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La escritora Ana Iris Simón, durante su intervención

La escritora Ana Iris Simón, durante su intervenciónCEFAS

Congreso 'El conservatismo hoy'

La defensa del medio rural se da cita en el CEU: «Un campo humanizado es mejor para todos»

La segunda jornada del congreso 'El conservatismo hoy' comienza con una sesión que aborda la despoblación y la disociación entre pueblo y ciudad

La disociación entre campo y ciudad es uno de los elementos más presentes en la configuración territorial de la sociedad actual. El éxodo rural continuado durante décadas por la falta de oportunidades ha drenado las pequeñas poblaciones, donde, salvo excepciones contadas, solo perviven los estratos más envejecidos. La consecuencia, y al mismo tiempo la causa, es la desatención administrativa, un problema abordado este sábado en la segunda y última jornada del congreso El conservatismo hoy: la defensa de las libertades, las tradiciones y la cultura, organizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social (CEFAS) de la Universidad CEU San Pablo y la publicación The European Conservative.

Presentada y moderada por Aurora Pimentel, consultora, traductora y gestora cultural; en la mesa redonda que ha tratado el asunto, titulada El campo y la ciudad. ¿Dos realidades enfrentadas?, han participado Ana Iris Simón, escritora y columnista; Juan Andrés Oria de Rueda, profesor de Micología y Botánica Forestal en la Universidad de Valladolid; y Sebastian Morello, analista en The European Conservative.

Todos ellos han articulado una encendida defensa del campo y reflexionado acerca de las causas que han llevado hasta la actual situación de abandono rural presente no solo en España, sino también en otros países de Europa.

«Un campo humanizado es mejor para todos», enfatizó Pimentel, una tesis en la que el resto de ponentes incidieron igualmente de una forma u otra.

La reflexión de Simón, autora de Feria (Círculo de Tiza, 2020), un libro que narra su regreso a La Mancha, su tierra natal, versó en torno a las lógicas y códigos sociales que diferencian el pueblo de la gran ciudad, lo que atribuye al modelo económico en que se inscribe cada uno.

En su propia experiencia, Iris contó cómo, tras marcharse a estudiar a Madrid y vivir en Malasaña, donde todo el mundo pensaba como ella, se dio cuenta de la manera en que el campo ensanchó su cosmovisión. «Oía opiniones que en mi comunidad madrileña no encontraba», relató. Fue un regreso acaso purgativo, donde se desprendió de la soberbia que tal vez la acompañó cuando se fue. «Miré con condescendencia a los que se quedaban, y al final me di cuenta de que la paleta había sido yo». También advirtió cómo los urbanitas «van al campo a decirles a los lugareños lo mucho que contaminan y todo lo que tienen que cambiar para adaptarse a su cosmovisión», como si la suya fuera la única válida. «Lógicas civilizadoras», lo llamó.

Por su parte, el profesor Oria de Rueda subrayó –al igual que la moderadora Pimentel– que el urbanita no debe contemplar el campo como un entorno prístino e inmaculado, como ocurre a veces, porque allí también viven personas. El también ingeniero de montes ahondó en cómo la despoblación rural ha contribuido a la proliferación de incendios por la falta de gestión que ello conlleva. Y contó cómo, tras el triunfo de la Revolución Francesa, los dirigentes resultantes, recelosos de que los campesinos opusieran resistencia a la nueva causa, acabaron con la cría de cerdos al decretar como feudales las dehesas en las que los criaban. «Ahora un francés que habla con un español elogia el jamón de bellota y los embutidos ibéricos, pero hace solo unos siglos ellos mismos lo elaboraban», señaló.

Por último, Sebastian Morello, inglés de ancestros españoles, repasó la desunión entre pueblos y ciudades con su evolución y desarrollo a lo largo de los siglos y cómo esto ha repercutido en la configuración de la sociedad urbanita actual. En este sentido, puso como ejemplo las restricciones a la caza, y el impacto que esto conlleva en la preservación de la biodiversidad.

«Necesitamos una política que vaya al origen del problema», propuso Simón, preguntada sobre si la Administración adolece de políticas integradoras creativas para subsanar el problema del abandono y la despoblación. «Los fondos europeos están destinados a empresas que se puedan adaptar a lo verde, y esas son muy pocas. Los jóvenes prefieren vivir en una gran ciudad con un trabajo precario que hacer lo mismo en su pueblo», dijo, por lo que pidió plantear soluciones al respecto.

Pimentel, por su parte, apuntó dos reflexiones en su introducción. La primera: que el «¿y tú de quien eres?» típico de los pueblos resulta más interesante para situar a una persona que el «¿y tú de quien eres?» partidista e ideológico. Y la segunda: que la pregunta vital de «¿qué voy a comer hoy?» no sería posible sin los agricultores y ganaderos de los campos. «Gracias a ellos, podemos saber qué vamos a comer hoy», reivindicó.

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