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El impacto de la guerra en Ucrania y la pandemia en los engranajes económicos ponen en duda el futuro de la globalización.Pixabay

Entre la guerra y la pandemia, la globalización vive una crisis existencial

El conflicto de Ucrania además cuestiona el principio de que el comercio es un vector de paz

¿Después de la aldea global llega el repliegue mundial? El impacto de la guerra en Ucrania y la pandemia en los engranajes económicos ponen en duda el futuro de la globalización.

En una carta a sus accionistas el jueves, el patrón del gigante mundial de las finanzas Blackrock, Larry Fink, afirmó que «la invasión rusa en Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos conocido durante las tres últimas décadas».

Este periodo, marcado por políticas de desregulación y la revolución digital, ha permitido una circulación casi sin fronteras de mercancías y capitales.

Pero el coronavirus primero y la invasión en Ucrania después han hecho tambalear los principios de esta globalización: la especialización económica por regiones, las cadenas de producción fraccionadas o los suministros de empresas en plazos muy cortos.

La guerra en Europa además cuestiona el principio de que el comercio es un vector de paz, acuñado en el siglo XVIII por el filósofo francés Montesquieu.

Ya antes de la guerra, «la conectividad entre naciones, empresas e incluso entre personas se sometió a una dura prueba por dos años de pandemia», escribió Larry Fink.

El coronavirus puso en evidencia la hiperdependencia de China para productos básicos

La escasez de mascarillas al estallar el coronavirus puso en evidencia la hiperdependencia de China para productos básicos. Un mes después del inicio de la guerra, el caos en la economía mundial genera presión en los precios y los suministros de cereales, petróleo, gas y otros materiales estratégicos como el cobre.

Han aparecido «un determinado número de vulnerabilidades» que muestran los límites del fraccionamiento de las cadenas de producción en múltiples localizaciones, indica a la AFP el antiguo director general de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy.

La «autonomía estratégica» reclamada ahora en Europa para la energía y las materias críticas o las inversiones masivas de Estados Unidos en semiconductores muestran esta prioridad hacia un repliegue regional, o incluso nacional.

La guerra comercial del expresidente estadounidense Donald Trump con China en 2018 ya cuestionó el modelo de globalización. Su sucesor Joe Biden prometió en su discurso del Estado de la Unión a principios de marzo invertir para «asegurar que todo, desde el puente de un portaviones al acero de las correderas de seguridad de las autopistas sea fabricado en Estados Unidos, de principio a fin».

«La pandemia no ha provocado decisiones radicales de relocalizaciones, pero la guerra tiene un impacto en la forma que las empresas reflexionan sobre sus cadenas de producción y sus inversiones», indica Ferdi de Ville, profesor del Instituto de Estudios Internacionales y Europeos en Gante (Bélgica).

«Se han dado cuenta de que lo era inimaginable el mes pasado se ha vuelto realista en cuanto a sanciones económicas masivas», explica el profesor, autor de un artículo titulado «El fin de la globalización como la conocíamos».

Europa trata ahora de reducir la dependencia de hidrocarburos rusos

Según él, ahora se trata de reorientar la dependencia estratégica hacia países aliados, como en el caso del anuncio el viernes de un grupo de trabajo entre Estados Unidos y Europa para reducir la dependencia de las energías fósiles rusas.

En este sentido, «no hay desglobalización», afirma Lamy, avisando de que este fenómeno «es un animal extremadamente evolutivo».

Desacople

Pero este nuevo rostro de la globalización conlleva el riesgo de una desconexión económica entre los países occidentales de un lado y China y sus aliados del otro.

La segunda economía mundial, que hasta ahora no ha condenado el ataque ruso, se arriesga a hallarse en el futuro en un enfrentamiento más directo con Estados Unidos o la Unión Europea, especialmente por el caso de Taiwán.

«El interés de China no es, por ahora, entrar en competencia con Occidente», opina Xiaodong Bao, gestor de carteras en la sociedad de inversión Edmond de Rothschild AM, puesto que Pekín «ha sido desde hace 20 años el primer beneficiario de la globalización».

Pero la guerra en Ucrania es la ocasión para desarrollar su autonomía financiera, con una menor dependencia del dólar. El diario económico The Wall Street Journal evocó recientemente discusiones de Pekín con Arabia Saudita para comprar petróleo en yuanes en vez de en dólares.

«China va a continuar construyendo bases para el futuro», indica Xiaodong Bao. «El desacople en el plano financiero está acelerándose», alerta.