Diez años del Papa Francisco
Bergoglio antes de Roma: de profesor de literatura a arzobispo de Buenos Aires
Al niño Jorge, el mayor de los cinco Bergoglios, le gustaba el fútbol, afición que ha mantenido en su edad adulta junto con el tango y la música
Jorge Mario Bergoglio nació un 17 de diciembre de 1936, en el seno de una familia de inmigrantes piamonteses. Quién le habría dicho a Regina y Mario, sus padres, que de su pobre hogar iba a salir el que se convertiría en el Pontífice número 266 de la Iglesia Católica.
En 1958 decidió consagrar su vida a Dios y entró al noviciado de la Compañía de Jesús –fue ordenado sacerdote en 1969–. No siempre tuvo tan claro el camino. En el año 2013, las palabras de una señora llamada
Amalia revolucionaron la prensa internacional al hablar sobre su amor adolescente: Jorge Mario. Amalia recordaba entonces que un día el joven le confesó tiernamente: «Si no me caso con vos, me hago cura». Tenían entonces doce años.
La hermana menor del Papa, María Elena, desmintió que nunca tuviera una novia porque «en su corazón ha estado siempre Jesús». Hubiese o no un romance infantil entre ellos, la pequeña de los Bergoglio desveló en esa misma ocasión que de pequeño Jorge Mario decía palabrotas y que es un gran cocinero.
De formación, el Papa Francisco es técnico químico de los alimentos, pero también diplomado en Humanidades y Filosofía, además de Teología. Su pasión por los libros le llevó a a ser profesor de literatura y psicología en varios colegios entre 1964 y 1966. En su carrera como jesuita pasó un año estudiando en España, en Alcalá de Henares (1970-1971).
El 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de los jesuitas de Argentina, cargo en el que estuvo durante seis años. Después volvió como docente a la universidad y fue párroco en distintas iglesias, hasta que el cardenal Antonio Quarrancino le llamó a Buenos Aires como su estrecho colaborador. Y así, llegó el 20 de mayo de 1992, cuando san Juan Pablo II le nombró obispo de Auca y auxiliar de Buenos Aires, donde terminó siendo titular en 1998. Tres años después, Juan Pablo II le crea cardenal, ocasión para la que Bergoglio invitó a los fieles a no acudir a Roma, sino a destinar el dinero del viaje a los pobres, a quienes desde la Cátedra de Pedro todavía no ha olvidado.