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El Papa Francisco llegando a la Plaza de San PedroEFE

¿Es lícito no estar de acuerdo con el Papa?

Comprender los grados de autoridad que tiene el magisterio de los Pontífices es importante para entender que no todo cuestionamiento es insurrección o desafección hacia el sucesor de Pedro

«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mateo 16, 18). Estas palabras de Cristo al apóstol Pedro sellan un momento fundamental en la historia: Pedro, el pescador y seguidor de Jesús, a quien tantas veces cuestionó, pasaría a convertirse en el primer Papa de la Iglesia. Es importante recordar otro dato: fue el mismo Pedro quien, durante la Pasión, negó a Jesús tres veces. Por miedo, afirmó: «No conozco a ese hombre». A pesar de ello, Pedro seguía siendo el cabeza, la piedra sobre la que Cristo edificaría su Iglesia, convirtiéndose en guía y custodio de su unidad.

Cuando llegan tiempos de desacuerdo y dudas, la fidelidad al Vicario de Cristo se presenta como un componente esencial para la cohesión e integridad de la Iglesia. La obediencia al Papa, dentro del marco de la estructura establecida por Cristo, se considera un medio para mantener la unidad y el compromiso con la misión divina de la Iglesia.

San Pedro y san PabloGuido Reni

Unidad, libertad y caridad

El canon 750 del Código de Derecho Canónico establece que los fieles deben creer en todo lo que el magisterio de la Iglesia propone como divinamente revelado. Esto incluye tanto el Magisterio solemne, como lo que se declara en un Concilio, como el Magisterio ordinario y universal. Un ejemplo de esto es la enseñanza de la Iglesia católica sobre el aborto, que sostiene que es gravemente inmoral desde el momento de la concepción. Aunque esta enseñanza no ha sido proclamada como un dogma en una definición solemne, es sostenida de manera uniforme y constante por el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia.

Artículo 750 del Código de Derecho Canónico

§2. Todas y cada una de las cosas propuestas definitivamente por el Magisterio de la Iglesia en materia de fe y costumbres, es decir, las que se requieren para la santa guarda y fiel exposición de este mismo depósito de la fe, deben ser firmemente aceptadas e igualmente custodiadas; se opone, por tanto, a la doctrina de la Iglesia católica quien rechaza estas mismas proposiciones que deben ser custodiadas definitivamente.

Las enseñanzas del Papa, cuando se presentan en estos contextos, requieren una adhesión firme. Sin embargo, la Iglesia reconoce diferentes niveles de magisterio, y no todos los temas tienen el mismo grado de obligatoriedad. Así, el padre Cedric Burgun, doctor en Derecho Canónico, explica en el portal Aleteia que «depende del nivel de autoridad magisterial: si el Papa explica el dogma de la Inmaculada Concepción, no es lo mismo que tomar posición sobre la inmigración, por ejemplo, en una homilía».

Mientras que los dogmas de fe y costumbres deben ser aceptados sin reservas, las declaraciones sobre cuestiones pastorales o políticas pueden ser discutidas sin que esto signifique una falta de fidelidad a la Iglesia. El padre de la Iglesia san Agustín lo definió claramente en una frase: «En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad».

Fray Nelson Medina, dominico colombiano que evangeliza a través de redes sociales, aclaró en una conferencia que «no está en juego ser católico» por discrepar de las opiniones del Papa sobre asuntos no definidos infaliblemente: «El Derecho Canónico da la oportunidad tanto a los laicos, como a los demás miembros de la Iglesia, de preguntar, de cuestionar». Sin embargo añadió: «No podemos dividir a la Iglesia[...] debemos seguir trabajando por la unidad de la Iglesia, así como buscamos la unidad de todos los cristianos».

«No echar más leña al fuego»

La doctrina católica permite que los fieles tengan una variedad de opiniones sobre temas políticos o sociales que no están claramente definidos por el magisterio infalible. Este espacio para el debate es vital para una discusión 'saludable' dentro de la Iglesia. Sin embargo, es crucial que estos desacuerdos se manejen con respeto y en el contexto de la unidad eclesial, evitando que se conviertan en divisiones o en actos de desobediencia: «No debemos echar más leña al fuego», explicaba Medina.

La unidad de la Iglesia es esencial para la misión que Cristo confió a Pedro y a sus sucesores. El canon 205 del Derecho Canónico obliga a los fieles a mantener plena comunión con la Iglesia a través de la fe, los sacramentos y el gobierno eclesiástico:

Artículo 205 del Código de Derecho Canónico

Se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquélla, es decir, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico

Discrepar del Papa sobre cuestiones no infalibles no implica necesariamente una ruptura con la Iglesia, pero es vital que estas discrepancias no se traduzcan en actitudes cismáticas o en la siembra de discordia. La oposición sistemática al Papa o a la enseñanza de la Iglesia puede minar su unidad e integridad. Como afirma el padre Cedric: «Si este cuestionamiento o incluso un desacuerdo de conciencia se traduce en actos de desprecio, desconfianza o cisma; si la reflexión se convierte en un acto de rebelión contra el Santo Padre, entonces debemos preguntarnos cómo vemos nuestra relación con la Iglesia católica».

En última instancia, el cuestionamiento y el debate deben ser guiados por el respeto y el deseo de crecer en la fe. No es pecado tener diferencias de opinión sobre temas no definitivos, siempre y cuando estas diferencias se expresen con un espíritu de fidelidad y amor hacia la Iglesia y su liderazgo. La fidelidad al Papa implica tanto la aceptación de su autoridad en los asuntos definitivos como la disposición para dialogar y reflexionar sobre cuestiones en las que existe un margen de discusión. Este equilibrio asegura que la vida cristiana esté en sintonía con la voluntad de Dios y con la misión de su Iglesia.