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Las manos de Pietro Orlandi sujetan una foto de su hermana. Al fondo, San Pedro del Vaticano

Las manos de Pietro Orlandi sujetan una foto de su hermana. Al fondo, San Pedro del VaticanoAFP

Tras las huellas de Emanuela Orlandi, la chica que desapareció en el Vaticano

El hermano declara durante ocho horas ante el investigador vaticano, que ha recibido del Papa Francisco la indicación de avanzar sin contemplaciones para aclarar un misterio que dura cuarenta años

¿Qué sucedió con Emanuela Orlandi, la adolescente de quince años, ciudadana vaticana, desaparecida hace exactamente cuatro décadas, aparentemente sin dejar rastro? A esta pregunta trató de responder el 11 de abril el fiscal vaticano –promotor de justicia–, Alessandro Diddi, al escuchar durante ocho horas el testimonio del hermano de Emanuela, Pietro Orlandi, acompañado por su abogada, Laura Sgrò.

En su declaración, que tiene lugar después de que Diddi reabriera a finales del año pasado la investigación, Orlandi pidió que el fiscal interrogue a todos los cardenales y personas en vida que podrían tener información sobre el caso.

«Después de cuarenta años, he podido desahogarme», confesó Pietro Orlandi, tras la declaración, reconociendo que el fiscal le garantizó «el deseo de aclarar los hechos». El mismo Diddy le confirmó que el Papa Francisco y el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, le han encomendado «la tarea de aclarar lo sucedido, sin contemplaciones con nadie».

El hermano de Emanuela, quien hoy tendría 55 años, explicó que compartió con el investigador un dossier con todas las pistas posibles.

Dado que el caso Orlandi, al que recientemente ha dedicado una serie Netflix, La chica del Vaticano, constituye todavía hoy un intrincado misterio sin resolver que afecta a la Santa Sede y al Papa, El Debate ha recogido información sobre las tres pistas que hasta ahora ha perseguido la justicia vaticana.

Pietro Orlandi, hermano de Emanuela

Pietro Orlandi, hermano de EmanuelaEuropa Press

¿Quién era Emanuela y cómo desapareció?

Emanuela Orlandi nació en Roma el 14 de enero de 1968, penúltima de los cinco hijos del matrimonio de Maria y Ercole Pezzano, empleado de la Prefectura de la Casa Pontificia.

En ese encargo, Ercole era miembro del restringidísimo círculo de personas que trabajaban al servicio del apartamento de Juan Pablo II, motivo por el cual la muchacha tenía ciudadanía vaticana, algo totalmente excepcional, pues los 2.400 empleados del Vaticano mantienen en general su propia nacionalidad.

A causa del servicio que ofrecía su padre al Papa, la muchacha vivía con su familia en un apartamento puesto a disposición por la Santa Sede, dentro de los muros vaticanos.

Con pasión y talento musical, Emanuela tomaba clases de piano, flauta travesera, canto y solfeo en la Academia de Música Tomás Luis de Victoria, en la plaza San Apolinar, en pleno centro de Roma, al lado de Plaza Navona.

El 22 de junio de 1983, tras salir de clase de canto, después de las 19:00 horas, su familia perdió para siempre el rastro de Emanuela, a pesar de que su padre denunció inmediatamente su desaparición a las fuerzas de seguridad italianas.

Como ha sucedido con otros misterios investigativos en Italia, quedan muchos flecos por aclarar en la investigación de la desaparición de Emanuela. Enunciamos las tres hipótesis que hasta ahora han seguido los investigadores.

La plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, donde se puede ver la pistola sobre la cabeza de un hombre con gafas de sol

La plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, donde se puede ver la pistola sobre la cabeza de un hombre con gafas de sol©GTRESONLINE

Atentado contra Juan Pablo II

El domingo 3 de julio de 1983, Juan Pablo II, durante el Ángelus, hizo un llamamiento a los responsables de la desaparición de Emanuela, oficializando por primera vez la hipótesis de su secuestro.

