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El Papa Francisco, consolando a un niño que lloraGTRES

Cómo afrontar la desolación y la vergüenza por los errores, según el Papa Francisco

«Surgen diversas tentaciones: perderse en las discusiones, no dar la debida importancia a los asuntos, cavilar sobre la desolación, hacerse la víctima, buscar una salida fácil», señaló Francisco a la Compañía de Jesús

Hace treinta años Jorge Bergoglio hizo algunas reflexiones sobre la «doctrina de la tribulación», que hoy explican bien su actitud hacia las víctimas de abusos sexuales también en la Iglesia.

Sobre este tema, ha causado mucha discusión el caso de monseñor Juan Barros, obispo de la ciudad chilena de Osorno, acusado por tres chicos de haber dado protección a un sacerdote pederasta en serie, Fernando Karadima, durante los años de abusos.

El Papa había defendido a capa y espada a monseñor Barros, argumentando que se necesitaban pruebas antes de condenar su encubrimiento de Karadima. A ello siguió una gran polémica.

En los días siguientes, el Papa recibió a las víctimas del cura pederasta y su red de encubridores: James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo, y las llamó víctimas crucificadas «y esto me crea dolor y vergüenza», dijo Bergoglio.

Hay que pedir «vergüenza y confusión» por los propios pecados y erroresPapa Francisco

La desolación

La reacción de Francisco, en un momento de gran caos generado por la postura defensiva inicial de Barros, no fue casual.

Se explica leyendo una reflexión inédita que firmó hace más de treinta años: el 25 de diciembre de 1987. La Civiltà Cattolica publicó el texto.

En él, se esboza la «doctrina sobre la tribulación». ¿Cómo podemos afrontar tiempos de desolación, agitación y controversia? En estos tiempos, escribe el padre Bergoglio, «cuando se levanta una nube de polvo de tribulación y duda, no es fácil encontrar el camino a seguir. Surgen diversas tentaciones: perderse en las discusiones, no dar la debida importancia a los asuntos, cavilar sobre la desolación, hacerse la víctima, buscar una salida fácil».

En cambio, sin acusar a los demás, hay que pedir «vergüenza y confusión» por los propios pecados y errores. Así es como, según Bergoglio, «uno se pone en la mejor posición para discernir».

El padre Bergoglio escribió estas reflexiones como prefacio a una colección de ocho cartas de dos Prepósitos Generales de la Compañía de Jesús, comentando un gran momento de tribulación: la supresión de la Compañía de Jesús, que tuvo lugar con el breve apostólico Dominus ac Redemptor (21 de julio de 1773).

«Estas cartas –dijo Bergoglio en su reflexión– pretenden dar elementos de discernimiento a los jesuitas en tribulación (en este caso por la supresión de la Compañía de Jesús). Por eso en su planteamiento prefieren –en lugar de hablar de error, ignorancia o mentira– referirse a la confusión. La confusión acecha en el corazón».

La buena señal es la paz

El futuro Papa Francisco continúa en ese texto: «La verdad o la mentira, en abstracto, no son objeto de discernimiento. Lo es, en cambio, la confusión. Las cartas que siguen son un tratado sobre el discernimiento en tiempos de confusión y tribulación».

«Ante la gravedad de aquellos tiempos, ante la ambigüedad de las situaciones que se habían presentado, el jesuita tenía que discernir», amonestaba Bergoglio, «tenía que recomponerse en su pertenencia (...) Tenía que 'buscar para encontrar' la Voluntad de Dios, y no 'buscar para tener' una salida que le dejara tranquilo».

La señal de haber hecho un buen discernimiento, concluyó Bergoglio, el jesuita «la obtendría de la paz (don de Dios), y no de la aparente tranquilidad de un equilibrio humano o de una elección a favor de uno de los elementos opuestos».