Fundado en 1910
El padre Joaquín durante la entrevista con El Debate

El padre Joaquín durante la entrevista con El DebateMiguel Pérez Sánchez

Entrevista con el párroco de San Clemente Romano

Padre Joaquín: «¡Es una chorrada decir que un sacerdote no debe estar en Instagram!»

Joaquín Hernández, conocido en las redes como @joaquinconp, asegura que «es párroco antes que influencer» y reconoce que pasó «una vergüenza horrible» cuando empezó a subir vídeos

Deja claro que él, antes que cura influencer, es párroco. Y de eso empezamos a hablar en uno de los recesos del Encuentro Transforma que se celebró hace unos días en Madrid. Aunque, ciertamente, el hecho de acumular casi 58.000 seguidores en Instagram (@joaquinconp) es algo bastante inusual para un sacerdote. Es el padre Joaquín Hernández, o padre Joaquín a secas, que llega a decenas de miles de personas a través de las redes sociales.

– ¿Qué es lo que le aporta a un párroco este tipo de congresos sobre temas de nueva evangelización? ¿Realmente aprende aquí? ¿Le sirve, le da ideas?

– Por supuesto. En mi caso, es un empaparme de diferentes experiencias que ha vivido la gente. Y luego me toca a mí hacer una traducción y una adaptación y un discernimiento sobre mi comunidad parroquial. Es verdad que hay cosas muy sorprendentes. Acabamos de escuchar un testimonio de un sacerdote italiano extraordinario (se refiere al de Renzo Bonneti, cuyo vídeo está más abajo). Yo podría o deprimirme o emocionarme. Prefiero emocionarme. Pero luego tengo que hacer la adaptación a mi medio, a lo que tengo. Y a lo mejor no puede ser por ahora. A lo mejor tiene que ser para dentro de X años, o a lo mejor no me toca a mí librar esa batalla.

La entrevista que le hizo Tote Barrera a don Renzo Bonetti

La entrevista que le hizo Tote Barrera a don Renzo Bonetti

– Usted venía de una parroquia en Majadahonda y pasa a Villaverde Bajo. Son dos contextos sociales y económicos muy distintos. ¿Qué le sorprendió cuando llegó a su nueva parroquia? ¿Qué diferencias palpó?

– ¡Todas! Majadahonda era una parroquia joven y floreciente. Yo llegué justo al inicio, cuando estaba comenzando. Era un contexto de familias muy jóvenes, gente muy activa, muy movida y en un contexto sociocultural y económico muy alto. Allí yo fui vicario parroquial y estaba encargado sobre todo de los jóvenes, y fui muy feliz. Aprendí muchas cosas y, cuando me cambiaron, tuve que reajustar necesariamente el contexto. Lo que conocía era muy distinto a una parroquia del sur de Madrid, con unas necesidades muy distintas también. Lo primero que pensé fue: «Qué bien haber trabajado tantos años en Santo Tomás Moro allí en Majadahonda, porque muchas de estas cosas las voy a poder implementar en mi nueva parroquia». Cuál fue mi sorpresa que, cinco años después, solo cinco años, me he dado cuenta de que he aprendido más cosas en estos años que los otros trece que estuve en mi otro destino.

– ¿Y qué ha aprendido?

– Es que ahora estoy de párroco. Entonces, cuando uno es párroco, tiene que pensar en grande y en global. Cuando uno se dedica a una sección solamente de su parroquia, cuidas esa partecita. Ahora mismo me toca cuidar toda una parroquia. Esto implica a las personas mayores, implica a los niños, implica a las personas que atienden, atendemos desde Cáritas; implica los matrimonios, implica a los jóvenes. Me puedo sentir más atraído hacia el trabajo con los jóvenes, pero a lo mejor no es la única batalla que tengo que librar, sino que lo que tengo que hacer es acompañar a toda una parroquia, es decir, empezar a hacer familia. Y en una familia hay abuelos, hay nietos, hay matrimonios y todos ellos tienen algo que aportar y son riqueza para los demás. Todos tenemos esa misma experiencia en nuestras casas. De lo contentos que se ponen los abuelos con los niños. Bueno, pues esto. Yo no sé si en las parroquias ocurre, no sé si en las parroquias nuestros abuelos se ponen contentos cuando aparecen los niños en misa, por ejemplo, o al revés. O si los jóvenes van a ver a los abuelos a su casa. Bueno, pues a mí me gustaría que esto ocurriese y en mi parroquia, en cierto modo, está empezando a pasar, y vemos que hay unas sinergias entre entre los mayores, las familias y los jóvenes que son preciosísimas. Eso es lo que hace que una parroquia ya no sea solamente un núcleo donde se expenden sacramentos, sino un lugar donde se vive.

