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Enzo Fortunato con el Papa FranciscoFacebook de Enzo Fortunato

'Juicio a Francisco', una sagaz defensa del Pontífice del mediático franciscano Enzo Fortunato

«Vivimos en una época en la que todos juzgan. Y nadie cuestiona su propia forma de vida». Desde este punto de partida, el padre Fortunato ha desarrollado una reflexión en torno a san Francisco y al Papa Bergoglio

Hay dos personajes que se parecen incluso en sus momentos más oscuros: son San Francisco de Asís y el Papa Francisco, los protagonistas de Processo a Francesco (Mondadori), el quinto libro del padre Enzo Fortunato.

El padre Enzo es un franciscano muy conocido: de 1997 a 2021 fue director de la Oficina de Prensa del Sacro Convento de Asís; es autor y presentador de programas de televisión en la RAI, la televisión pública italiana; y es un influencer en Facebook con sus casi 230.000 seguidores, sólo superado por el Papa Francisco en Italia.

El Debate intercepta al fraile menor conventual en Asís, mientras participa en el tradicional maratón solidario franciscano 'Dona con el corazón'.

Al padre Enzo se le ocurrió escribir un libro sobre el «juicio a Francisco».

«Todos parecemos jueces fracasados, pero Dios perdona a los que no juzgan a sus hermanos. Así, en una misa en Santa Marta, el Papa Francisco señala cómo el juicio hacia el otro parece haber sustituido a la misericordia cristiana. Vivimos en una época en la que todos juzgan. Y nadie cuestiona su propia forma de vida. Desde este punto de partida he desarrollado una reflexión», señaló Enzo Fortunato.

'Proceso a Francesco'. de Enzo Fortunato.

¿Colaboracionista y hereje?

–¿A qué se refiere?

–San Francisco fue juzgado tres veces y sometido a otras tantas pruebas. La primera, por parte de su padre Pedro de Bernardone, que no aceptaba el estilo de vida de su hijo, terminó con uno de los gestos más impactantes y significativos jamás relatados en la vida de los santos, el »expolio«. El segundo, conocido como el «proceso del señor Papa». Está protagonizado por Inocencio III y es parte central del complicado camino que llevó a la aprobación de la Regla franciscana. El Papa se opone a San Francisco y lo envía entre los cerdos, como humillante condena. Por último, el tercer proceso, desencadenado por desacuerdos sobre la interpretación de la Regla que habían provocado numerosas disputas entre los frailes, termina con la decisión de Francisco de renunciar a la dirección de su propia Orden Franciscana.

–En su opinión, ¿por qué estos tres episodios «acercan» a San Francisco al Papa Francisco?

–Ambos, como Jesús, nunca juzgan al otro, sino que están continuamente bajo juicio. Los tres procesos ven a Francisco de Asís bajo acusación. Él, sin embargo, responde constantemente con vida evangélica y contesta a las acusaciones. Bergoglio hace lo mismo con los »tres« juicios a los que ha sido sometido.

–¿Cuáles son?

–Nada más ser elegido, el Papa Francisco recibió su primera gran acusación de colaboracionismo desde su propio país, Argentina, con un informe que resultó infundado de uno de los mayores periodistas argentinos. Se cuestionaba una inexistente connivencia entre Bergoglio y el régimen. Luego, vino el segundo juicio con la dubia de los cuatro cardenales, respecto al Magisterio del actual pontífice. Finalmente, estamos asistiendo a un tercer juicio que los fieles, los mismos cristianos, en realidad un puñado, le hacen a Bergoglio, por algunas de sus elecciones en el pontificado.

–¿No son demasiado débiles las respuestas a los respectivos procesos de San Francisco y del Papa Francisco?

–No responder nunca a las acusaciones no significa debilidad, sino invertir la lógica agresiva, poner la misericordia en el centro de su camino, de su mirada. No es casualidad que en el libro haya querido centrarme en dos escritos fundamentales que reflejan el pensamiento de ambas figuras: la carta a un ministro de san Francisco, que revela su mirada misericordiosa; y por otro lado, la carta apostólica del Papa Bergoglio sobre la misericordia, con motivo del año jubilar dedicado a la misericordia.

El silencio como respuesta

–En su opinión, ¿es el silencio una respuesta más contundente que la acusación?

–El silencio nos habla. Una vez explicadas las razones, el silencio es fecundo porque da al otro la posibilidad de cuestionar su propia acusación.

–¿Por qué le molesta tanto esta forma franciscana de actuar, que le somete a acusaciones y juicios?

–Porque nos retrotrae a cada uno de nosotros a las raíces de nuestra propia vocación, a aquella primera comunidad evangélica que se reunía en torno a Jesucristo. El hombre contemporáneo parece luchar por despojarse de la riqueza de las cosas para revestirse de la riqueza de Dios. Este proceso de conversión requiere valentía, y los que acusan, no tienen valentía.

–¿Cree que los «dos» Franciscos no cometieron errores, que luego generaron acusaciones contra ellos?

–No lo creo. Creo que estas dos figuras autorizadas son tan claras, tan autoritarias, tan convincentes, que todas las acusaciones sonrojan de verdad. Quizá tengamos miedo de pedir perdón.

–¿Pero entonces la Iglesia no tolera las polémicas internas?

–No, pero juzgar es otra cosa. Hoy vivimos en la era del ágora digital, el lugar donde se juzga y se condena antes de cualquier juicio. Peligroso e inhumano, porque se condena sin saber, arruinando la vida de las personas, destruyendo su reputación, que ningún tribunal puede restaurar en su totalidad. Siempre quedará una mancha en esa persona. No hay que juzgar, sino comprender: lo que no significa justificar, sino ponerse en el lugar del otro. La justicia debe seguir su curso, por supuesto, pero sin misericordia no puede haber justicia.

La relevancia de san Francisco

–En su opinión, ¿ qué es lo que hace más parecidos a los dos protagonistas del «Proceso de Francesco»?

–Seré breve y conciso. La sencillez y la radicalidad de su elección de vivir el Evangelio y nada más. Estos dos valores no sólo los asemejan: son también dos puntos fuertes de San Francisco y del Papa Bergoglio.

–En su opinión, ¿puede San Francisco seguir siendo relevante para la Iglesia actual?

–La figura de San Francisco sigue guiando e inspirando las propuestas de cambio de la Iglesia contemporánea. Es una institución que no puede limitarse a la contemplación y al debate teológico, sino que debe ser activa en el mundo, especialmente allí donde el mundo reclama su ayuda. Y debe hacerlo con sencillez, que es cualquier cosa menos superficialidad. Una Iglesia que lleve la alegría y la sonrisa amable y luminosa que caracterizaron a San Francisco. Una sonrisa de paz, pero que se mide por la concreción de la acción.