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Ley de eutanasia puntos negros

Ley de eutanasia puntos negrosUnsplash

Pentobarbital con un toque de anís: así es el cóctel de drogas usado en las eutanasias

El protocolo de Sanidad contempla toda una variedad de fármacos que, en ocasiones, provocan reacciones adversas

Hace quince meses que España se convirtió en el quinto país del mundo en aprobar la eutanasia, no solo la despenalización, sino la categoría de derecho. Una ley que dejó, a los doce primeros meses de su aprobación, 180 muertes, la mayor parte de ellas en Cataluña.

Se trataba de un texto que respondía «a una demanda sostenida de la sociedad actual», a pesar de que no contó con un debate general ni especializado; y como una «necesidad nacida de la prolongación de la esperanza de vida a causa de los medios técnicos de sostenimiento de la vida, los cuales no mejoran la calidad», aun cuando no planteó a la misma vez una ley de cuidados paliativos que los profesionales llevan décadas demandando.

Además, incluye un registro de médicos objetores de dudoso encaje legal que ha sentado muy mal a los facultativos, que lo califican de «lista negra» de profesionales.

La ley distingue entre dos conductas diferentes: la eutanasia activa y aquella en la que es el propio paciente el que acaba con su vida, pero que necesita la colaboración de un profesional que facilite los medios necesarios y prescripción de las dosis necesarias de medicamentos.

En su Manual de buenas prácticas en eutanasia, elaborado por el Ministerio de Sanidad a raíz de la aprobación de la ley, la «prestación de ayuda para morir» se puede realizar a través de dos modalidades: directa al paciente vía intravenosa por parte del profesional o mediante prescripción para que la persona se la pueda administrar para causar su propia muerte.

Durante la eutanasia activa, todo el equipo asistencial debe permanecer presente durante todo el proceso. Este manual señala que la vía intravenosa «puede tener ventajas e inconvenientes tanto para los profesionales que la utilizan como para el propio paciente». Entre las trabas, apunta a «la dificultad para canalizar una vía venosa en el domicilio, por profesionales no habituados a realizar dicho procedimiento o por tratarse de pacientes frágiles y debilitados con dificultad habitual para acceder a una vía intravenosa».

Para eliminar el riesgo de errores de medicación que podrían dar lugar a infradosis, las recomendaciones recogidas en este documento se basan en cantidades fijas siendo el objetivo principal garantizar el fallecimiento del paciente en el menor tiempo posible. Las dosis para inducir la muerte se recomiendan sobre la base de 5 a 10 veces la ED95 (dosis efectiva) de cada fármaco para individuos de 70 kilos para garantizar el efecto terapéutico y una duración de acción prolongada en una amplia población de pacientes de diferentes edades y pesos.

Para ello, se aplica en primer lugar midazolam, un ansiolítico para disminuir el nivel de consciencia previo a la inducción del coma. A continuación –y como los medicamentos inductores del coma pueden causar dolor por vía intravenosa–, se administra lidocaína, un anestésico local. Para inducir al coma, Sanidad recomienda el uso de propofol o, como alternativa, tiopental.

Finalmente, y tras asegurarse de que el paciente está en coma profundo, se aplica un bloqueante neuromuscular, incluso si ya ha fallecido tras la administración de la medicación para inducir al coma. Los medicamentos elegidos son atracurio, cisatracurio o rocuronio.

La medicación de inducción del coma se administra en no más de 5 minutos. La pérdida de conciencia se produce en 1-2 minutos tras su administración. Tras comprobar que el paciente está en un coma profundo, se administra el bloqueante neuromuscular de forma rápida.

En unos pocos casos, la administración de la medicación inductora del coma provoca una parada respiratoria y cardíaca. En todos los demás casos, el bloqueante neuromuscular provocará una parada respiratoria total en pocos minutos, seguida de una parada cardíaca. Sin embargo, a veces el corazón puede seguir latiendo durante algún tiempo, lo que prolonga el periodo entre la parada respiratoria y la parada cardíaca hasta 20 minutos. Esto puede hacer que algunos pacientes se vuelvan cianóticos (coloración azulada de la piel).

No obstante, el documento también señala que se pueden producir reacciones adversas, como espasmos involuntarios o jadeos, para lo que el profesional debe estar preparado para aumentar las dosis de medicamentos a través de la vía intravenosa. Además, el médico debe estar preparado «para acelerar u omitir partes del protocolo, por ejemplo, si aparece una reacción paradójica al midazolam, el médico deberá estar preparado para prescindir de la administración de lidocaína y pasar directamente al propofol».

Pentobarbital al toque de anís

En el caso de la ayuda indirecta, el profesional competente prescribe al paciente la sustancia a través de dos vías: oral e intravenosa. Para la autoadministración vía oral, se utiliza un antiemético para minimizar el riesgo de vomitar el medicamento inductor del coma. Los recomendados en este caso son metoclopramida u ondansetrón, que hay que tomar una hora antes de los barbitúricos.

La metoclopramida puede producir reacciones como espasmos de los músculos de la cara, del cuello y de la lengua, incoordinación de los movimientos voluntarios y dificultad para mantenerse quieto. Aunque estos efectos son más frecuentes en adolescentes y adultos jóvenes, en las personas que los hayan presentado se recomienda la utilización de ondansetrón. Aquellos pacientes que lo requieran podrán tomar ansiolíticos de 30 a 45 minutos antes del inductor del coma para calmar la ansiedad.

A continuación, los pacientes consumirán una solución oral de pentobarbital que contiene una mezcla del citado medicamento con etanol al 96 %, agua purificada, propilenglicol, sacarina sódica, jarabe y aceite esencial de anís estrellado como saborizante.

Este proceso dura, en la mayoría de los casos, menos de 30 minutos desde la administración del inductor del coma hasta la muerta, aunque a veces puede llevar hasta tres horas. En caso de que no surta efecto, habrá que iniciar el procedimiento vía intravenosa.

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