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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Denuncia primaveral

Si la denuncia se documenta en el piropo o en la veracidad del mismo. Si el periodista tiene que ser sancionado por piropeador o por mentiroso. Y así están las cosas

Actualizada 01:30

Aún no ha llegado su turno, pero ya estamos en primavera. Las mimosas se dejan vencer pero florecen los almendros, los cerezos y los prunos. Y en primavera se hacen muchas tonterías y se cometen excesivas torpezas. Los fascistas, los machistas y los más o menos normales, sentimos la primavera en nuestras profundidades atávicas. Y hablamos más de la cuenta, y si nos cruzamos con una mujer primaveral, no reparamos en el riesgo y le soltamos un piropo a la antigua. Pero sabemos que el riesgo es grande, y que, si la receptora del piropo es de la cáscara amarga o del amasijo de siglas, podemos terminar ante un tribunal de la nueva Inquisición. El eminente abortólogo, el doctor Motoroll Miret-Pirineus, retornaba a su casa después de practicar en su clínica de Fermosí de Claret, siete extracciones de seres humanos, lo que antaño se decía abortos. Volvía a casa agotado. Y al llegar al portal de su hogar de Fermosí de Claret, se topó con una bellísima mujer vestida de primavera. No se pudo contener, y procedió al piropeo. —Es usted más guapa que una flor del Maresme—. Para colmo, el piropo, no del todo original, lo emitió en español, y el subcomisario de «Parlem Tots Catalá», que pasaba por ahí, tuvo a bien denunciarlo y fue puesto a disposición judicial. Después de practicar siete abortos, pasó la noche en la comisaría de los Mozos de Escuadra y tuvo que abonar una sanción de 200 euros para retomar su trabajo al día siguiente.

Llegaba al Congreso de los Diputados la vicepresidente y ministra Yolanda Díaz, vestida de caramelo. Y un reportero, un profesional de la información parlamentaria, no pudo contenerse. La traidora primavera. Y ante numerosos testigos, rozó, se mantuvo y superó finalmente lo que se ahora se dice «las líneas rojas» de lo admisible. La señora vicepresidente, sonriente y siempre dispuesta a la amabilidad, se sintió molesta y acosada cuando el explosivo periodista le dijo «cada día estás más guapa». Bochornosa agresión por parte del profesional de la comunicación. Y le advirtió que, dada y probada la magnitud de la grosería, podría adoptar la decisión de interponerle una querella criminal por su desfachatez cavernícola. La vicepresidente Díaz no tiene obligación alguna de soportar ese tipo de groserías. Y lo explicó en una entrevista que le hicieron en una de las televisiones del Gobierno. Se le notaba el enfado, la humillación, la estructura de cristal de su belleza —perdón—, rajada por la herida y la desmoralización. Hasta su íntima enemiga, Irene Montero, que había sido informada en el exterior de que dos miembros de la manada de violadores habían rebajado sus condenas gracias a su ley estrella, llamó a la vicepresidente insultada para que se sintiera arropada por su influencia europea. Y Yolanda se emocionó. ¡Cómo no se va a emocionar! ¡Me estoy emocionando yo, que no tengo nada que ver en el asunto ni en el atropello a la dignidad de Yolanda Díaz! ¡Pues claro que se emocionó, faltaría más!

Y lo de la denuncia sigue estando dentro de las posibilidades futuras. Denuncia que apoyamos millones de españoles. El problema está en el contenido de la querella.

El periodista, textualmente, le dijo, y no hay vuelta de hoja en la interpretación de la grosería «Yolanda, cada día estás más guapa». No he sido informado si se dirigió a ella con el respeto institucional que merecen sus cargos, o hubo tuteo. No obstante, se trata de un detalle menor. Pero de una manera u otra, el delito está probado. Por ello, denunciar a quién se ha atrevido a decirle públicamente a Yolanda Díaz que «está más guapa que nunca» tiene que ser denunciado, y será el juez el que decida la magnitud del agravio. Si la denuncia se documenta en el piropo o en la veracidad del mismo. Si el periodista tiene que ser sancionado por piropeador o por mentiroso. Y así están las cosas.

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