Censo de Floridablanca
¿Por qué la actual provincia coruñesa era la más poblada de España en 1787?
Las decisiones políticas de los Borbones, la pujanza del Arsenal de Ferrol y hasta el sistema de herencias explican esa primacía demográfica
El reportaje de José Ramón Pérez en El Debate titulado Conoce cuántas personas vivían en tu provincia hace 200 años incluía un dato ciertamente sorprendente: la provincia coruñesa era la más poblada de España en 1787, según el censo de Floridablanca. Como bien se explicaba en esa misma pieza, hoy día ocupa el puesto 37 en esa misma clasificación demográfica. Surgen entonces dos preguntas: ¿cuáles eran los motivos de esa primacía poblacional? Y, también, ¿qué ocurrió para que otras 36 provincias la adelantasen? Tres historiadores responden a esos interrogantes.
Empecemos con una aclaración sobre la configuración de la provincia coruñesa que realiza Alfredo Vigo Trasancos, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), que es especialista en el Barroco y la Historia del Urbanismo: «En primer lugar hay que matizar que en ese momento del siglo XVIII, cuando se hace el censo de Floridablanca, en 1787, Coruña era una provincia muy pequeñita dentro de Galicia. No era la provincia que es hoy. Entonces en Galicia había siete provincias y Coruña era la más pequeña: contaba con unos 13.000 habitantes, pues solo tenía como casco urbano principal lo que era la ciudad de Coruña. Eso sí, si a esa provincia coruñesa le sumas la población de las provincias de Santiago y Betanzos se acerca a medio millón de habitantes». En efecto, el reportaje arriba indicando partía de tomar las delimitaciones provinciales actuales, no de las vigentes en 1787.
Las causas del auge poblacional
«Galicia estaba entonces, a finales del siglo XVIII, particularmente poblada. Se dan unas circunstancias que impulsan la demografía, especialmente la rural. Es una población joven, cuya economía se sustenta en la actividad pesquera y agropecuaria. Es un momento en que, por ejemplo, se implanta el cultivo de la patata y el maíz», añade este experto.
«La introducción de los cultivos como la patata y el maíz fomentan el desarrollo de la propia población, en los siglos XVII y XVIII. Hay productos que se dan muy bien en ese terreno, y eso propicia que no se produzcan hambrunas y, por tanto, emigración», corrobora Emilio Grandío, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad compostelana.
Añade Grandío otro factor que cree fundamental. «El sistema de herencia, que no deja a nadie fuera de él, facilita que no tengan que emigrar, de ahí también el tradicional minifundismo gallego. La gente se va quedando, aunque cada vez con menos territorio». «Y después está la cuestión de la productividad. La tierra es la riqueza, y la tierra en Galicia da mucho». «La tierra daba para todos. Y esto se combinaba con un sistema de herencia que no hacía que muchos se hicieran ricos, sino que mantenía una sociedad más o menos igualitaria, una especia de clase media, sobre todo campesina», se extiende este profesor. Hay además, reseña Grandío, un «desarrollo industrial incipiente» y el propiciado por «los Borbones, que lo que hacen es colocar enclaves de desarrollo». Esos enclaves son los «astilleros militares» ferrolanos y los «los correos marítimos» coruñeses.
La pujanza de dos ciudades
Galicia, y en concreto la provincia coruñesa, es un tren tirado por dos locomotoras en forma de ciudades. «Cuando el censo de Floridablanca, la más poblada de Galicia –apunta Vigo Trasancos–, se encontraba en la provincia de Betanzos: era Ferrol. Pasa de ser una villa pesquera de 1.500 habitantes a comienzos del XVIII a convertirse en una potencia demográfica en el censo de Floridablanca, una ciudad de unos 25.000 habitantes, la mayor parte de los cuales llegados de Cantabria, de País Vasco, de Cataluña. ¿Por qué? Es una cuestión de Estado. Se decide construir el Arsenal y los astilleros de Esteiro. Hay que construir de barcos y ha de venir gente especializada de otros puntos, pues en Ferrol no la había», recalca.