El 5 de julio, llamó por teléfono a la sala de prensa del Vaticano un varón, que hablaba italiano con marcado acento anglosajón, quien afirmaba tener secuestrada a Emanuela Orlandi y exigía la liberación, antes del 20 de julio, de Mehmet Ali Ağca, el terrorista turco que había disparado contra el Papa en la plaza de San Pedro, un par de años antes.

Una hora después, desde una cabina telefónica, la misma persona (de quien no se ha podido conocer la identidad a pesar de que hizo al menos 16 llamadas telefónicas en total), llamó a la familia Orlandi, haciendo escuchar una grabación con la supuesta voz de su hija y reiterando la petición de intercambio con Ali Ağca.

El 20 de noviembre de 1984, los miembros del grupo terrorista los Lobos Grises, al que pertenecía Ali Ağca declaraban en un comunicado que tenían en sus manos tanto a Emanuela como a otra joven romana, Mirella Gregori, desaparecida un mes antes que Emanuela.

La hipótesis de que Orlandi fue secuestrada por la organización terrorista turca para obtener la liberación de Ağca fue refutada por el antiguo oficial de la Stasi, Günter Bohnsack, quien afirmó que el servicio secreto de extinta República Democrática Alemana se sirvió del caso de Orlandi para reforzar la vinculación de Ali Ağca con los Lobos Grises y así librar a los servicios de inteligencia de Bulgaria de la acusación de organizar el atentado contra Juan Pablo II.

Emanuela y Mirela

Carteles de las desapariciones de Emanuela Orlandi y Mirella Gregori

Sexo y drogas en el Vaticano

Otra pista de la investigación considera que Emanuela habría sido atraída y asesinada por una red de fiestas sexuales, en la que participaba un gendarme vaticano, personal diplomático de una embajada extranjera ante la Santa Sede y clérigos.

Según afirmó en una entrevista concedida al diario La Stampa el 22 de mayo de 2012, el padre Gabriele Amorth (1925-2016), el famoso exorcista de la diócesis de Roma sobre quien se acaba de presentar una película de Russel Crowe, Emanuela habría sido drogada y luego habría muerto en el transcurso de una orgía pedófila celebrada entre los muros del Vaticano.

Esta pista fue avalada después por Vincenzo Calcara, antiguo afiliado a la banda mafiosa Cosa Nostra, en 2014, en declaraciones al programa de televisión italiano «Chi l’ha visto», afirmando que Orlandi murió durante una fiesta de sexo y drogas y fue enterrada en el Vaticano.

Por este motivo, a petición de la familia Orlandi, el 11 de julio de 2019, la justicia Vaticana llevó a cabo la inspección de tumbas en el Cementerio Teutónico del Vaticano, en búsqueda de los restos mortales de Emanuela, sin lograr ningún resultado.

Residencia en Londres

La tercera pista, sobre la que Pietro Orlandi pidió la investigación vaticana este 11 de abril, es la posibilidad de que Emanuela haya vivido alejada en Londres, con la complicidad económica del Vaticano.

Pietro Orlandi aportó como prueba un chat, que se remonta a inicios del pontificado del Papa Francisco, en el que uno de los interlocutores sería el cardenal español Santos Abril y Castelló, presidente de la Comisión cardenalicia para la supervisión del Instituto para las Obras de Religión (banco del Vaticano).

Ya la familia Orlandi pidió que se reabriera en 2017 la pista de Londres, después de que el periodista Emiliano Fittipaldi publicara el libro de investigación Los impostores, donde presenta un documento vaticano que certificaría el pago de 483 millones de liras italianas para «mantener alejada de su domicilio a la ciudadana Emanuela Orlandi», presuntamente en la capital británica.

Según Fittipaldi, el documento de seis páginas, escrito a máquina, presentaba una relación de todos los gastos que habría acarreado Emanuela Orlandi al Vaticano entre 1983 y 1989. Si bien atribuye la redacción del documento al jefe de la Administración del Patrimonio del Vaticano, el cardenal Lorenzo Antonelli, este contradijo tajantemente la información del periodista, asegurando que el informe era falso y así lo declaró también de manera oficial la Secretaría de Estado del Vaticano.

La misma abogada de la familia Orlandi, tras el encuentro con el fiscal, reconocía este martes que la documentación sobre esta pista «debe ser analizada para saber si es fiable».

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