¿Árbol de Navidad natural o artificial? Esta es la opción más respetuosa con el medio ambiente
Con el alumbrado de la mayoría de las ciudades, muchas personas se lanzan a adornar sus casas, momento en el que surge esta disyuntiva
Queda menos de un mes para el día de Navidad y las calles y los hogares comienzan ya a llenarse de luces, abetos y demás decoración propia de estas fechas. Esta semana, de hecho, en coincidencia con el Black Friday, muchas urbes españolas como Madrid, Barcelona, Sevilla o Málaga se unirán a las que ya han activado su alumbrado callejero, como es el caso de Vigo, Jerez de la Frontera o Badalona.
Aunque tradicionalmente los adornos navideños se rescataban del trastero durante el puente de la Constitución y la Inmaculada Concepción, el adelanto de la iluminación por parte de los alcaldes y de los comercios empujan a los ciudadanos a decorar sus casas con antelación.
Y aquí es donde surge una de las grandes dudas: ¿es mejor comprar un árbol de Navidad natural o artificial? Ambas opciones tienen pros y contras: uno de los mayores inconvenientes de los naturales es que sus hojas se van cayendo y suele ser un incordio barrerlas, además de que después de las fechas festivas se suelen secar y hay que tirarlos. Pero vamos a centrarnos en su impacto en el medio ambiente.
En la actualidad, está más extendido el uso de árboles de plástico para decorar los salones de las casas. Por un precio razonable el consumidor tiene un artículo de decoración para varios años, lo que evita que se utilice uno en cada Navidad, así como la tala de árboles naturales.
Sin embargo, también tiene puntos en contra, como el hecho de que suelen estar fabricados con plástico y materiales contaminantes —como cobre, PVC o acero— que son difíciles de reciclar y presentan una preocupación medioambiental. Además, es habitual su fabricación en China, por lo que habría que sumar las emisiones generadas por su transporte hasta nuestro país.
En el caso de los naturales, está bastante extendida la creencia de que fomentan la deforestación, algo que no es del todo correcto. Y es que la inmensa mayoría de estos pinos o abetos no están plantados en el bosque, sino en lugares específicamente destinados para ello, como viveros. De esta forma, cuando los productores arrancan un árbol, que tarda entre dos y tres años en crecer hasta el metro de altura, se sustituye por otro. «Ese árbol no viene del bosque, sino que es cultivado y ese cultivo es comprable con cualquier otro cultivo agrícola y nadie se preocupa de comer una lechuga o un tomate», comentaba a Efe el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas.
Una vez ese árbol muera, los ayuntamientos no los depositan (o no deberían) en el vertedero, sino que los llevan a un centro en el que se transforma en biomasa tanto para su combustión como para fabricar sustratos orgánicos. Aun así, muchas familias optan por alquilar el árbol solo para las semanas que dure la Navidad, una alternativa que permite que se vuelva a plantar después y no haya que tirarlo.
Según los datos proporcionados por los Cultivadores de Árboles de Navidad Asociados de Cataluña (CANAC), el 90 % de los abetos navideños naturales producidos y comercializados en la Península Ibérica provienen del macizo de Montseny-Guillerías, situado entre las provincias de Barcelona y Gerona. Esta región es el principal proveedor del sur de Europa. CANAC agrupa a unas treinta empresas dedicadas al cultivo de abetos, los cuales se producen de manera completamente ecológica y siguiendo prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente, tal como se detalla en su sitio web.
Huella de carbono de cada opción
Según ha calculado CarbonCredits, la huella de carbono de un árbol artificial es de 40 kilos de CO₂ equivalente, lo que contrasta con la de un árbol natural hecho astillas, que es de 3,5 kilos de CO2e. Tal y como afirma esta plataforma, un árbol artificial debería utilizarse por lo menos durante 12 años para que sea una alternativa viable al árbol natural.
No obstante, en comparación con desechar un árbol natural en un vertedero (16 kilos de CO2e), el tiempo necesario para equilibrar el impacto ambiental es de tres años. Esto significa que una persona que utiliza un árbol natural y lo descarta sin reciclar genera más emisiones de CO2e que alguien que reutiliza un árbol artificial durante varios años.
Con estos datos, la balanza está bastante equilibrada. Si se va a usar el abeto artificial varios años, no conllevará ningún ataque al medio ambiente. Por otro lado, los árboles naturales reciclados de forma adecuada tienen una segunda vida como biomasa y generan empleo, especialmente en la zona del macizo de Montseny-Guillerías.