El papel de Ferrol también lo destaca el historiador Luis Gorrochategui, autor de libros como Contra Armada: la mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra, o el más reciente La carabela San Lesmes: «Galicia fue una región muy poblada y con la población muy dispersa ya de antes. Cuando el censo de Floridablanca, la ciudad más grande era Ferrol, donde la Corona metió una cantidad de dinero espectacular. El Arsenal de Ferrol fue lo mejor del mundo en ingeniería, dique seco, etcétera». Además, «La Coruña tenía muchísimo que ver con Ferrol. Las famosas galerías de La Coruña se hacen gracias a todas las fábricas de vidrio que trabajaban para hacer los castillos de popa de los navíos de la Armada. La Coruña trabajaba mucho para Ferrol, que se convirtió en un foco de atracción demográfica del Noroeste peninsular».
La otra ciudad que tiraba del carro era, en efecto, la coruñesa. Vigo Trasancos se extiende sobre este punto: «En Coruña, la instalación por orden del rey de los Correos Marítimos en 1764 también hace crecer la población, que pasa de 7.500 antes de su activación hasta 15.000 a comienzos del XIX, cuando iguala con Santiago, que era la segunda ciudad más grande de Galicia. Con esos Correos Marítimos, que rompen el monopolio de Cádiz para comerciar con América, se va a permitir también un tráfico no solo postal, de cartas y paquetes, sino también comercial con algunas islas del Caribe. Luego, en el 78, cuando se declara el libre comercio con América, Coruña ya está bien posicionada para ejercerlo por su experiencia con los Correos Marítimos. En ese momento, esa actividad atrae a mucha gente de fuera que se decide instalar en la ciudad, principalmente vascos y riojanos».
La caída
Todo lo que sube, baja. Tras esa etapa de esplendor demográfico, cambian las tornas.
«Galicia ya en el XIX se queda totalmente desconectada de la actividad industrial que van a tener otras zonas costeras, como Asturias, País Vasco o Cataluña. Galicia casi no tiene industrias potentes y ellos en cambio sí: textil, carbonera, siderúrgica. Se queda estancada en una actividad pesquera y agropecuaria y por tanto se queda fuera del tejido de la revolución industrial», certifica Vigo Trasancos. Precisa este experto que es en este momento cuando la provincia coruñesa toma las dimensiones actuales: «Coruña va a sentir la pérdida colonial, a partir de 1820, y paga también por haber tenido un carácter liberal frente al carácter conservador. Y tiene que esperar a 1834 cuando, al posicionarse de nuevo en el constitucionalismo liberal con Isabel II, vuelve a salir favorecida. Es en ese momento cuando la provincia de Betanzos, Santiago y Coruña se convierte en una sola provincia con capital en la ciudad coruñesa».
Gorrochategui va en la misma línea que Vigo Trasancos: «En Galicia no se produce la Revolución Industrial, se queda totalmente descolgada de esta revolución y de todo lo que supuso, no solo a nivel laboral, sino en general: aumento de la tasa de natalidad, disminución de la tasa de mortalidad infantil, etcétera. Galicia se queda con una economía muy medieval, quitando zonas muy concretas como La Coruña. Ferrol, que había sido la ciudad que tiraba del carro, entra en absoluta decadencia en el XIX. Se produce entonces el fenómeno de la emigración, a nivel descomunal, a América, a Cataluña, al País Vasco. Si en La Coruña ciudad se llega a producir la Revolución Industrial tendría dos millones de habitantes. Hoy tiene 245.000».
Grandío alude también a la centralización como causa de esta disminución del peso demográfico en España de la provincia coruñesa: «En el siglo XIX se da un proceso de centralización importante. Toda la construcción de la estructura económica se centraliza. Hasta entonces la comunicación marítima era la más importante, pero cuando comienza a ser la terrestre se centraliza también. Todos esos flujos de capital y de inversión no están esparcidos, sino más centralizados. La construcción del sistema liberal, a partir de la guerra carlista, va por ese camino, un camino de más centralización».
El eje del crecimiento se desplaza a otras latitudes, como bien remarca Gorrochategui: «En el siglo XIX, en la zona cercana a los Pirineos, Cataluña, que tenía menos habitantes que Galicia, y País Vasco, formado hasta entonces por unas aldeas, se disparan en población con la llegada de la Revolución Industrial. España se convierte en un mercado con un protectorado feroz de la industria catalana».