Entrevista con el historiador de la Iglesia Roberto Regoli
El legado y la ausencia de Benedicto XVI: «Fue un Papa intelectual y sabio, pero no político»
La herencia de Papa Benedicto XVI en una entrevista con el experto en historia de la Iglesia, Roberto Regoli
Entrevistamos a Roberto Regoli, director del Departamento de Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma y director de la revista Archivum Historiae Pontificiae. Autor del libro Más allá de la crisis de la Iglesia. El pontificado de Benedicto XVI. Abordamos con este experto el primer aniversario del fallecimiento del Papa emérito y cómo su ausencia ha perdurado como una influencia significativa. Además, exploramos en detalle la relación entre Benedicto XVI y el Papa Francisco, así como las decisiones innovadoras tomadas por el Papa teólogo.
–¿Cuál, según usted, es el aspecto más relevante en este primer aniversario de la muerte del Papa Benedicto XVI?
–Doy una respuesta obvia: la ausencia. La ausencia, que de hecho se ha convertido en una presencia más significativa e impactante que antes. Me explico mejor. Ahora hablan más sus textos, sus razonamientos. Cuando estaba vivo, como Papa emérito, algunos buscaban o temían sus posibles intervenciones públicas o nuevas palabras. Ahora es diferente. Solo se recurre a sus textos. Ahora estamos comenzando a historizar cada vez más la figura de Benedicto XVI, es decir, se le está entregando a la historia, y se ve su grandeza como intelectual y pastor que supo anticiparse a los tiempos, brindando respuestas y métodos de investigación que siempre tienen una frescura y actualidad impresionante. Por esta razón, sigue siendo muy apreciado por los jóvenes.
–El semiólogo e historiador italiano Umberto Eco sostenía que «una ausencia es más aguda que una presencia». ¿Considera que esta frase puede asociarse al Papa emérito en el contexto histórico de la convivencia que tuvieron dos Papas en el Vaticano?
–Comparto esta afirmación, especialmente en relación con Benedicto XVI, porque con él se vivieron dos tipos diferentes de ausencia: la primera como Papa emérito (cuando se retiró del mundo para dedicarse a la oración y la reflexión) y la segunda tras su fallecimiento. Estas dos formas de ausencia han agudizado la memoria de su obra y, por lo tanto, de su presencia. En este sentido, durante el período como Papa emérito, el propio Francisco aviva su presencia al visitarlo con los nuevos cardenales o al involucrarlo en momentos importantes de la vida eclesial, como en la apertura de la Puerta Santa durante el Jubileo del 2016.
–¿Cree que con la muerte de Benedicto XVI, el Papa Francisco ha tenido más espacio para impulsar reformas adicionales, como por ejemplo la Declaración que abre las bendiciones para las parejas «irregulares», Fiducia supplicans, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe?
–Su pregunta es interesante, ya que aborda un tema que no se había abordado seriamente en los 10 años anteriores, es decir, si el Papa Francisco sentía o sufría, incluso inconscientemente, algún tipo de influencia por la presencia de Benedicto XVI. Una influencia psicológica, teológica u de otra índole. Todavía no estamos en posición de responder a esta pregunta. Sin duda, el último año del pontificado de Francisco ha visto una aceleración evidente de intervenciones estructurales del Papa, pero no podemos hablar con certeza sobre si esto se debe o no a la muerte del Papa Benedicto. Sin embargo, es innegable el nuevo impulso del pontificado franciscano.
–La relación entre el Papa Francisco y Benedicto XVI ha sido, según sus declaraciones, muy cercana a nivel personal, aunque a veces se ha percibido cierta tensión fuera de las murallas vaticanas, ajenas a ambos protagonistas. ¿Cómo podría describir la relación entre Benedicto XVI y Francisco, considerando los significativos cambios promovidos por este último para transformar la orientación y las prioridades de la Iglesia, particularmente en contraste con las políticas más conservadoras de su predecesor?
