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La reina María Cristina de Suecia es una de las cuatro mujeres que descansa junto a los Papas en el Vaticano

Estas son las únicas cuatro mujeres que tuvieron el privilegio de ser enterradas en el Vaticano

Dos reinas, una princesa y una noble fueron las escogidas para que sus sepulcros estuvieran en la basílica más importante de la cristiandad hasta el día del Juicio Final

Entrar en la basílica de San Pedro, en Roma, puede ser una experiencia un tanto abrumadora. Hay mucho que ver, pero poco tiempo para detenerse y observar con detalle. La mayoría de los visitantes se concentran en lo esencial: la 'Piedad' de Miguel Ángel, el baldaquino y la Cátedra de San Pedro de Bernini, la tumba de los Pontífices de la Iglesia y, por supuesto, las reliquias del apóstol Pedro, el primer Papa.

Sin embargo, este majestuoso templo esconde detalles que a menudo pasan desapercibidos. Por ejemplo, en su pavimento, se encuentran inscripciones con los nombres y medidas de las iglesias más grandes del mundo. También destaca un círculo de pórfido rojo, donde el rey Carlomagno fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano por el Papa León III.

Entre esos curiosos detalles se encuentran cuatro tumbas, pero no las de san Juan Pablo II o Benedicto XVI, visitadas por numerosos turistas. Son las de cuatro mujeres que por su relevancia y méritos en la historia de la Iglesia, gozaron del privilegio de yacer junto a los Papas, un honor que perdurará hasta el fin de los tiempos.

Matilde de Canossa (1046–1115)

Matilde de Canossa fue una figura clave en el conflicto conocido como la 'querella de las Investiduras', que enfrentó a los reyes del Sacro Imperio Romano Germánico y los Papas durante finales del siglo XI y principios del XII. El choque más emblemático fue entre el emperador Enrique IV y el papa Gregorio VII, quienes luchaban por el control sobre la Iglesia, en cuanto a la recaudación y nombramiento de cargos eclesiásticos.

Matilde, una poderosa noble italiana, se alineó firmemente con Gregorio VII. Su apoyo resultó decisivo en inclinar la balanza a favor del papado. Los territorios que gobernaba, situados entre los Estados Pontificios y el Sacro Imperio, eran estratégicos para este enfrentamiento.

Matilde de Canossa fue una de las mujeres más poderosas del siglo XI

En un episodio histórico, Matilde fue testigo de la humillación de Enrique IV en su castillo de Canossa. Tras ser excomulgado, el emperador, vestido de monje, pasó tres días y noches bajo la nieve, suplicando el perdón del Papa. Aunque Gregorio VII lo perdonó, la paz fue breve. Más tarde, Enrique volvió a Roma, depuso al Papa y colocó a Clemente III como su propio pontífice. Sin embargo, Matilde, al mando de un formidable ejército, derrotó a las fuerzas imperiales y restauró a Gregorio en el trono papal.

Matilde no dejó de luchar tras la muerte de Gregorio en 1085. Continuó apoyando a los Papas legítimos, como Víctor III y Urbano II, contra los antipapas y las fuerzas del emperador. En su testamento, legó todas sus tierras a la Iglesia.

Tras su muerte en 1115, fue sepultada en la abadía de san Benedicto Polirone, en Italia. Posteriormente, en 1645, sus restos fueron trasladados a la basílica de San Pedro por orden del Papa Inocencio X, y colocados en una impresionante tumba esculpida por Gian Lorenzo Bernini, un homenaje a la gran aliada del papado durante uno de los conflictos más cruciales de la cristiandad.

Carlota de Chipre (1444–1487)

Carlota de Chipre fue la hija de Juan II de Chipre y Helena Palaiologina. Se convirtió en reina de Chipre a los 14 años, ocupando el trono desde 1458 hasta 1460, tras la muerte de sus padres. Sin embargo, su reinado fue efímero, ya que fue depuesta por su hermanastro Jacobo, quien, con el apoyo de los mamelucos egipcios, logró hacerse con el control de la isla en menos de tres años.

Ante esta situación, Carlota se vio obligada a exiliarse en Roma, donde forjó una sólida relación con el Papa Sixto IV y su sucesor, Inocencio VIII. Aunque no tuvo descendencia y la sucesión pasó a la Casa de Saboya, su marido, Luis de Chipre, intentó recuperar la corona a través de una alianza con el papado.

Carlota falleció en Roma a los 43 años y recibió un ostentoso funeral, financiado por Inocencio VIII, quien la había apoyado durante su exilio. Su sepultura se encuentra en la Capilla de San Andrés y San Gregorio en la basílica de san Pedro, un homenaje a su legado como reina desterrada.

Carlota de Chipre está enterrada en la capilla de san Andrés y san Gregorio, dentro de la basílica

Cristina de Suecia (1626–1689)

Cristina de Suecia, hija de Gustavo II Adolfo y María Leonor de Brandeburgo, reinó entre 1632 y 1634. Fue una figura clave en la historia de Europa, logrando firmar la Paz de Westfalia en 1648, que puso fin a la devastadora Guerra de los Treinta Años. Durante su reinado, estabilizó el país acercándose a las potencias católicas como la Francia de Luis XIV y la España de Felipe IV.

Amante de las artes y las letras, Cristina transformó su corte en un epicentro cultural, atrayendo a intelectuales y artistas de toda Europa. Sin embargo, en 1654 sorprendió a todos al abdicar del trono, abandonar Suecia y anunciar su conversión al catolicismo en un país predominantemente protestante.

En Roma fue recibida con todos los honores. El Papa Alejandro VI organizó una entrada triunfal en la ciudad, donde Cristina se dedicó al arte y la cultura. Fundó el primer teatro público de ópera en Roma y fue patrona de la academia literaria Arcadia.

A pesar de ser enterrada con discreción, su amigo, el cardenal Azzolino, y el Papa Inocencio XI decidieron honrarla con un funeral de Estado y un sepulcro en la basílica de san Pedro, donde descansa hasta hoy, con un monumento realizado por el escultor Carlo Fontana. Cristina es recordada por su profunda cultura, su pasión por el arte, y por su histórica conversión, que la llevó a dejar el trono y donar toda su herencia a la Iglesia.

María Clementina Sobieska (1702–1735)

La princesa María Clementina Sobieska fue hija de Jaime Luis Sobieski y Eudivigis Isabel de Neoburgo. Se casó con Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, el príncipe de Gales, aunque este nunca llegaría a reinar. Su unión fue vista con recelo por Jorge I de Gran Bretaña, quien temía que la princesa pudiera engendrar un heredero que se convirtiera en competidor por el trono.

Durante su viaje a Italia para contraer matrimonio, Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, detuvo a María, manteniéndola en prisión. Sin embargo, un grupo de católicos logró liberarla, permitiéndole huir a Roma, donde quedó bajo la protección del papa Clemente XI. La boda finalmente se celebró en 1719, y la pareja fue reconocida como legítimos reyes de Inglaterra y Escocia, aunque su matrimonio resultó ser desafortunado.

María Clementina Sobieska

Con el tiempo, María se retiró de la vida pública, dedicándose a la oración, la donación generosa de sus bienes a la Iglesia y su apoyo al papa Clemente XII. Falleció a los 32 años en 1735. El Papa Benedicto XIV encomendó a Pietro Bracci la tarea de esculpir un memorial en su tumba.