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Georg Gänswein, frente a los restos mortales de Benedicto XVI

Georg Gänswein, frente a los restos mortales de Benedicto XVIGTRES

Así fue la agonía de Benedicto XVI, contada por su secretario

El arzobispo Georg Gänswein, secretario de Joseph Ratzinger, revela detalles de sus últimos momentos: sufrió una agonía breve, en la mañana del 31 de diciembre, rodeado de las oraciones de quienes le atendían

Sufrió una agonía breve, rodeado de la oración de sus más cercanos colaboradores. Así concluyó la vida terrena de Benedicto XVI. Lo ha revelado este miércoles el arzobispo Georg Gänswein, su colaborador desde 1996 y su secretario personal desde 2003.

Don Georg ha explicado cómo fue la última semana de Joseph Ratzinger, en una entrevista concedida en alemán a Vatican News, en la que revela que tuvo que regresar de prisa y corriendo de Alemania, donde se encontraba visitando a su familia, el 27 de diciembre, pues una de las laicas consagradas del monasterio Mater Ecclesiae le llamó para decirle que Benedicto XVI había pasado muy mala noche.

El arzobispo Gänswein llegó al monasterio a la 1 de la madrugada del 28 de diciembre. «Fui inmediatamente a su cama y tuve miedo porque respiraba con mucha dificultad», confiesa, refiriéndose a problemas en sus pulmones o bronquios.

Bendición del Papa

Por la mañana, llamó al Papa Francisco para advertirle de que la salud del pontífice emérito se había deteriorado. Poco después, en la audiencia general del miércoles, Francisco pedía las oraciones de todos los creyentes por su predecesor.

Al concluir su encuentro con los fieles, Francisco acudió al monasterio y «bendijo» a su predecesor. El resto del día fue «difícil», pero a la mañana siguiente, «contra todo pronóstico», la salud del pontífice emérito mejoró, sin que el médico pudiera explicarlo.

La unción del enfermo

Sin embargo, la situación empeoró durante el día y el arzobispo Gänswein decidió impartirle el sacramento de la Unción de los Enfermos. Luego celebró una misa en la habitación del Papa, que siguió desde la cama. Benedicto XVI comulgó recibiendo solo la sangre de Cristo con una cuchara litúrgica, porque no había podido comer «desde hacía dos días».

La última noche del Papa alemán, del 30 al 31 de diciembre, «la pasó bastante bien», explica su secretario. Fue entonces cuando pronunció sus últimas palabras: «Señor, te quiero», en italiano. Fueron escuchadas por el enfermero de turno, entre las 2:50 y las 3:10 de la madrugada.

La agonía

Al llegar la mañana, «en el transcurso de tres horas, experimentó una caída libre», rememora el arzobispo Gänswein, quien llamó a las mujeres que le atendían, Rosella, Loredana, Carmela y Cristina, laicas consagradas «Memores Domini» (rama surgida del Movimiento Comunión y Liberación), así como a la religiosa Brígida, para que rezarán junto a él.

«En ese momento estaba lúcido –revela don Georg–. Yo había preparado de antemano las oraciones de acompañamiento para el moribundo, y rezamos durante unos 15 minutos, todos juntos, mientras Benedicto XVI respiraba cada vez con más dificultad. Entonces miré a uno de los médicos y le pregunté: ‘Pero, ¿está agonizando?’. Me respondió: 'Sí, ha empezado, pero no sabemos cuánto durará’».

«Estábamos allí, cada uno rezando en silencio, y a las 9.34 horas exhaló su último suspiro. Luego continuamos las oraciones ya no por los moribundos sino por el fallecido. Y concluimos cantando Alma Redemptoris Mater. Murió en la octava de Navidad, su tiempo litúrgico favorito».

A continuación, Gänswein dijo a los presentes: «‘Llamaré inmediatamente al Papa Francisco, él es el primero en saberlo’. Le llamé y me dijo: ‘¡Voy inmediatamente!’. Vino, le acompañé al dormitorio donde había fallecido, y les dije a todos: 'Quédense'. El Papa saludó, le ofrecí una silla, se sentó junto a la cama y rezó. Dio la bendición y se despidió».

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