–Comencemos con un hecho histórico: cada Papa tiene su propio enfoque. Y no todos los pontificados son idénticos. En términos de imagen pública, tanto Benedicto como Francisco han mantenido una narrativa común de armonía, respeto y afecto. No podía ser de otra manera, ya que la unidad de la Iglesia, que es la misión más relevante del Papa, estaba en juego, independientemente de quién ocupara el cargo. La relación de los dos a nivel público tenía sus límites. Sin embargo, en privado, con el tiempo se supo que de vez en cuando, Francisco visitaba a Benedicto y que este último consultaba a Papa Bergoglio antes de publicar sus textos como Papa emérito.
–El Papa, a menudo identificado como conservador, realizó un gesto revolucionario: la renuncia al papado. ¿Cómo interpreta este acto del Papa emérito?
–Fue un acto de gobierno que otorgó una nueva perspectiva al Papado. En el pasado, ha habido renuncias al Papado, pero nunca después de los Concilios Vaticano I (1869-1870) y Vaticano II (1962-1965), que reconocieron un papel y un poder al Papa que nunca antes había sido afirmado (primacía de jurisdicción universal e infalibilidad de enseñanza bajo estrictas condiciones). Los Papas a partir de 1870 no son los mismos que antes. Con la renuncia, Benedicto crea un precedente que libera a los futuros Papas de las limitaciones y obstáculos, especialmente psicológicos, para dar un paso como ese. Solo un teólogo como él, animador de las reformas del Vaticano II, podía realizar un gesto de esa magnitud. Ese gesto fue un signo de la libertad interior del Papa. Sin embargo, el aspecto revolucionario es otro. No es tanto la renuncia en sí misma, sino el estatus personal del Papa posterior a la decisión tomada. Lo más original es el estatus de Papa emérito.
–En el intento de hacer un balance del pontificado de Benedicto XVI en su biografía, ¿qué conclusiones han surgido?
–Las conclusiones están en constante perfeccionamiento, ya que gradualmente surgen nuevas fuentes. ¿Qué podemos decir al final? Su pontificado comenzó en plena continuidad con el de Juan Pablo II. Cuando Ratzinger fue elegido Papa se consideraba que el suyo sería un pontificado de «transición», un momento de consolidación del pontificado de Juan Pablo II, pero la historia fue más dinámica y compleja, ya que el Papa Benedicto tuvo que tomar posiciones que iban más allá de ese pontificado. Un ejemplo destacado es la famosa «Tolerancia Cero» en los casos de abusos sexuales. Diría que no fue un período de transición, sino un pontificado de renovación, por ejemplo, en el diálogo ecuménico, en el diálogo entre culturas, en la integración de anglicanos en la Iglesia católica; descubrió nuevas formas de encuentro hasta entonces nunca vistas. En última instancia, podríamos decir que los éxitos del pontificado estuvieron relacionados con la capacidad de visión frente a los desafíos de la época, una evaluación que escapaba a lo político efímero para tener la mirada puesta en procesos a largo plazo. Por otro lado, la falta de visión política del mismo pontificado no ayudó a gestionar los ataques a los que estuvo expuesto y los diversos intentos de influencia. Fue un pontificado de un Papa intelectual y sabio, pero no político.
–Para obtener el título de doctor de la Iglesia católica, una persona debe cumplir varios requisitos, incluyendo una vida de santidad y una eminente ortodoxia, un proceso que requiere tiempo y aprobación eclesiástica. Benedicto XVI, el Papa teólogo, ha dejado un legado impresionante a través de sus 16 volúmenes de enseñanzas y tres libros sobre Jesús de Nazaret. ¿Es posible que en el futuro la Iglesia considere su candidatura para el título de doctor de la Iglesia?
–Primero debe ser beatificado, luego canonizado y después se podría plantear su candidatura a doctor de la Iglesia. En cualquier caso, sus escritos han nutrido a generaciones de teólogos y creyentes, tanto que no se puede ignorar seriamente su contribución teológica y eclesial. No sé si será doctor de la Iglesia, pero ciertamente ya es un padre, porque gracias a su pensamiento muchos han descubierto la fe, otros la han redescubierto y otros han profundizado en los misterios del Credo. Podríamos decir que es un «padre eclesial» desde este momento.