Antonio Conde Bajén
Antonio Conde Bajén

Para el pueblo, pero sin el pueblo

Es sorprendente comprobar que la inmensa mayoría de los españoles desconoce que en nuestro país esos Parques Nacionales no se construyen sobre propiedades públicas, sino sobre privadas, a las que se les aplica un régimen de limitaciones que, efectivamente, va llevando sin prisa pero sin pausa a la adquisición de esas propiedades «a derribo» por parte del Estado

Actualizada 04:30

Equipo de caza

Equipo de cazaAntonio Conde Bajén

Los que hayan estudiado un mínimo de Historia recordarán ese lema del despotismo ilustrado al que no se trata de enjuiciar varios siglos después, aunque sí criticar su reinstauración a fecha de hoy, por mucho que ello venga precedido por el experimento parcial de aplicarlo al hoy minoritario mundo rural.

Analicemos casi cualquiera de las medidas que tanto thinktank quiere aplicar a esa «España vaciada» y veremos cómo vienen impuestas sin un mínimo de consulta y acuerdo con los principales receptores; precisamente el mundo rural.

No puedo abordar todas ahora y, dado el contenido de esta sección, me limitaré al paulatino arrinconamiento de la caza, que es uno de los principales recursos económicos de esa parte de España que, lejos de haber sido oída, ha sido tradicionalmente despreciada y traicionada.

Hace décadas esa España dijo que la caza era fundamental, tanto por sus ingresos económicos, directos o indirectos, como por ser instrumento sustancial en la gestión forestal, hoy rebautizada como «medioambiental», «sostenible», «ecosostenible»... Hoy los hechos le dan la razón en ese primer experimento que consistió en la prohibición de la caza en los Parques Nacionales.

Es sorprendente comprobar que la inmensa mayoría de los españoles desconoce que en nuestro país esos Parques Nacionales no se construyen sobre propiedades públicas, sino sobre privadas, a las que se les aplica un régimen de limitaciones que, efectivamente, va llevando sin prisa pero sin pausa a la adquisición de esas propiedades «a derribo» por parte del Estado.

La caza es querida, deseada y necesitada por el mundo rural. Eso es una realidad, por mucho que los sapientísimos think tank urbanitas quieran convencernos de lo contrario

Cabañeros y Monfragüe son los casos emblemáticos, donde se unen el odio a la caza y a la propiedad privada rural. Allí es incontestable que dejar de cazar ha causado la ruina ambiental, la ruina económica y la ruina jurídica, como detallaré.

La ambiental porque la cubierta vegetal, el valor ecológico que motivó su inclusión en la red de parques, está siendo asolada por el exceso de ungulados. Es la propia Administración la que establece ahora como elemento principal de la gestión el «control de poblaciones», es decir, la caza. Pero, eso sí, la caza únicamente realizada por empresas públicas y sin cazadores deportivos, demostrando tan poca eficacia como incapacidad para no ser muchísimo más gravosos para el medio que la caza tradicional, que siempre ha sido beneficiosa.

La ruina económica porque, a los enormes costes de esa «caza institucional» se suma la desaparición de ingresos en las zonas aledañas por ese enorme turismo rural y de lujo que es la caza deportiva y de ocio. El cierre de establecimientos de hostelería, gasolineras y el despido de muchos trabajadores de los otrora cotos de caza son datos incontestables e incontestados.

La ruina jurídica porque los jueces ya han empezado a dictar sentencias diciendo que la ejecución de esa prohibición se ha realizado contrariando al propio ordenamiento jurídico, que no admite una prohibición de plano si no es con una previa (y recalco previa) compensación económica, en calidad de justiprecio expropiatorio.

La caza es querida, deseada y necesitada por el mundo rural. Eso es una realidad, por mucho que los sapientísimos think tank urbanitas quieran convencernos de lo contrario y por mucho que hasta lo consigan, al disponer de muchas más posibilidades y capacidades de comunicación que los sufrientes habitantes del mundo rural.

Se quiere fomentar el mundo rural por medio de innovación (dicen), pero su tarjeta de presentación es la involución, la desmantelación sin alternativa de lo que realmente es gestión tradicional.

Estimado lector, sea usted o no cazador, cuando enjuicie a la caza no lo haga sin antes calzarse un minuto las albarcas del mundo rural; trate de andar un kilómetro con ellas y, solo después, opine. La caza no es solo el ocio de unos pocos, como la hostelería no lo es de unos pocos más. Que venga rodeada de ritos, reglas y tradiciones solo es indicativo de su antigüedad y de su arraigo. Y, si siempre se dice que hay que escuchar la sabiduría de los ancianos, escuchen a una población anciana (porque es plenamente conocedora de su medio) como es la rural.

Les guste o no la caza, les ruego respeto y atención a lo que supone, de igual forma que a la mayoría no les gustará recoger setas, pero respetan a la micología y atienden a los expertos antes de opinar sobre ella.

  • Antonio Conde Bajén es miembro del Real Club de Monteros

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