El cardenal Parolin insta desde Ucrania a no perder la fe «aunque parezca que el mal tiene ventaja»
El pasado domingo el secretario de Estado vaticano, enviado por el Papa al país en guerra, presidió la misa en el santuario mariano de Berdychiv.
el santuario de Nuestra Señora del Monte Carmelo, en Berdychiv, Ucrania, acogió ayer domingo 21 de julio a peregrinos ucranianos que se reunieron en esta iglesia custodiada por los Hermanos Descalzos del Monte Carmelo. El enviado especial del Papa Francisco, el cardenal Pietro Parolin, secretario del Estado del Vaticano, concelebró la misa con el primado de la Iglesia greco-católica ucraniana, el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk.
Aunque la homilía fue pronunciada en la lengua local por monseñor Edward Kawa, auxiliar de la archidiócesis de Lviv de los Latinos, Parolin realizó el saludo inicial y la oración final a Nuestra Señora del Carmen y dirigió a los presentes unas palabras de cercanía, asegurando que el Papa Francisco comparte el dolor de los ucranianos, a los que extendió «su abrazo paternal».
«Nunca perdamos la confianza y la esperanza en Dios» afirmó el purpurado en el santuario, «especialmente hoy, cuando parece que el mal tiene la ventaja, cuando los horrores de la guerra y el dolor de las numerosas víctimas y la destrucción masiva ponen en crisis la fe en la bondad divina, cuando nuestros brazos caen y ya ni siquiera tenemos fuerzas para orar», comentó el cardenal.
«Poner un corazón de carne»
Por ello, Pietro Parolin instó a la Iglesia de Ucrania a «la oración incesante», para que «Dios convierta los corazones de quienes, habiéndose alejado de sus caminos y convertidos en esclavos de su propio orgullo, siembran violencia y muerte, pisoteando en los demás la dignidad de hijos de Dios». «¡En verdad debemos pedir al Señor, Él que es el médico celestial, que nos cure de estas enfermedades mortales y ponga en lugar de un corazón de piedra un corazón de carne!», exhortó a los peregrinos el cardenal.
Así, relacionado con las palabras que había pronunciado sobre la fe en los momentos de dificultad, recordó además el primer milagro que marcó la historia del santuario. En 1627, Janusz Tyszkiewicz, gobernador de Kiev y Zhytomyr, fue apresado en una batalla contra los tártaros. Encadenado, prometió hacer una buena obra en honor de Dios y de la Virgen María si obtenía la libertad. Mientras dormía, unos frailes desconocidos se le aparecieron rezando a Dios y a la Virgen por su liberación. Fue así como decidió construir un monasterio en Berdychiv para los religiosos que había visto en sueños y que tres años más tarde reconoció en los carmelitas de Lublin.
La iglesia fue consagrada en 1642. En el altar mayor se colocó el icono de Nuestra Señora de las Nieves, copia del conservado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, conocida también como la Salus Populi Romani. La reproducción fue donada por el propio Tyszkiewicz, que anteriormente la había conservado con su familia, y en 1647 fue declarada milagrosa por el entonces obispo de Kiev, que se había curado tras rezar ante ella.
Ucrania vive «la hora oscura del Calvario»
«Hoy Ucrania vive la hora oscura del Calvario. Es verdaderamente desgarrador pensar que mientras estamos aquí, en otra parte del país estallan los combates y continúan los bombardeos. Aunque todavía es difícil vislumbrar la horizonte la luz pascual de la paz [...] la muerte no tendrá la última palabra», concluyó el secretario de Estado quién añadió que el milagro de la resurrección de Cristo «es la mayor confirmación de que lo imposible para los hombres es posible para Dios».
El cardenal secretario de Estado, que llegó a Ucrania el viernes 19 de julio, permanecerá hasta el miércoles 24, donde tiene previstas diversas reuniones, entre ellas, con el presidente Volodímir Zelensky.
A su vez, ayer domingo, en el Ángelus en la plaza de San Pedro, el Papa reiteró su llamamiento a no olvidar «a la martirizada Ucrania» y recordó a los presentes que estas semanas en los que tendrán lugar los Juegos de París, se convierta en una ocasión "para establecer una tregua en las guerras, demostrando una sincera voluntad de paz».