Y como siempre, acertó
Otros, no españoles, han elevado a España a las alturas sin olvidar nuestro desdén, como el mariscal Von Bismark. «España es una nación tan fuerte, que los españoles llevan 500 años intentando derribarla y no lo han conseguido»
Los españoles nos tiramos los trastos a la cabeza. También se los tiran los españoles que dicen no serlo y ello les concede una matrícula de deshonor de la estupidez. Para mí que la culpa del español es consecuencia de su desconocimiento de España. Hasta Cánovas, que además de un gran político conservador asesinado por el izquierdista Angiolillo de tres disparos mientras leía los periódicos en un balneario de Mondragón, se atrevió decir que los españoles lo éramos porque no nos habían dejado elegir ser otra cosa. A mí, y no deseo provocar a nadie, me apasiona ser español a pesar de tener todos los defectos de los españoles aliviados por un profundísimo orgullo. Otros, no españoles, han elevado a España a las alturas sin olvidar nuestro desdén, como el mariscal Von Bismark. «España es una nación tan fuerte, que los españoles llevan 500 años intentando derribarla y no lo han conseguido». Lo que conocemos por Occidente, las libertades, el impulso de las artes, la arquitectura y la mística, nació gracias a los tres baluartes de la civilización occidental según el profesor Pedro González-Trevijano el último presidente de verdad del Tribunal Constitucional. «Los baluartes de la civilización occidental son la Filosofía de Grecia, el Derecho Romano y el Cristianismo». Y en los tres baluartes somos escudos fundamentales. Somos griegos, somos romanos y somos los grandes propagadores por la faz del mundo, a través del heroísmo, la aventura y las navegaciones, de la cristiandad. No obstante, a millones de españoles no les gusta España, pero sí vivir a costa de lo que no les gusta, y ahí está el problema. Que no quieren ser lo que son porque se han empeñados en que son lo que no han sido nunca, y esa situación, cuando se extiende sobre una considerable cantidad de ganado, enloquece a cualquiera. España ha tenido una Historia tan grande como turbulenta, como otras grandes naciones de Europa, pero no hemos sabido reunirnos como los demás. Quizá, porque España, desde la pérdida de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, no ha participado en guerras contra otros países, y se ha empeñado en combatirse a sí misma, dejando un poso de amargura y complejo en muchos españoles que han confundido una derrota —que fue la victoria contra el comunismo—, con el odio hacia quienes tuvieron el detalle de luchar y morir por ella en el demencial siglo XX. De ahí, que la izquierda francesa sea patriótica, la italiana patriótica, la portuguesa patriótica y la española, antiespañola. No es casualidad que el socialismo-comunista imperante hoy en España gobierne con el separatismo catalán, el terrorismo etarra de las Vascongadas —el territorio europeo con más privilegios económicos—, y con el sarpullido de mangantes que nos avergüenzan día tras día. Y que, para haber llegado hasta aquí, hayan sido muchos los errores y los tontos del otro lado los que han contribuido al desbarajuste y la ignominia actual. Porque en España, y muy especialmente en los últimos años, no hemos sido gobernados, sino atracados y empobrecidos por auténticos ladrones, vividores, sinvergüenzas o simplemente, estúpidos. Y creo que estoy escribiendo como un español.
Hay instituciones ejemplares, y se me acusa de derechismo cuando afirmo que al frente de ellas están las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil y la Policía Nacional. Defensa y Orden. Hombres y mujeres que día tras día nos dan lecciones de patriotismo, sacrificio, decencia y eficacia con unos presupuestos agujereados por la corrupción invertida en otros menesteres. Nuestros militares, mis militares y nuestros agentes, mis agentes, que también son los suyos y no se han apercibido de ello todavía.
España es una realidad histórica grandiosa y los españoles somos, ahora más que nunca, unos vociferantes que no sabemos comprenderla. No tenemos que perdonar a España. España nos tiene que perdonar a los españoles. Las resistencias tienen sus límites. Y al final, lo que vence es el sentido común, que lo tenía muy desarrollado un español que no odiaba, que amó tanto a España que no parecía español, que leyó su Historia, que se emborrachó de sabiduría con nuestros clásicos, que fue un intelectual profundo y como todos los elegidos intelectualmente en España, pesimista. Nos regaló 60 años ininterrumpidos de genialidad y agudeza desde las páginas de ABC, y como era de ABC, fue rebajado de genio a pintamonas. Además de excepcional dibujante, un gran escritor, que terminó sentado –y perplejo–, en la Real Academia Española.
Nadie como Antonio Mingote ha dibujado a los españoles de los últimos años. Y lo resume en un dibujo de ABC. Una pareja comenta de los hijos de unos amigos o conocidos. Españoles puros. «Su hijo mayor sostiene que todos los corruptos son de izquierdas; El segundo, que sólo hay corrupción en la derecha, y tienen un tercer hijo que también es gilipollas».
Y acertó, sin haber tenido que soportar el derrumbamiento actual.