Francisco improvisa en Bruselas y recuerda que la Iglesia «se hace sierva de todos sin someter a nadie»
Después del inesperado café que el Pontífice se tomó en Luxemburgo, el Papa volvió a dar un giro a su agenda para desayunar en una parroquia de Bruselas con los migrantes, pobres y refugiados
El Papa Francisco sorprendió con una visita sorpresa a la parroquia de Saint-Gilles, en Bruselas, donde compartió un desayuno con un grupo de personas desfavorecidas, incluyendo refugiados y pobres tanto belgas como extranjeros. Esta parroquia ofrece cada mañana un desayuno a quienes más lo necesitan.
Durante la visita, Francisco escuchó las historias de varios asistentes, entre ellos migrantes que compartieron sus trayectos hacia Europa, como la travesía por el Mediterráneo que uno de ellos, un hombre camerunés, relató al Papa. A lo largo de la conversación, la Virgen María fue mencionada como fuente de fortaleza en los momentos más difíciles. Los coordinadores de la ayuda en la parroquia también expusieron el trabajo diario que realizan, destacando una frase que resonó en el Pontífice: «La misericordia señala el camino de la esperanza».
Durante su viaje apostólico en Bruselas, el Papa Francisco reflexionó sobre el impacto de los abusos, señalando que «generan atroces sufrimientos y heridas, mermando incluso el camino de la fe». Subrayó la importancia de la misericordia para no endurecerse frente al dolor de las víctimas y destacó la necesidad de ofrecerles apoyo. Recordó que la Iglesia debe ser «una Iglesia que se hace sierva de todos sin someter a nadie», aprendiendo de las víctimas para ser más cercana y solidaria.
El Papa agradeció la acogida con estas palabras: «¡Gracias por esta invitación al desayuno! Es agradable comenzar el día entre amigos, y así es el ambiente en Saint-Gilles». También destacó el impacto de la solidaridad y el amor compartido: «La alegría y la fuerza que vienen del amor compartido son mayores que cualquier dificultad». Como gesto de agradecimiento, Francisco recibió una botella de la cerveza artesanal producida en la parroquia, La Biche de Saint-Gilles, y prometió degustarla más tarde.
Antes de retirarse, el Papa obsequió a la parroquia una estatua de san Lorenzo, destacando su ejemplo como diácono y mártir que defendía a los más necesitados. «La Iglesia tiene su mayor riqueza en sus miembros más débiles», recordó el Pontífice, subrayando la importancia de vivir con humildad y amor hacia los demás.