Los «Cisnes Negros»: amenazas imprevisibles de la guerra en Ucrania
¿Estará obrando Rusia con la ayuda de China? ¿Se involucrará la OTAN en el conflicto en Ucrania? ¿Cumplirá Putin su amenaza nuclear?
Los economistas hablaron, durante la crisis económica de 2008, de la teoría de el cisne negro, una metáfora que describe acontecimientos que ocurren sin que ningún analista los hubiera previsto o posibilidades que no se habían considerado porque, a priori, resultaban muy improbables. Sin embargo, suceden y, lo peor, ocasionan un impacto trascendental.
Esta teoría la planteó el economista libanés Nassim Nicholas Taleb (The Black Swan, 2007), aludiendo a la improbabilidad de que existiesen cisnes negros cuando en la Europa del siglo XVIII pensaban que todos los cisnes eran blancos, pues eran los únicos conocidos hasta entonces. Sin embargo, los primeros exploradores de Australia encontraron que allí existían cisnes con plumas negras. Esto demuestra que lo que se considera altamente improbable o casi imposible, puede suceder. Por eso Taleb cuestionaba en su teoría los análisis económicos basados solo en explicaciones racionales, fundamentados en patrones ya previsibles, aquellos que no contemplan la posibilidad de que «lo improbable» puede suceder, como ocurrió con la crisis económica de 2008.
«La guerra es como abrir la puerta de una habitación oscura. Nunca sabes que ocurrirá», decía Adolf Hitler cuando él mismo abrió esa «puerta» en septiembre de 1939. Vladimir Putin la ha vuelto a abrir el 24 de febrero de 2022. Hitler lo hizo entonces con la complicidad de la Unión Soviética de Stalin, pero ¿Vladimir Putin ha iniciado esta acción militar con la connivencia de China? ¿Beijing estaba informado de antemano de sus planes? ¿Putin contaba con su beneplácito?
Rusia y China
Aquí tenemos un primer cisne negro porque la respuesta podría tener consecuencias de largo alcance para la economía internacional. Esta posibilidad se contempla hoy, por ejemplo, en Alemania, cuyo estado de ánimo es ya negativo hacia China. Una posibilidad así deterioraría por completo las relaciones comerciales y económicas con el gobierno de Beijing: En el presente «las ventas que la industria automotriz alemana logra en la República Popular se ponen en riesgo». Según los economistas del Deutsche Bank y del Instituto Kiel para la Economía Mundial (IfW), antes del comienzo de esta guerra, ya habían advertido que «las empresas alemanas se estaban volviendo peligrosamente dependientes de los líderes chinos». Un factor peligroso, dada la extraordinaria dependencia energética de Alemania y otros miembros de la Unión europea de Rusia.
El cisne negro para Occidente supondría que sus medidas contra Rusia, por duras que sean, no tengan el efecto que pretenden si China realmente está respaldando a Rusia en este conflicto e, incluso, de modo imprevisible, todo se podría volver contra la economía occidental de forma muy significativa. El cisne negro es el fin de la globalización económica, del mercado mundial tal y como se ha llevado a efecto estos años.
Pero más allá de la economía, el cisne más negro se cierne (y hemos de estar preparados para lo imposible) en el campo militar. Aquí sí podemos hacernos graves preguntas por improbables que parezcan, cuestiones que en ningún caso nos querríamos plantear:
¿Podría China aprovechar el transcurso de este conflicto militar para invadir la isla de Taiwán? Un cisne negro que aconteció a las 7 horas y 48 minutos, hora local, del domingo 7 de diciembre de 1941, fue cuando una fuerza de 353 aviones japoneses atacó por sorpresa la base naval de en Pearl Harbor, en las islas Hawái. Provocó que Estados Unidos entrase en la guerra. ¿Podría ocurrir un nuevo «Pearl Harbor» en la isla de Taiwán?
La OTAN
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La OTAN está siendo escrupulosamente cuidadosa de no verse arrastrada por este conflicto de Ucrania con Rusia. Sin embargo, los acontecimientos recientes muestran cuán estrecha es la línea. Otro cisne negro: Lo previsible es que las naciones de la Alianza no pasen ciertos límites para dar ayuda militar sin intervención. Sin embargo, en su página de Facebook, la Fuerza Aérea de Ucrania anunciaba: «¡Nuestros socios nos están ayudando con MiG-29 y Su-25! Pueden confiar en los aeródromos polacos, desde los cuales pilotos ucranianos realizan misiones de combate» y enumeran: «28, MiG-29 de Polonia; 16 MiG-29 y 14 Su-25, de Bulgaria; 12 MiG-29 de la Eslovaquia». Los estados mencionados tienen estos aviones soviéticos de sus días en el Pacto de Varsovia, pero no los están compartiendo con Ucrania para misiones bélicas. Bratislava y Varsovia lo han dejado claro: «No enviaremos aviones de combate a Ucrania». Lo recalcó, el martes, el presidente polaco Andrzej Duda, junto al secretario general de la OTAN: «No estamos participando en este conflicto».
Una información así puede extender el conflicto pues el Ministerio de Defensa ruso atribuye el contratiempo que está ralentizando su ocupación a que los «países occidentales» apoyan a los ucranianos, criticando a Dinamarca y Gran Bretaña que permiten el traslado de voluntarios para sumarse a los combatientes. Estos «dimes y diretes» entre los países contendientes, ¿podrían llegar a convertirse en verdadero malentendido que involucre a la OTAN de forma imprevista e indeseada? Otro cisne negro.
La amenaza nuclear
Pero el peor de todos los cisnes negros imaginable es la amenaza nuclear. El propio Putin al pasado 27 de febrero puso en «alerta elevada» a sus fuerzas nucleares. Después su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, en declaraciones a Al Jazeera, habló de «una guerra nuclear devastadora» y añadió que Biden sabe «que no hay alternativa a las sanciones, solo la guerra mundial». A esto hay que añadir que Rusia se ha hecho con el control de la planta nuclear más grande de Ucrania y de Europa, la de Zaporiyia, y que abrieron fuego junto a sus reactores. Todos podemos prever que Putin no está dispuesto a perder esta guerra, pero ¿estaría dispuesto a hacer uso de un ataque nuclear?
Estos son solo algunos, pero ¿cuantos cisnes más de plumas negras nos podremos encontrar en el transcurso de este conflicto?