
Juan Pablo II en el papamóvil, a principios de la década de 1980
1978: el año de los tres Pontífices
En apenas 71 días, la Iglesia pasó por dos cónclaves y tres Papas, un hecho sin precedentes en la historia moderna
Uno de esos momentos de la historia que se sabe que no se repetirán en mucho tiempo es un cónclave, la reunión a puerta cerrada, bajo máxima seguridad y secreto, en la que los cardenales de la Iglesia eligen al sucesor de Pedro. Por eso 1978 fue un año atípico y significativo para los católicos: en el transcurso de 71 días el timón de la barca de Pedro fue conducido, junto con el Espíritu Santo, por tres Pontífices distintos: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.
El Pontífice del sufrimiento y la reforma
La primera sacudida llegó el 6 de agosto de 1978 cuando falleció Pablo VI tras 15 años de pontificado. Giovanni Battista Montini había guiado a la Iglesia en uno de los periodos más convulsos de la historia reciente: los años del Concilio Vaticano II y, sobre todo, las turbulentas décadas posteriores a su clausura. No fue un pontificado fácil. El Papa Montini tuvo que hacer frente a la polarización entre quienes querían una transformación radical de la Iglesia y quienes se resistían a cualquier cambio.
El Concilio, clausurado en 1965, había dejado abiertas muchas interpretaciones sobre el futuro de la Iglesia. Mientras unos abogaban por una renovación profunda que, en algunos casos, derivó en un progresismo eclesial sin límites, otros vieron en Pablo VI un freno insuficiente ante lo que consideraban una deriva peligrosa. La publicación de la encíclica Humanae Vitae en 1968 en plena revolución sexual, le valió duras críticas incluso dentro de la propia Iglesia. Muchos lo consideraron un Papa marcado por el sufrimiento, un líder que cargó con la cruz de un tiempo de enormes desafíos eclesiales y culturales.
Pocos meses antes de su muerte, el propio Pablo VI reconoció en una conversación privada que la Providencia parecía estar llamándolo a dar un paso a un lado para que otro, más fuerte y sin los lastres de las disputas de su pontificado, tomara las riendas de la Iglesia. Su muerte abrió el primer cónclave de 1978, sin que nadie imaginara que apenas un mes después se volvería a cerrar la Capilla Sixtina para elegir a otro sucesor de Pedro.El 'Papa de la sonrisa' que duró 33 días
El 26 de agosto, tras cuatro rondas de votación, el cardenal Albino Luciani fue elegido Papa y tomó el nombre de Juan Pablo I, en homenaje a sus dos predecesores inmediatos, Juan XXIII y Pablo VI. Su sonrisa y humildad cautivaron a los fieles de inmediato. Era un pastor cercano, de origen humilde, con una profunda devoción y una gran capacidad de comunicación. Su lema episcopal, Humilitas (Humildad), resumía perfectamente su carácter.

Juan Pablo I, conocido como el 'Papa de la sonrisa', fue beatificado el 4 de septiembre de 2022
Antes de ser Papa había sido patriarca de Venecia, donde demostró firmeza en el gobierno pero también una notable habilidad para explicar el Evangelio de forma comprensible y atractiva. Su libro Ilustrísimos señores, en el que escribía cartas imaginarias a personajes históricos como Charles Dickens o santa Teresa de Ávila, es una muestra de su talento para la divulgación y su sensibilidad pastoral.
Sin embargo su pontificado fue el más breve del siglo XX. Solo 33 días después de su elección, el 28 de septiembre de 1978, Juan Pablo I murió repentinamente. Oficialmente un infarto acabó con su vida, pero las circunstancias de su fallecimiento dieron pie a todo tipo de teorías y especulaciones. El impacto fue enorme: la Iglesia, aún conmovida por la muerte de Pablo VI, debía enfrentarse a un segundo cónclave en menos de dos meses.
La 'chispa' polaca llega al Vaticano
Con la Iglesia en estado de shock, los cardenales volvieron a reunirse en la Capilla Sixtina el 14 de octubre. En un giro inesperado, el 16 de octubre se anunció la elección del primer Papa no italiano en más de cuatro siglos: el cardenal polaco Karol Wojtyła, que tomó el nombre de Juan Pablo II.
Con solo 58 años, llegaba con energía, carisma y un mensaje claro influenciado por su llegada de un país comunista: «No tengáis miedo». Inició así un pontificado que se convertiría en uno de los más influyentes del siglo XX, dejando atrás un año convulso y dando inicio a una nueva era para la Iglesia católica.
En junio de 1979 viajó a su Polonia natal en plena Guerra Fría. Fueron nueve días que cambiaron el rumbo de Occidente. Con un simple gesto –un beso en el suelo polaco al bajar del avión–encendió la chispa de la esperanza en un pueblo sometido por el comunismo. Su visita marcó el inicio de un proceso que, una década después, culminaría con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del bloque soviético.
Wojtyła fue un líder sin miedo, un titán ante la opresión del totalitarismo, un hombre cuya audacia rompió barreras políticas y geopolíticas. Bajo su pontificado, la Iglesia volvió a ser un actor clave en el escenario mundial y así se demostró el 8 de abril de 2005. Durante la misa de réquiem en el Vaticano se rompieron todos los récords de asistencia de dignatarios internacionales, una muestra de la inmensa influencia global del Papa polaco que trascendió su papel como Cabeza de la Iglesia.