El padre Joaquín asegura que es "párroco antes  que influencer"

El padre Joaquín asegura que es «párroco antes que influencer»Miguel Pérez

– Cuando llegó usted a su actual parroquia de San Clemente Romano, ¿tenía ya vida, o era una parroquia más mortecina?

– (Se queda varios segundos en silencio antes de responder) Eso último es lo que me encontré. No, no era una parroquia especialmente activa. Había un núcleo muy fuerte de gente muy trabajadora y muy activa. Pero la mayoría de la comunidad no formaba parte de esa dinámica. Y creo que el arte está en hacer que todo el mundo sienta que forma parte de una dinámica que es de todos, que todos sientan que pertenecen a esa familia.

– ¿Ha aplicado algunas de las metodologías de las que se hablan en este Encuentro, como Cursos Alpha, Emaús, Hakuna, etc?

– Hemos descubierto que los métodos son importantísimos, lo que llamamos técnicamente métodos de nueva evangelización, de Primer Anuncio. Pero antes de eso hemos querido hacer ese núcleo familiar. Hemos diseñado nuestro propio, entrecomillas, método. Lo llamamos la Escuela de Crecimiento, que es una formación a largo plazo para adultos y que acaba cristalizando en una comunidad. Ya llevamos cuatro años de experiencia. Nuestra primera promoción ya se ha podido graduar. Estamos muy emocionados. Una vez que hemos tenido eso, una vez que hemos empezado a generar familia, hemos podido implementar algún método, en concreto, Alpha, con el que nos hemos sentido más identificados y sentíamos que más podía adecuarse también a nuestro contexto. Qué maravilloso ha sido cuando hemos lanzado Alpha y las personas han empezado a entrar dentro de la comunidad. Se han encontrado una familia donde poder crecer.

En un viaje a Marbella

– Otro tema por el que es inevitable preguntarle, aunque sea usted párroco antes que influencer. ¿Cuándo y cómo empezó usted en las redes sociales? ¿Fue porque los jóvenes le enredaron?

– No. El modo en el que surgió mi papel en las redes sociales es curioso. Me remonto a, no sé, pero creo que ya son seis o siete años. Fue en un viaje con mi hermano José Manuel, con el que no solamente comparto lazos de sangre, sino que además podemos decir que somos amigos. Decidimos hacer un plan de hermanos. Nos fuimos a un festival en Marbella, a Starlite, porque me habían invitado y decidí llevarme a mi hermano. Dije, esto es un planazo, Nos lo vamos a pasar muy bien. Vamos al concierto de Sting, que es un clásico. Al día siguiente nos quedamos a uno de Bisbal. La risa, la risa. Y en el viaje de vuelta surgió un tema random: «Oye, ¿y tú cómo estás en las redes sociales? ¿Cómo las usas?». Y los dos llegamos a la conclusión de que no nos ayudaban en nada y que quizá lo más razonable sería salir de ellas. Porque, ¿de qué nos sirve a cada uno de nosotros –a él, como fisioterapeuta y padre de familia; a mí, como sacerdote–, tener redes sociales e ir contándole a la gente las cosas que hacemos o dejamos de hacer?

– ¿Y qué respuesta se dieron?

