Soledad
La soledad no deseada, la epidemia de la que no se habla en España
Dos de cada diez españoles se sintieron solos durante la pandemia. Jóvenes, ancianos, personas con discapacidad y sin hogar son los colectivos más afectados
La soledad no deseada va camino de convertirse en la gran epidemia de este siglo. Los cambios en los hábitos y en el modo de vida de las sociedades occidentales están propiciando que cada vez más personas se sientan desconectadas de los demás. La covid ha contribuido a profundizar y visibilizar esta problemática, que llegó a afectar al 18,8 % de la población española entre abril y julio de 2020, según datos de la Comisión Europea.
Una persona sufre soledad no deseada cuando «tiene la necesidad de comunicarse con otros y percibe carencias en sus relaciones sociales, bien sea porque tiene menos relaciones de las que le gustaría o porque estas no le ofrecen el apoyo emocional que desea», explica la web del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada.
Este problema afecta a amplias capas de la sociedad. «La soledad tiene forma de 'u': es alta en los jóvenes, desciende en la edad adulta, y vuelve a crecer cuando las personas se hacen mayores», señala Adrián Tuñón, portavoz del observatorio de la Fundación ONCE. Otros grupos vulnerables son «las personas sin hogar, los cuidadores de ancianos y las personas con discapacidad».
La pandemia, un punto de inflexión
La pandemia ha disparado los niveles de soledad en el mundo. Un estudio de la Comisión Europea ha relevado que uno de cada cuatro europeos se sintieron solos la mayor parte del tiempo coincidiendo con los meses del confinamiento, cuando en 2016 solo se sentían así el 12 % de los encuestados.
La situación de aislamiento perjudicó la salud mental de buena parte de la población. El periodista onubense Santiago Ramírez estuvo entre los afectados. «Cuando se decretó el primer estado de alarma ya sufría una depresión grave. El encierro domiciliario la empeoró. Me sentí muy solo, pese a estar acompañado por mi familia, y pensé muchas veces en suicidarme. Creo que la experiencia me ha dejado secuelas para toda la vida, aunque también me ha permitido aprender», explica.
A pesar de la retirada de las restricciones de aislamiento social, la covid ya ha cambiado la forma en la que nos relacionamos con los demás. «Cada vez usamos más las redes sociales para interactuar con los otros, mientras que los contactos cara a cara se han reducido. Esto ha empeorado la calidad y la profundidad de las relaciones interpersonales», se lamenta Tuñón.
Aun así, todo apunta a que esta tendencia se mantendrá durante los próximos años. La Proyección de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) prevé que el número de personas que viven solas crecerá de forma importante en España. De hecho, tres de cada diez hogares en 2037 serán unipersonales, mientras que las viviendas ocupadas por cuatro o más personas se convertirán en una rara avis.
Un problema invisible en España
Aunque la soledad no deseada acaba de irrumpir en el debate público en España, hay países en los que este asunto se encuentra en la agenda política desde hace años. Por ejemplo, Francia puso en marcha en 2013 el programa Monalisa para reducir la soledad de las personas mayores, mientras que Reino Unido creó en 2018 una secretaría de Estado con este cometido. El mayor paso hasta el momento lo ha dado Japón, que creó en el 2020 el Ministerio de la Soledad ante el aumento de suicidios por la pandemia.
«La soledad no deseada sigue siendo un problema silencioso y prácticamente invisible en España», reconoce el portavoz del Observatorio de la Soledad No Deseada, que cree que aún existe «mucho estigma» respecto a esta problemática, «sobre todo entre los jóvenes».
Tuñón cree que la soledad involuntaria debe abordarse «de manera transversal, con la participación de las diferentes administraciones, para poner en marcha estrategias y planes para combatirla». Así, considera imprescindible «seguir apoyando los servicios y recursos comunitarios a nivel local, fomentar el voluntariado para acompañar a estas personas y organizar acciones intergeneracionales».
«Es importante fomentar la cultura de la solidaridad, de preocuparse del otro. Nueve de cada diez personas creen que sufrirán soledad en algún momento de sus vidas, por lo que casi todos pasaremos por esa situación», recuerda.