Entrevista al obispo de Cádiz y Ceuta
Rafael Zornoza: «No podemos seguir ofreciendo una pastoral que no funciona»
El prelado afirma que «la modernidad no es el 'coco'» y reconoce que «estamos en un momento de un impulso, de una gracia muy grande» en la Iglesia
Muchos recuerdan aún su paso por la parroquia de San Jorge de Madrid, que se convirtió en una de las más dinámicas y activas de la capital a finales del pasado siglo. Mientras los jóvenes abandonaban masivamente la fe, San Jorge era un hervidero de grupos juveniles, y cientos de adolescentes acudían a sus catequesis y reuniones. Rafael Zornoza Boy (Madrid, 1949) era entonces el vicario parroquial, y al frente de la parroquia estaba Francisco José Pérez y Fernández-Golfín, que después sería nombrado primer obispo de Getafe.
Donde quizás descolló más fue como rector del seminario diocesano de ese municipio madrileño, creado en 1994. Getafe se convirtió en un polo de atracción para decenas de jóvenes candidatos al sacerdocio que elegían ese seminario por su fidelidad al Magisterio y el buen ambiente reinante. En 2005, Benedicto XVI le promovió a obispo auxiliar de la diócesis, y seis años más tarde fue nombrado obispo de Cádiz y Ceuta, donde lleva de titular desde entonces.
Acaba de participar en el Encuentro Transforma de Madrid, donde cerca de 300 personas se han congregado para conocer de primera mano por dónde sopla el Espíritu en la Nueva Evangelización.
— Han hablado de experiencias, métodos y grupos que funcionan en la Nueva Evangelización, pero, ¿qué pasa con el católico de toda la vida, que le vale con su misa, sus novenas, sus procesiones y su práctica, si quiere, más tradicional?
— Estamos hablando de una persona cristiana que vive con unas costumbres que ha recibido en un momento del pasado, pero que siguen siendo válidas hoy y que a esa persona le sirven para profundizar en la fe. Este no es objeto de la preocupación de la Iglesia. La preocupación de la Iglesia es el mundo que se aparta de Cristo, de la fe o que simplemente no ha oído hablar, o que tiene una impresión muy de los medios de comunicación, pero muy externa, muy política. Y, entonces, a esa persona, ¿cómo se la evangeliza? Ese es el tema: la Nueva Evangelización que nace ya desde Pablo VI y que desarrolla muchísimo Juan Pablo II, Benedicto XVI –que lo último que hace es el Sínodo de la Nueva Evangelización– y el Papa Francisco, que inicia el pontificado con Evangelii Gaudium.
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— ¿Y cómo se les evangeliza?
— Lo que se plantea es que no hablamos ya de la misión ad gentes del que no ha oído hablar nada de Cristo, sino de esos lugares donde existió una evangelización y había una población mayoritariamente cristiana. Ahora, en ellos, Cristo, la Iglesia y el Evangelio llegan a ser auténticos desconocidos. Esas personas se han apartado de tal manera que aquello ya no les seduce, no les llena. Entonces, ¿qué factores ha habido aquí? Muchísimos. Un cambio cultural, la modernidad, el hombre posmoderno. Claro, la modernidad no es el coco. Pero sí es un nuevo medio, es decir, tenemos que navegar en otras aguas. Y lo que ahí se plantea la Iglesia es que no podemos estar ofreciendo un sistema pastoral, por decirlo de algún modo, que ha funcionado muy bien en aguas distintas de otras épocas, pero que hoy ha dejado de funcionar.
Calidad y cantidad
— Pero cada vez hay menos sacerdotes. Antes, uno de ellos atendía, pongamos por caso, 10 pueblos. Luego fueron 15, luego 20, luego 30... Claro, el pobre sacerdote va con la lengua fuera...
— ...Y el modelo al que tendemos siempre cuando hablamos de la Iglesia primitiva es ver cómo se comunicó la fe. Evidentemente, el problema no era la carencia de sacerdotes, porque había poquísimos. Hay un tema que es muy, muy profundo y decisivo: hablamos siempre de números que reflejan una cantidad. Pero la Iglesia se plantea un tema de calidad. Es decir, ¿Qué hizo san Francisco Javier en la evangelización? Era él solo contra los pueblos paganos. Pero tenía una capacidad de contagiar un entusiasmo y un amor a Jesucristo extraordinarios. Hay actividades de la vida pastoral de la Iglesia que nos dicen muy poco. Y sin embargo, hay otras que tienen un tirón muy fuerte porque son capaces de remover la conciencia, de responder a preguntas y de llenar el corazón.
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— Sin embargo, cuando en cualquier diócesis se anuncia que se suprime una parroquia o que se fusionan dos, o que en tal o cual pueblo deja de haber misa todos los domingos a las 12, como se había venido celebrando en los últimos 500 años, se monta un buen revuelo. Ustedes, los obispos, lo sufrirán, claro...
— Sí, pero estas cosas hay que sufrirlas, hay que vivirlas, hay que intentar hacerlas de manera que no hieran nunca a nadie. Son asuntos de gestión eclesiástica...
— Pero asuntos prácticos también...
— Sí, pero la solución a los temas de los que estamos hablando, de los asuntos que se nos presentan como graves en la evangelización, no se resolverán por la remodelación de unas parroquias, ni porque haya un cura en cada iglesia. Estos temas son buenos de cara a la gestión práctica, pero hoy se plantean, por ejemplo, unidades pastorales que atienden a muchas comunidades.
— Se multiplican mucho últimamente los grupos, movimientos y demás. Parece que el Espíritu sopla con fuerza en la Iglesia...
—Sin ninguna duda. Estamos en un momento de un impulso, de una gracia muy grande, que quiere decir que conecta con la necesidad que ve la Iglesia de una renovación interior muy fuerte y de volver a lo determinante, a lo esencial, a lo más vivo de la fe y del anuncio de la fe, de la predicación. Aquí hablamos mucho del primer anuncio. Luego viene el crecimiento en la fe. Hay muchos grupos de una verdadera renovación que tienen tirón. Y luego hay personas muy inquietas que, a lo mejor no aciertan del todo, pero buscan cómo acertar en esa evangelización.
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— ¿Es algo que se circunscribe casi exclusivamente a las ciudades, o también alcanza a los pueblos?
— España es muy grande y muy distinta en sus diócesis. La experiencia que yo tengo es que no están tan separadas las ciudades de los pueblos. En estos movimientos que ahora empiezan, me encuentro con gente que participa de todas partes. No hace muchos años, el que estaba en un pueblo pequeño se tenía que limitar al sacerdote que les atendía y poco más. Hoy, la gente viaja sin ninguna dificultad, coge el coche para todo. Un chaval de Cádiz que confirmé hace poco iba a misa los domingos a una parroquia de Jerez. Había encontrado allí una comunidad, había hecho buenos amigos, allí vivía la fe y se desarrollaba. Seguramente después irá a la universidad a otra ciudad, y hará deporte en la de al lado, y al cine, pues en otra. No tiene gran problema.