El urogallo cantábrico, inmerso en una espiral de extinción y con una única salvación que se descarta
El urogallo cantábrico se encuentra camino de la extinción. Así lo señalan los expertos medioambientales, que urgen a seguir tomando medidas para asegurar la salvación de esta especie. Se trata de una variedad más del urogallo (Tetrao urogallus), una gran ave forestal que está presente sobre todo en la Península de Escandinavia, los países en torno al mar Báltico y Rusia.
La población que habita en el suroccidente del continente, es decir, en la cordillera cantábrica, es el resto de una distribución que la especie tuvo hace pocos miles de años, cuando el clima era más frío. Se le considera, de hecho, una reliquia de la era glaciar, pues tras este período la población se fue desplazando a las regiones frías de Europa y la alta montaña. Ahora, su continuidad peligra en nuestro país debido a su aislamiento.
Tal y como recuerdan desde The Conversation, antes del siglo XX el territorio cantábrico ocupado por el urogallo era de unos 30.000 km². A principios de los años 70, la superficie ocupada era ya solo un tercio de la original. Hoy la especie está presente en menos de 1.000 km², lo que supone una reducción del 90 % respecto a la ocupada hace 50 años.
Un estudio publicado el año pasado en Conservation Genetics señalaba que esta pérdida de ejemplares se ha debido, entre otros factores, a la caza a la que los urogallos machos fueron sometidos durante buena parte del siglo pasado, pese a que se creía que la captura de machos no tenía efectos en la conservación de estas especies. A día de hoy, esta actividad está prohibida, aunque se sigue produciendo la caza furtiva.
Degradación y aislamiento
La degradación del hábitat de los urogallos, así como el aislamiento de los núcleos de población, no ha ayudado a la propagación de una especie que destaca por una baja tasa de reproducción. Esto se debe a que las hembras ponen entre cinco y doce huevos en un hoyo en el suelo, donde son objetivo fácil para los jabalíes, perros, comadrejas o azores. Además, la mortalidad de los polluelos es muy alta en las primeras semanas de vida, motivos por los que su población aumenta muy lentamente.
Otros factores también han contribuido a la actual situación del urogallo en España, como la deforestación y la realización de otras actividades humanas, tales como la ganadería, la caza de otros animales o las actividades deportivas como el senderismo, el esquí o el alpinismo. Todas ellas alteran la tranquilidad que requieren estas aves para su reproducción.
Presencia en Asturias y León
La población de estas aves ha ido remontando levemente gracias a los trabajos del programa de actuaciones para la recuperación del urogallo realizados durante los últimos seis años por Castilla y León, el Principado de Asturias y el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco). Se estima la existencia de 190 ejemplares, de los que 130 son machos y 60, hembras, según la toma de muestras realizada en 2019 y los análisis genéticos posteriores. Entre las medidas llevadas a cabo destacan, por ejemplo, el control de predadores o la limitación de acceso a los cantaderos en época de cría.
Su extensión se reduce en estos momentos a las comarcas de Omaña, Laciana y Alto Sil –en la provincia de León– y en los concejos de Ibias, Degaña y Cangas del Narcea –en Asturias–. Fue en 2018 cuando el elevado grado de amenaza de la especie obligó a declarar su situación crítica, lo que supuso la creación de un grupo de trabajo formado por representantes del Miteco, del Gobierno del Principado de Asturias, de la Junta de Castilla y León, del Gobierno de Cantabria y de la Xunta de Galicia.
Rescate genético, solución polémica
Una de las soluciones que se barajan para salvar a la especie es el rescate genético, una operación que tiene como objetivo recuperar la diversidad genética y atenuar los efectos negativos de la endogamia en la que parece que han caído los urogallos.
¿El problema de esta propuesta? Que supondría la introducción de ejemplares procedentes de otras poblaciones europeas y, por tanto, conllevaría la pérdida de la supuesta singularidad del urogallo cantábrico. Unas características que muchos expertos no creen justificada, pero que ahora es difícil echar por tierra.
El urogallo cantábrico fue descrito como una subespecie única en los años 60, a pesar de no basarse en descripciones robustas, ya que se basan en caracteres morfológicos que solapan mucho entre poblaciones. Según The Conversation, los estudios genéticos posteriores han demostrado que las subespecies de urogallo en general, y la cantábrica en particular, no tienen soporte.
En general, comentan, se asume que la exclusividad es positiva, pues fomenta los esfuerzos de conservación. Pero la inflación taxonómica puede funcionar como una trampa, algo que está pasando con el urogallo cantábrico. Tanto se ha señalado su exclusividad, que la idea de mezclarlo con individuos de otras poblaciones, de Pirineos o más allá, nunca se ha considerado.