios que él mismo había tallado y con la que se inicia el culto a la Virgen de Guadalupe (Extremadura).

Antes de morir, se sabe que viajó por la costa de Asía Menor, la actual Grecia e Italia, gracias a los Hechos de los Apóstoles. El primer lugar donde sus restos mortales reposaron es completamente desconocido, pero Jerónimo de Estridón cuenta que fueron trasladados a Constantinopla. Más tarde, ya en época de las cruzadas, san Lucas llegó a Padua (Italia) y desde entonces se le venera en la basílica de Santa Justina. En cambio, su cráneo está en Praga, donde fue enviado en 1354 por voluntad del emperador Carlos IV.

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