Alfred Xuereb, el otro secretario de Benedicto XVI que sí escuchó la conversación entre dos Papas
Alfred Xuereb acaba de publicar un diario de sus años de servicio a Joseph Ratzinger, Mis días con Benedicto XVI
Alfred Xuereb, segundo secretario de Benedicto XVI desde septiembre de 2007 hasta febrero de 2013 y nuncio apostólico de la Santa Sede en Corea del Sur, también ha publicado un diario de sus años de servicio a Joseph Ratzinger, Mis días con Benedicto XVI (Edizioni San Paolo).
La vida cotidiana y los peluches
Según cuenta el diario italiano Il Giornale, las memorias son el relato de «un retrato inédito de Ratzinger, narrado en la vida cotidiana de almuerzos, misas, paseos y con fotografías inéditas de momentos privados. Algunos de los detalles relatados dan una nueva imagen al gran público del último Pontífice europeo: su humor, por ejemplo, o su amor por los gatos y los ositos de peluche».
Relacionado con este candoroso detalle, Xuareb detalla cómo «en los últimos días de su pontificado, en preparación para el traslado al monasterio Mater Ecclesiae, Benedicto XVI había pensado inmediatamente en llevarse los dos ositos de peluche que databan de su infancia y que le había regalado su madre».
El actual nuncio en Corea del Sur recuerda que en la jornada del 5 de febrero de 2013, una semana antes de la renuncia pública, Ratzinger le citó en su despacho y le notificó personalmente su decisión: «Iré a vivir –me explica con calma– en el antiguo monasterio de clausura de los Jardines Vaticanos que actualmente se está renovando. Pero usted, monseñor, se quedará con el nuevo Papa». Y así, Xuareb se mantuvo al lado de Francisco hasta 2018, cuando lo nombró nuncio apostólico.
Aversión al deporte
El relato es rico en detalles. Según Il Giornale, la relevancia del diario «radica sobre todo en las pequeñas cosas relacionadas con las grandes cosas», como, por ejemplo, «la historia del almuerzo tras la noticia de su dimisión en el que recuerda el Papa trató de diluir el clima con bromas sobre un cardenal de cierta edad acudió sin aliento a un encuentro con él».
El libro lo recoge así: «El Santo Padre comentó con sentimientos de simpatía: «¡Hay dos razones, es gordo y es viejo!». Y sabiendo que al Santo Padre nunca le gustó hacer deporte, me permití una broma: Permítanme agregar otra razón: ¡quizás estaba sin aliento porque no practicaba ningún deporte! A lo que el Papa respondió inmediatamente: ¡Si hubiera hecho deporte, ya habría muerto!».
El anillo rayado del Pescador
Otro detalle, producido en los días posteriores a la renuncia: «Esta mañana el Santo Padre entregó su anillo de pescador que, en el pasado, en el caso de la muerte del Papa, era destruido. Ahora solo está rayado: es la señal de que el Papa que lo había usado es Papa ya no reinante. Ayer, cuando lo llevó a su oficina para entregarlo, le pregunté si podía besarlo por última vez, y él accedió. Noté que mi pedido le agradaba», recoge Xuereb en su libro.
A propósito del cónclave, el antiguo secretario afirma que Benedicto XVI lo vivió «con gran expectación» y «ansioso por saber quién le sucedería». «La familia pontificia esperó en oración la fumata blanca y aprendió por televisión el nombre del nuevo elegido, como todo el mundo. Concentrados en la pequeña pantalla, no se dieron cuenta de que sonaba el teléfono poco antes de la aparición del nuevo Papa desde la logia: era Francisco quien llamaba y quería saludar a su predecesor antes de presentarse a la multitud, pero sin éxito».
«Le prometo mi obediencia»
Al término de su primer saludo en la plaza de San Pedro, el ya Papa Francisco I volvió a llamar a Castel Gandolfo y fue Xuereb quien pasó el teléfono móvil al Papa emérito. En este punto, Il Giornale subraya la relevancia del testimonio del secretario, en comparación al de Gänswein, ya que refiriéndose a esta llamada telefónica, había explicado que no había escuchado su contenido. Pero Xuereb, en cambio, sí escuchó lo que decían Francisco y su predecesor y lo relató en su diario:
«Gracias, Santo Padre –y escuchar a Benedicto decir esto ya despertó admiración–, le agradezco que inmediatamente haya pensado en mí y le prometo de ahora en adelante mi obediencia y mis oraciones». «Escucharlo decir esto me edificó mucho», añade Xuereb.