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Francisco felicita la Navidad a la Curia Romana en el VaticanoAFP

Francisco felicita la Navidad a la Curia Romana: «Digan lo bueno y no lo malo de los demás»

El Papa invitó a los miembros de la Iglesia a ser «artesanos de bendición», llamados a llevar la gracia de Dios a todos, incluso en las tareas más humildes

En su tradicional discurso navideño a la Curia Romana, el Papa Francisco reflexionó sobre la importancia de cultivar la humildad y ser portadores de bendición en el día a día. Inspirándose en las palabras de san Pablo a los Romanos, «Bendigan y no maldigan nunca» (Rm 12,14), el Pontífice invitó a los presentes a hacer lo mismo: «Digan lo bueno y no digan lo malo». Subrayó la importancia de fomentar una actitud de hablar bien de los demás, una práctica que, según destacó, es esencial para construir comunidades eclesiales que «viven en gozosa y fraterna armonía».

Francisco resaltó que hablar bien del prójimo no solo es una expresión de humildad, sino también una forma concreta de imitar la Encarnación del Señor, cuyo nacimiento celebramos en Navidad. Además, resaltó que cuando se quiere hablar mal de los defectos de alguien, solo se puede hacer con tres personas: «con Dios, con la persona, y si no puede hablar con la persona, con quien en la comunidad pueda ocuparse de eso. Y nada más», afirmó. El Santo Padre destacó que esta práctica libera a las personas de la desconfianza y las sospechas, abriendo espacio para la acción de Dios que une los corazones.

Francisco recordó que Dios no actúa con condena, sino con misericordia, abajándose hasta hacerse hombre para cargar con los pecados del mundo. En este contexto, el Sumo Pontífice instó a los fieles a recurrir al sacramento de la Reconciliación, considerando la confesión como un medio para volver a la gracia de Dios y renovarse interiormente.

«El movimiento de Dios es abajarse, hacerse pequeño. Así comienza a asumir sobre sí el peso del pecado del mundo», afirmó. Esta actitud, añadió, debe inspirar a cada persona a vivir con coherencia, sin criticar ni juzgar, y buscando ser instrumentos de gracia.

En la conclusión de su mensaje, el Papa invitó a los miembros de la Iglesia a ser «artesanos de bendición», llamados a llevar la gracia de Dios a todos, incluso en las tareas más humildes. Siguiendo el ejemplo de María, modelo de humildad y bendición, Francisco animó a vivir cada acción diaria con un espíritu de coherencia y servicio.

«Cada tarea, por pequeña que parezca, contribuye a difundir la bendición divina», aseguró. Finalmente, exhortó a los presentes a participar en ejercicios espirituales y encuentros pastorales que permitan sumergirse en la gracia de Dios y evitar la aridez que puede surgir de las rutinas diarias.