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Lluvia en una procesión en Oviedo

Lluvia en una procesión en OviedoEFE

¿Por qué llueve siempre en Semana Santa?

Aunque para muchos esta idea es un mito alimentado por la memoria selectiva, lo cierto es que esta percepción tiene una base meteorológica sustentada en datos y en explicaciones científicas

La llegada de la Semana Santa vuelve a coincidir, un año más, con un panorama meteorológico poco alentador: lluvias intermitentes, cielos encapotados y temperaturas más bajas de lo habitual marcan la previsión para estas fechas tradicionalmente asociadas al descanso y las actividades al aire libre.

Aunque para muchos la idea de que siempre llueve en Semana Santa es más un mito alimentado por la memoria selectiva que una certeza climatológica, lo cierto es que esta percepción tiene una base meteorológica sustentada en datos y en explicaciones científicas. En palabras de quienes así lo sostienen, el problema radica en que se trata de un periodo vacacional con un marcado componente exterior: procesiones, excursiones, desplazamientos a la costa o escapadas al campo, todos ellos muy sensibles a las inclemencias del tiempo. Así, cada vez que la lluvia interfiere, el recuerdo se amplifica y permanece.

Sin embargo, más allá de la subjetividad, existe una razón objetiva que explica la recurrencia de un clima inestable durante estas fechas. La clave está en la naturaleza móvil del calendario de la Semana Santa. Desde el Concilio de Nicea en el año 325, se estableció que la Pascua de Resurrección debía celebrarse el domingo siguiente a la primera Luna llena posterior al equinoccio de primavera, que tiene lugar el 21 de marzo. Por tanto, el Domingo de Ramos, que inaugura esta festividad, se sitúa en una franja que puede variar entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

Este rango temporal coincide con un periodo del año caracterizado por una meteorología particularmente voluble. En primavera, los días comienzan a alargarse, las temperaturas se suavizan y se activan procesos atmosféricos que desencadenan una mayor inestabilidad. Uno de los más relevantes es la llamada ‘gota fría’, o Depresión Aislada en Niveles Altos (dana), un fenómeno común en esta estación y que suele acarrear lluvias intensas y repentinas.

El meteorólogo Roberto Brasero, en su obra Entender el tiempo, sostiene que esta coincidencia no es casual. A su juicio, Semana Santa cae de forma sistemática en una época del año en la que en España «las lluvias son más frecuentes y el clima es inherentemente inestable». Esta afirmación se ve respaldada por patrones estadísticos que apuntan a una mayor presencia de precipitaciones entre finales de marzo y abril.

A ello se suman las condiciones propias del inicio de la primavera, cuando borrascas originadas en el norte del continente europeo interactúan con masas de aire cálido en dirección sur, generando choques térmicos que liberan una considerable cantidad de energía en la atmósfera. Este contraste térmico, al chocar con el relieve peninsular, intensifica la formación de nubes y la probabilidad de lluvias.

Así pues, más allá del tópico, la reiterada coincidencia entre Semana Santa y el mal tiempo tiene una explicación meteorológica clara y fundamentada. Se trata de una conjunción de factores astronómicos, atmosféricos y geográficos que, año tras año, enturbian las procesiones y las escapadas primaverales, contribuyendo a perpetuar esa percepción colectiva de que, en Semana Santa, siempre llueve.

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