Semana Santa 2023
Tres consejos del Papa Francisco para sacerdotes desencantados en este Jueves Santo
El obispo de Roma celebra la misa del Crisma junto a 1.800 sacerdotes de su diócesis para abrirles el corazón, dejando sus consejos más personales y superar el inevitable desánimo
En la sociedad secularizada, ser sacerdote es muy abnegado. El desánimo puede convertirse en un verdadero estado de vida. Por este motivo, el Papa Francisco ha querido en este Jueves Santo ofrecer sus consejos más íntimos a los sacerdotes de su diócesis, Roma.
En el día de la Eucaristía, 1.800 sacerdotes se congregaron en torno al obispo de Roma para concelebrar en la misa del Crisma, con la que renovaron las promesas que pronunciaron el día de su ordenación sacerdotal.
La voz del Papa resonó con fuerza en la basílica de San Pedro del Vaticano al pronunciar una larga homilía preparada con cuidado como regalo a sus sacerdotes, improvisando en algún momento. A Francisco, de 86 años, se le notaba recuperado, tras haber sido dado de alta cinco días antes del hospital Gemelli.
En un mundo en el que la figura del sacerdote es denostada o ridiculizada, el pontífice reconoció que en su vida, tarde o temprano, el pastor vive un momento de crisis, tras el fervor propio de la ordenación, el primer amor. El gran peligro del sacerdote hoy, reconoció, es el «desencanto».
Es un momento de crisis, que reviste diversas formas
La crisis
Tras el primer entusiasmo, llega para cada uno «el momento de la verdad»: «es un momento de crisis, que reviste diversas formas», analizó el pontífice porteño.
«A todos, antes o después –siguió reconociendo–, nos sucede que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes».
En esta crisis, el sacerdote, según el Papa, experimenta «tres tentaciones peligrosas»: «la del compromiso, por la que uno se conforma con lo que puede hacer; la de los sucedáneos, por la que uno intenta ‘llenarse’ con algo distinto respecto a nuestra unción; la del desánimo, por la que, insatisfecho, uno sigue adelante por pura inercia».
Aquí está el gran riesgo para los sacerdotes hoy, constató. «mientras las apariencias permanecen intactas, nos replegamos sobre nosotros mismos y seguimos adelante desmotivados; la fragancia de la unción ya no perfuma la vida y el corazón ya no se ensancha, sino que se encoge, envuelto en el desencanto».
Tras la «primera unción, que comenzó con una llamada de amor», señaló el pontífice de 86 años, el sacerdote se enfrenta a un «momento de verdad», en el que experimenta «decepciones, fatigas y debilidades, el ideal parece diluirse ante las exigencias de la realidad». La fidelidad se vuelve «más incómoda que antes».
Las tres tentaciones
Esta prueba puede conducir a «una cierta mediocridad», prosigue el sucesor de Pedro, advirtiendo contra «tres tentaciones peligrosas»: la del compromiso, en la que «nos contentamos con lo que podemos hacer»; la de la compensación, en la que «buscamos recargar las pilas con algo distinto a nuestra unción»; la del desánimo, en la que, «descontentos, seguimos por inercia». Entonces «nos replegamos en nosotros mismos» y el corazón «se encoge», añadió.
Para el obispo de Roma, esta crisis puede convertirse en «el punto de inflexión del sacerdocio», «la etapa decisiva de la vida espiritual, cuando hay que hacer la elección definitiva entre Jesús y el mundo, entre el heroísmo de la caridad y la mediocridad, entre la cruz y un cierto bienestar». Es el momento de la «segunda unción», que «hace profunda la verdad, que permite al Espíritu ungir nuestras debilidades, nuestros trabajos, nuestra pobreza interior».
El obispo de Roma echo mano de su experiencia personal para ofrecer a los sacerdotes tres consejos fundamentales para superar esta crisis del desánimo y poder vivir una vida plenamente realizada.
Toda doblez que se insinúa es peligrosa, no hay que tolerarla
Poner al Espíritu en el centro
Ante todo, les recomendó poner en el centro de su vida a Dios, y no sus cualidades, méritos, o virtudes.