– Pensamos: «Pues no, no nos sirven de nada... a menos –y esta fue idea de mi hermano José Manuel– que pongamos nuestras redes sociales al servicio del fin de nuestras vidas. Tú, como sacerdote; yo, como fisioterapeuta». Y entonces nos decidimos a lanzarnos y empezar a subir contenido de calidad para poder inspirar a las personas. Ahí fue la primera vez que yo me grabé. ¡Me daba un pudor, una vergüenza horrible! Ahora mismo, pues obviamente ya he superado todas esas cosas. Pero en aquel momento me parecía algo esperpéntico mostrarme de esa manera. Pero dije: «Bueno, ¿y si ayuda?». Mi experiencia en todos estos años ha sido que ha ayudado a cientos, sino miles de personas con mi contenido, gente que habitualmente me da las gracias.

– Le habrán puesto muchas veces la típica pega de que «un cura no puede estar en redes, o en Instagram, o en TikTok». ¿Qué responde usted?

– ¡Es una chorrada! Sí, sí, sí. En todos los sitios en donde los sacerdotes o los cristianos estamos y que no son lugares sagrados ha habido siempre una primera resistencia. Estoy pensando: ¿En qué cabeza cabría que los primeros evangelizadores se fueran a lugares lejanos? ¿Qué haces tú allí tan lejos, habiendo tanta gente que cuidar aquí? ¡Es que también hay que estar allí! No digo que todos los sacerdotes tengamos que estar. Hay que hacer un discernimiento, por supuesto. Pero el Señor te puede llamar a estar allí. Es razonable, eso es obvio. Y, además, cada vez con mayor fuerza. La Iglesia como institución y en su Magisterio ordinario nos está animando a que entremos ahí. También es verdad que en el momento en el que yo entré, sacerdotes eran muy poquitos, y laicos, ninguno. No había jóvenes católicos todavía. Eso pasó en la pandemia, que fue un boom de cuentas de jóvenes que empezaron a entrar. También te digo: Si en el momento en el que yo entré hubiese habido el número de jóvenes que ahora mismo están subiendo contenido, acompañando, guiando... lo más probable es que yo no hubiese entrado, porque no habría hecho falta. No era una necesidad.

– El mayor peligro para un cristiano y, más aún, para un sacerdote en las redes, ¿cuál es? ¿Los haters y el odio? ¿La vanidad? ¿Obsesionarse con los likes?

– Deja que lo piense... Es cierto que las redes sociales siempre las he pensado más en clave de oportunidad que en clave de peligro. Obviamente, uno tiene que ir con cautelas. Pero me parece que es más lo que tú puedes hacer que el daño que te pueda provocar. Es cierto que te puede entrar vanidad. Puedes acabar donde no querías. Pero también es cierto que, en el momento en el que te ordenan sacerdote y te dan las llaves de una parroquia, te dan un ambón delante de centenares de personas, cualquier tipo de vanidad te va a venir. O de ambición. En las redes sociales se añade un peligro más, es cierto, pero no está exento en el ministerio ni en la vida del cristiano. Creo que la clave para no caer en ellos es no olvidarnos de que, si estamos ahí, estamos en clave de misión. Yo no subo contenido para contar mi vida, aunque la cuente, sino para ayudar con ello a la vida de muchas personas. Sí es cierto que las redes sociales tienen un lenguaje y ese lenguaje hay que respetarlo. Si yo quiero llegar a la gente, tengo que adaptarme a ese lenguaje. Podríamos hablar de una cierta inculturación, que es algo clásico que han tenido que hacer todos los misioneros de la historia, y creo que un gran medio para poder comunicar a Jesucristo es mostrar tu vida, lo que haces, lo que vives, cómo transmites la fe, cómo estás en tu parroquia, cómo te relacionas con las personas Y eso es curioso, pero a la gente verdaderamente le ayuda. He podido ver a algunos que, solamente por el hecho de seguirte, ya ha supuesto para él un salto de nivel. Les parece que, de repente, por seguir un sacerdote, son católicos y se han acercado un montón a Dios. ¡Simplemente por seguir a un sacerdote! A lo mejor luego te escuchan y siguen haciendo su vida como si fuesen paganos o sin relación con Dios. Pero ya es un primer acercamiento.

comentarios
tracking