¿Hay riesgo de erupción en el Teide tras los 458 terremotos del viernes?
En la noche del 16 al 17 de junio se produjo una serie sísmica al suroeste de Pico Viejo con epicentro a unos 13 kilómetros de profundidad
Los 458 terremotos que se sucedieron en el Pico del Teide en la madrugada del 16 al 17 de junio han devuelto a los diarios una expresión de incómodo recuerdo: «enjambre sísmico». Con aquellas dos palabras comenzó la alarma en la isla de La Palma y, al menos de momento, no hay indicios de que lo que ocurrió con el Cumbre Vieja se vaya a repetir ahora en Tenerife.
El Instituto Geográfico Nacional (IGN) avisó en la mañana del viernes de una sucesión de temblores (458 en total) con epicentros localizados en las Cañadas del Teide, al suroeste de Pico Viejo. Esos terremotos, aunque de baja intensidad, devolvieron al recuerdo la devastación sufrida en La Palma a finales de 2021 por culpa del Cumbre Vieja.
Afortunadamente, y según el IGN, los temblores tuvieron una magnitud máxima de 1,6 (mbLg) y una profundidad alrededor de los 13 km, por lo que no serían especialmente peligrosos ni invitan a pensar en una erupción.
La energía liberada por la suma de esos 458 movimientos sísmicos «llegaría a un terremoto de magnitud 2 o un poco más», explicó a la Agencia EFE Itahiza Domínguez, sismólogo del IGN. La hipótesis principal es que el enjambre sísmico esté relacionado con un proceso de desgasificación, puesto que bajo la isla de Tenerife hay «material caliente» y puede que esté habiendo «pequeños aportes que se van acumulando durante años», aunque «esto es difícil decirlo con total seguridad».
En declaraciones a Efe, Domínguez admite que un enjambre sísmico «no se ve todos los días», aunque en los seis últimos años se han vivido tres de similares características y en la misma zona y profundidad. No hace falta decir que ninguno de ellos fue anticipo de una erupción.
El detectado en la madrugada de este viernes estuvo caracterizado por terremotos «muy seguidos» con una magnitud inferior a 1 y «cercana a 0» y, de hecho, asegura el sismólogo, «costó localizarlos».
Se pudo detectar, explica, porque en Tenerife «la sensibilidad es muy buena», no tanto por el instrumental desplegado, sino gracias a «la geología» de la isla, dado que el terreno está «más compactado» que, por ejemplo, en La Palma o El Hierro, donde ha habido erupciones más recientes, y eso permite una mejor transmisión de las ondas sísmicas.
Otra de las peculiaridades de Tenerife, ilustra el experto del IGN, es que es «muy activa» en lo que a seísmos se refiere. Hay de media unos 1.000 al año, aunque en 2004 hubo un repunte y se elevó hasta los 3.000 y desde entonces ha habido altibajos. En La Palma, por ejemplo hasta hace cinco años era de 20 terremotos, y en El Hierro, de 50 antes de que surgiera el volcán submarino Tagoro.
No hay síntomas «preocupantes»
Itahiza Domínguez hace hincapié en que no hay otras señales, como por ejemplo la deformación de la superficie, que sí «serían preocupantes».
Aunque en Tenerife la comunidad científica no ha tenido la ocasión de vivir una «erupción instrumental», se sabe por las referencias históricas que estas han estado precedidas de «mucha sismicidad sentida por la población», y por ahora «no hay nada de eso».
Por lo tanto, opina que no hay motivos para la preocupación, si bien avisa: «Esto es algo con lo que tenemos que convivir y no podemos descartar que algún día habrá una erupción. No sabemos si en diez o en cien años... Lo importante es estar preparados», subraya. En este sentido, recalca que afortunadamente las erupciones volcánicas «avisan», como sucedió en 2021 en La Palma, que venía mostrando indicios unos cuantos años antes.