Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Zapatero literario

Al que tenemos que darle, y mucho, es a Zapatero, que al final se va a marchar de rositas, mientras deja a los suyos al borde o inmersos en la charca de la prisión. Inmersión que, a todas luces, merecen

Actualizada 01:30

Chalés en Puerta de Hierro y casas de las hijas adquiriendo bienes inmobiliarios, no nublan los objetivos culturales con resonancia multiplanetaria, de Rodríguez Zapatero. El eximio político leonés formado literariamente en Valladolid o al revés —y se ha olvidado de Miguel Delibes—, le ha recomendado a Trump, «para que cambie», una relación de poetas y escritores españoles que le ayudarán a ser mejor a partir de ahora. La sugerencia ha dado la vuelta al mundo. «Démosles cultura, démosles poesía, enviémosle a Trump poesías de Machado, Lorca, Alberti y Miguel Hernández». No ha añadido a Suso de Toro, Almudena Grandes —la de la estación de Atocha—, y a otros grandes hacedores de imágenes y palabras porque no le cabían en el tarjetón. No ha revelado a cuál de los hermanos Machado se refiere, si al sevillano Manuel. O al «ilustre soriano» Antonio, que también era de Sevilla. Uno y otro, grandes poetas y buenos hermanos.

A Trump le interesarán los versos de don Antonio a Stalin y a Líster, más que los de don Manuel a Franco. La tierra es del aire, menos la que contiene oro en las minas venezolanas y en la que se asientan las joyas inmobiliarias del profesor de literatura.

Me figuro a Trump asomado a la ventana del despacho oval, escudriñando el horizonte, a la espera del «tacatá-runrún» del helicóptero presidencial, atiborrado de los libros que le ha enviado Zapatero para que sea un poco mejor. Lorca escribió su «Poeta en Nueva York», un poemario grandioso, pero muy bien traducido y al que Trump le habrá dado una ojeada en sus tiempos colegiales. Pero a don Donald le interesan más los modernos, García Montero, Pardo de Vera, Y por supuesto, Almudena Grandes, más prosista que versificadora, y experta en la descripción del incendio exterior de las monjas violadas por milicianos durante la Guerra Civil española. A Rafael Alberti, —dudo mucho que Trump se convierta en un hombre mejor leyendo sus poemas—, a no ser que la pieza elegida sea el «Responso lento por la muerte de Stalin», que ya se sabe lo muchísimo que se admiraban Stalin y Trump, gracias a Melania. El poema es muy extenso, un tostón para cualquier lector del globo terráqueo, pero con luces imprevistas y metáforas de Monedero, que también se empeñó en oponerse mediante su poema a las lágrimas del Orinoco por la muerte del gorila. «No ha muerto Stalin. No has muerto. No hay mares que no te habiten, ríos donde no estés dentro». En estos versos, Alberti establece comparaciones y equivalencias entre su figura bondadosa y los esturiones, y a punto estuvieron los soviéticos de dejarle sin el Premio Lenin de Literatura, que suplicó de rodillas en el Kremlin, y que al final le concedieron para que pudiera comprar su piso en el Trastévere romano. Mejor que el poema a Stalin es el que escribió al Vizconde Almocadén, siendo ya comunista, y por el que percibió 25.000 pesetas, lo que le permitió parecer un Terry, uno de sus primos, durante algo más de una semana.

Nada de los místicos. San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Fray Luis de León. Tampoco de Dom Sem Tob, el rabino de Carrión. Y menos de los maestros del Siglo de Oro, o de los grandes del 98 y los adversos al comunismo del 27. Zapatero salta. Es un saltarín. Y siempre que envía libros, —lo hace con frecuencia, y si no lo creen que le pregunten a los Obama—, aprovecha para meter en el saco a Suso de Toro, su escritor favorito. Pero Suso no va a hacer mejor a Trump. Trump es muy mayor para cambiar de carácter y temperamento. Trump, si acaso, necesita un choque intelectual con las últimas tendencias, y para ello nadie mejor que sus hijas, las de Sánchez, que han sabido mezclar lo gótico con el concepto chalé, y tan bien les ha ido y les va.

Me consta que Zapatero quiere hacer más bueno y endulzar el carácter de Trump. Con Putin lo ha conseguido. Leyó a García Montero, y ante la amenaza de tener que tragarse otro libro de sus poesías, se puso en contacto con Trump para terminar con Zelenski. Pero seamos cautos. No démosle cultura, ni poesía ni el coñazo.

Al que tenemos que darle, y mucho, es a Zapatero, que al final se va a marchar de rositas, mientras deja a los suyos al borde o inmersos en la charca de la prisión. Inmersión que, a todas luces, merecen.

Y que le mande a Trump la obra completa de Quevedo, aquel ilustre soriano que nació y vivió en Madrid. A don Francisco le entenderá.

comentarios

Más de Alfonso Ussía

  • Y como siempre, acertó

  • Embrollos innecesarios

  • aussia
  • Aplazamiento y maravilla

  • Villa Meoncilla

  • Los inseparables

  • Últimas opiniones

    tracking