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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ibáñez

Paco Ibáñez, el creador de «Mortadelo y Filemón» «13, Rue del Percebe» «El Botones Sacarino» y la «Familia Trapisonda», fue un artista formidable. Mereció el premio «Princesa de Asturias», pero aquel año, los miembros de su Jurado no se encontraban bien y se lo dieron a otros

Actualizada 01:30

Recibo la invitación para asistir a la inauguración mural por el Primer Día Oficial en el homenaje a Francisco Ibáñez en Madrid. En un principio, me he sentido invadido por el estupor. Estaba en mis cosas, entre ellas la superación de una noche sometido a un feroz cólico nefrítico, y me confundí de Ibáñez. En principio, que la invitación me hacía partícipe de un homenaje al cantautor poco atinado en trinar sus notas musicales, Paco Ibáñez, que tanto daño hizo a Federico García Lorca, Gabriel Celaya, los Goytisolo, Alberti y Miguel Hernández, entre otros, durante sus tiempos de cantautor emigrado a París, que era la ciudad elegida por los comunistas para huir de la Policía que no les perseguían. Como el bueno de Chicho Sánchez Ferlosio, el autor del homenaje musical a Julián Grimau.

Posteriormente, más concentrado en el motivo del homenaje, deduje que se trataba de una jornada en memoria y recuerdo del gran Paco Ibáñez, el autor y creador de personajes e historietas inolvidables, con la asistencia de Nuria Ibáñez, hija del genio, y de la directora literaria de Bruguera, Isabel Sbert. Y mi ánimo cambió hasta tal punto que me atreví a obviar la cápsula de Enantyum que me habían recomendado los doctores para suavizar las dentelladas del cólico.

Paco Ibáñez, el creador de «Mortadelo y Filemón» «13, Rue del Percebe» «El Botones Sacarino» y la «Familia Trapisonda», fue un artista formidable. Mereció el premio «Princesa de Asturias», pero aquel año, los miembros de su Jurado no se encontraban bien y se lo dieron a otros. El que escribe, publicó más de veinte libros con «Ediciones B», Bruguera, y coincidí en muchos actos con Paco Ibáñez, casi todos ellos relacionados con la Feria del Libro de Madrid y el día de «Sant Jordi», en el que las barcelonesas se gastan un dineral regalando a sus hombres libros que no se leen, y ellos corresponden con rosas de las más vistosas especies. O al revés, que da lo mismo. Paco Ibáñez, en la Feria del Libro de El Retiro, firmaba sólo un día, y ese día el Parque del Buen Retiro triplicaba la concurrencia de familias completas para tener firmada —y dibujada—, de propia mano la última entrega del genial dibujante y creador de fantasías. Con un humor blanco, siempre generoso, y divertido. Firmaba y dibujaba en cada edición más de mil ejemplares, y terminaba agotado, pero feliz. Paco Ibáñez, el genio, no el otro, vivía en la sonrisa permanente, en la amabilidad constante, en la buena educación y el mejor gusto. Añadir a la dedicatoria un dibujo de Mortadelo y otro de Filemón —repito, más de mil libros firmados en su única comparecencia—, sólo está al alcance de quienes se entregan a sus lectores. Hoy, los niños de ayer ya son jóvenes o adultos, y guardan entre sus tesoros los álbumes firmados por aquel genio que, de haber creado coñazos como Mafalda y Snoopy hoy formaría parte de los triunfadores con la justicia que le negaron. Mafalda es una woke insoportable, y me atrevo a escribirlo porque, a mi edad, una Mafalda cualquiera no me va a callar.

Con Paco Ibáñez siempre se estaba bien, a gusto. Decía su colega en genialidades, Antonio Mingote, que era un terremoto en El Retiro. —Mira cómo se mueve hoy la gente en la Feria. Ha llegado el terremoto—.

No podré asistir, porque uno de los motivos que me han traído a mi paraíso del norte es el de evitar tantos actos y conferencias, coloquios y debates. Pero si alguno merecería el esfuerzo y un viaje con las secuelas de un cólico nefrítico, es el homenaje a Paco Ibáñez, de quien tuve el honor de ser su amigo pequeño en una editorial que se mantuvo leal al más grande de sus autores.

Se marchó con la misma educación con la que trabajó, triunfó, arrasó y fue despreciado por un jurado de memos.

Como si ese desaire le hubiera importado.

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