Esto implica, aclaró, aceptar «la verdad de la propia debilidad». «¿Mi realización depende de lo bueno que soy, del cargo que obtengo, de los cumplidos que recibo, de la carrera que hago, de los superiores o colaboradores que tengo, de las comodidades que puedo garantizarme, o de la unción que perfuma mi vida?», les preguntó.
La madurez sacerdotal se realiza, aclaró, cuando Dios «se convierte en el protagonista de nuestra vida. Entonces todo cambia de perspectiva, incluso las decepciones y las amarguras, porque ya no se trata de mejorar componiendo algo, sino de entregarnos, sin reservarnos nada, a Aquel que nos ha impregnado de su unción y quiere llegar hasta lo más profundo de nosotros».
«Redescubramos entonces que la vida espiritual se vuelve libre y gozosa no cuando se guardan las formas y se hace un remiendo, sino cuando se deja la iniciativa al Espíritu y, abandonados a sus designios, nos disponemos a servir donde y como se nos pida. ¡Nuestro sacerdocio no crece remendando, sino desbordándose!», exhortó.
Evitar la doble vida
En segundo lugar, el Papa invitó a los sacerdotes a evitar la doble vida que consiste en predicar una cosa y vivir otra.
«Si dejamos actuar en nosotros al Espíritu de la verdad custodiaremos la unción, porque saldrán a la luz las falsedades con las que estamos tentados de convivir», aseguró.
«Toda doblez que se insinúa es peligrosa, no hay que tolerarla, sino sacarla a la luz del Espíritu», insistió.
Es indispensable, que «quien predica la palabra de Dios considere primero cómo debe vivir, para que luego, de su vida, deduzca qué y cómo debe predicar».
Llevar armonía
El tercer consejo que el Papa dejó a sus sacerdotes para vencer el desaliento es ser hombres de «armonía», que es la obra por excelencia que promueve el Espíritu Santo.
«Crear armonía es lo que Él desea, especialmente a través de aquellos en quienes ha derramado su unción. Hermanos, crear armonía entre nosotros no es sólo un método adecuado para que la coordinación eclesial funcione mejor, no es una cuestión de estrategia o cortesía, sino una exigencia interna de la vida en el Espíritu».
«Cuidado, por favor, para no ensuciar el manto de la Madre Iglesia con la desunión, con las polarizaciones, con cualquier falta de caridad y de comunión», alertó.
La gente, constató, necesita sacerdotes amables. «¡Cuánta gente no se acerca o se aleja porque en la Iglesia no se siente acogida y amada, sino mirada con recelo y juzgada!».
«En nombre de Dios, ¡acojamos y perdonemos siempre! Recordemos que ser agrios y quejumbrosos, además de no producir nada bueno, corrompe el anuncio, porque contra-testimonia a Dios, que es comunión y armonía».
El sucesor de Pedro concluyó la homilía dando las gracias a los sacerdotes por su servicio en ocasiones poco reconocido a la Iglesia y la sociedad: «Gracias por vuestro testimonio y por vuestro servicio --subrayó--; gracias por el bien escondido que hacéis, por el perdón y el consuelo que dais en nombre de Dios; gracias por vuestro ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo y poco reconocimiento».
El regalo a sus sacerdotes
El pontífice argentino ofreció como regalo a los sacerdotes de su diócesis un libro libro en italiano que lleva por título «La segunda llamada –El coraje de la fragilidad– (La Seconda chiamata - Il coraggio della fragilità, EDB, 2019), en el que dos cardenales, un monje, un religioso, una consagrada, un matrimonio, una monja de clausura y algunos sacerdotes ofrecen reflexiones y experiencias que pueden motivar para afrontar los complejos retos de la vida.
Durante la celebración, el Papa consagró el Santo Crisma, que se utilizará para los sacramentos del bautismo, la confirmación, y el orden sacerdotal en la diócesis de Roma.
En la tarde de este Jueves Santo, el Papa presidirá la misa en la Cena del Señor en una cárcel para menores de edad de la Ciudad Eterna.